CAP. 18 - DESPUÉS DE LA TORMENTA LLEGA LA CALMA, ¿NO?

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CAP. 18 – DESPUÉS DE LA TORMENTA LLEGA LA CALMA, ¿NO?

Meira

        –¿Enserio no te mosquea que discutamos siempre en presencia de todos tus hombres? Lo digo por si les quieres ofrecer otra estancia… Al fin y al cabo, es mi casa y empiezo a tener poca intimidad, Abbas. –Ofrecí generosamente.

        –No, no me molesta. Además… ellos están encantadísimos de estar por aquí. –Me respondió él con una gran sonrisa.

        –Pues a mí sí que me molesta… Llevo un mes aquí y no hay día en el que uno de ellos no se deje ver por casa. Lo cual no entiendo porque no es tu casa, sino la mía. ¿No sois vosotros los amigos? ¿No tendrían que ir a tu casa? –Dije cansada de que mi casa pareciese más la suya que la mía.

        –Meira… acostúmbrate. Somos una gran familia. Y debido a que eres mi pareja sienten curiosidad y el deber de protegerte. Pero sin quitarte protagonismo… creo que pasan tanto tiempo aquí por Anwar y Firas. Son el centro de atención. –Explicó riéndose.

Desde que se levantó mi castigo y Abbas y yo medio “hablamos” de lo ocurrido, mi casa se había convertido en su casa. A pesar de que cada día le recordaba que aquella era la casa de mis hermanos y mía y que él de momento no tenía cabida, pasaba más horas aquí que en su casa.

Anwar una noche lo pilló durmiendo conmigo. Anwar se lo contó a Firas, quien, a su vez, se lo contó a Jesé.  Así que como todo el mundo lo sabía, Abbas no consideró que era mejor distanciarnos. No. Se ancló a la cama y a mi casa como una garrapata con ansias de sangre.

Abbas tampoco confiaba mucho en mí, desde mi punto de vista, ya que nunca me dejaba sola. Siempre me acompañaba alguno de sus guerreros. Al principio delante de ellos me controlaba y no le “faltaba al respeto”, pero llegó un punto en el que no podía controlarme. Como la tarde anterior, que en un estado de crisis y nervios me puse a gritarle delante de todos los guerreros. Cuando acabé mi perorata, observé a Abbas y esperé un ataque de furia por su parte. Miré fijamente su rostro, su expresión, sus ojos cada vez más amarillentos, su lobo estaba rozando la superficie, y las aletas de su nariz se abrían y cerraban rápidamente. Cuando analicé el conjunto, Abbas no parecía cabreado, más bien parecía caliente, sus ojos mostraban deseo. De repente, Abbas me cogió y con un beso apasionado y acelerado, me robó el aliento, dejándome, minutos después, temblorosa y excitada. Toda la sala rompió en fuertes carcajadas y aplausos. Ante mi bochorno, huí de la habitación y no bajé hasta que fue la hora de cenar.

        –¿Por qué no te enfadaste cuando ayer te grité delante de todos? –Pregunté con curiosidad. Abbas no era nada parecido a lo que nos habían contado. Ni él, ni la manada–. Sé que no tenía grandes motivos para hacerlo… pero tener a tanta gente a mí alrededor las 24 horas del día no me deja relajarme y me incomoda… Por eso estallé en gritos. –Añadí con arrepentimiento.

Él no hizo nada para merecer mis gritos. Actué como una histérica… Pero estar rodeada por gente en la cual no confiaba, me creaba un estado de estrés que no preveía buenos augurios.

        –A nadie le exijo respeto. El respeto se gana. Y el respeto se demuestra con actos, no con palabras. Lo único que les pido es lealtad. –Me explicó Abbas mientras hacía la cama–. Y no me enfadé contigo porque a pesar que eres una humana, en esta manada eres mi igual. Al ser mi pareja, tienes el mismo rango que yo. Eso sería el motivo principal, el secundario, podríamos decir que cuando te enfadas estas muy guapa y mi cuerpo se enciende. –Dijo expresamente para que me sonrojase, su nuevo pasatiempo.

        –Por suerte eres humana y no loba, porque si fueses loba, en aquel momento de furia, te hubieras transformado y me hubieras arrancado la cabeza. No todo es malo. –Añadió como quien no quiere la cosa.

AgaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora