CAP. 14 - SURPRISE.

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CAP. 14 – SURPRISE.

Meira

Después de que Abbas se fue de casa, Jesé me había provocado un gran dolor de cabeza. Que, como, cuando, por qué, cuanto tiempo, a qué hora…

El hecho de que nos habíamos criado solos, provocaba que a la vez que yo ejercía de madre por ser la hermana mayor, Jesé ejercía de padre por ser el hermano mayor. Pero siempre olvidaba que yo era mayor que él y que el tiempo de darle explicaciones a él, no es que hubiese pasados, sino que nunca había existido. Además, que fuese un lobo no ayudaba, porque tenía los instintos de protección siempre alerta. Y tampoco ayudaba que yo muchas veces dependiese de él. Como cuando estuve por una hora llorando desconsoladamente porque no me gusta en la situación que me encontraba.

Que me hiciese la tonta no quería decir que lo fuese. Sabía perfectamente que lo que estaba pasando entre Abbas y yo, era la mierda del vínculo de los lobos.

¡Por el amor de dios! ¡Si tenía a un hermano lobo!

Había hecho mis deberes cuando se requirió. Cuando mi madre enfermó, no vi otra opción que ponerme las pilas e investigar sobre ellos, para poderle hacer el camino más fácil a Jesé. Y por tanto sabía de qué iban estos vínculos de parejas eternas. Lo que no creía posible, es que pudiese también pasar con un humano.

Al principio quería creer que era una simple atracción de una noche de desenfreno, un aquí te pillo aquí te mato. Pero con el paso del tiempo era todo más raro.

Abbas no me conocía y me perseguía como un cachorro en celo. Eso no era raro… De locos también está repleto el mundo. ¿Pero que yo me sintiese así cada vez que lo veía? Eso sí que era raro. Cada vez que me encontraba con él mi cuerpo se encendía como una mecha, rápido y caliente. Y a pesar de sus formas autoritarias y posesivas, mi cuerpo e incluso mente, me reclamaban los brazos de Abbas.

Toda mi vida había detestado a esas parejas que se acaban de conocer y ya se dicen te quiero y, si no fuese poco, joden al resto de la humanidad con sus muestras de cariño pegajosas y peligrosas para diabéticos. Ahora yo no me iba a convertir en uno de ellos. Me negaba.

Esto ya no se había convertido en un duelo contra Abbas. Esto era un duelo con mi “yo demente” que se arrastraba por el cuerpo de Abbas y mi “yo racional” que se negaba a esta locura. Abbas era un factor externo que incitaba a luchar más fuerte a mi “yo demente”. Y demente era como iba a acabar si Jesé no me dejaba en paz.

        –¡Jesé calla! ¡No puedo más! Me tienes la cabeza loca… –Le dije intentando encontrar un poco de paz masajeándome las sienes.

        –No me puedo creer que estés con Abbas… –No dejaba de repetir Jesé poniéndome MUY nerviosa.

        –¡NO ESTOY CON ÉL! –Grité exasperada.

        –Cuestión de semántica… El caso es que acabaras con él… Eres su pareja. –Dijo Jesé camino de su habitación a la vez que seguía murmurando cosas para él mismo.

Después de llorar durante una hora en los brazos de Jesé, empezó el interrogatorio. Pero para librarme de él, desempaqueté todas las cajas que aquella mañana ya se encontraban en la casa.

Jesé no se dio por vencido y mientras yo ponía ropa en los armarios, fotos en el comedor y hacía las camas. Él me iba persiguiendo haciéndome preguntas, cuyas respuestas me eran desconocidas.

Anwar y Firas estaban a punto de llegar y seguramente irían acompañados de Iris, Carlo, Acantha y Adrián. Todos querían asegurarse que estábamos bien.

Abbas no les había dado carta blanca para entrar y salir de su territorio, tenían que informarle de todas las visitas con un día de antelación y él tenía reservada la carta principal, el derecho de veto. Hasta yo tenía que darle explicaciones de las entradas y salidas que hiciese y no fueran las necesarias para ir a clase, incluso controlaría mis asistencias. Si no iba, explicación que me caería. Y lo mejor es que un 99,9% de lo que hacía Abbas, lo hacía para complacer sus ansias controladoras hacia mi persona y el 0,01% sobrante, por la seguridad de la manada. Muestra de ello era que durante mi estado de sueño-profundo-provocado-por-una-borrachera, Abbas había cogido mi móvil y había grabado un listado con los números de teléfono, que suponía, eran de miembros de la manada. Tuvo suerte de que el bochorno que sentía me impidiera enfrentarlo como era debido y la única replica que recibió por mi parte fue un mensaje: “No vuelvas a tocar mi móvil.”. 

AgaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora