Capítulo Especial #2

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Narra Anne

Uno podría pensar que los viernes, al ser el último día de la semana, la oficina estaria más tranquila que nunca, solo algunos papeles por controlar, nada más.

Ojalá fuera así.
Ojalá.

-¡¿DÓNDE ESTÁN MIS ARCHIVOS, GÓMEZ?!

-Yo no sé si es que tenes mal el aumento de tus anteojos, o es que simplemente ya no ves, porque no entiendo como no podés darte cuenta...¡DE QUE ESTÁN SOBRE TU COMPUTADORA!

La empresa en la que trabajaba antes era más tranquila. Si bien a veces las cosas se descontrolaban por algún error, lo cual era completamente entendible, siempre se llegaba a una solución rápida.
Pero claro, al menos acá mi jefe no es un explotador y puedo trabajar relativamente en paz, por lo que no tengo porqué quejarme.

-Yianela- levanto la mirada al escuchar a mi compañera- por favor necesito los papeles del último ingreso y futuros gastos previstos

-Ya, enseguida te los paso- contesto amablemente.

Una vez que se va, mi sonrisa decae y mi cabeza impacta contra la mesa.
Veo la hora en mi computadora y no puedo creer que los minutos pasen tan lentamente.

Tal vez si hubiera estudiado algo que amara no estaría quejándome todo el tiempo de estar en el trabajo, al fin y al cabo es algo a lo que voy a tener que dedicarle al menos 30 años de mi vida, ¿pero qué podía hacer? En cierto modo nunca nada me llegó motivar a tal punto de considerarlo una pasión, como Ailen con el Inglés y los libros, o Erica con esas ganas de dedicarse a la medicina para salvar vidas.

Nunca nada me atrajo lo suficiente.

De cierta manera mi vida es monótona.

Crecí en una familia convencional, de clase media. Nunca me faltó nada y siempre di una mano para ayudar en el hogar.
Tuve una infancia y una adolescencia muy normal, me "enamoré" y estuve con varios chicos, la pasé bien.

Tuve hasta ahora una vida tranquila de la cual no puedo quejarme.

Sé cuáles son mis cualidades y cuáles no.
Soy muy buena dibujando, mis amigas siempre me incitaron a que trabaje mis dotes artísticos, pero la verdad es que dibujar es una de las cosas que menos me gusta hacer.

Soy la personificación de esa frase que dice: "Dios le da pan a quien no tiene dientes"

Al darme cuenta de que la secundaria iba acabando, decidí seguir el rumbo de los números, más precisamente, la administración de empresas. La carrera cumplía con todos mis requisitos: iba a ganar plata, a tener un empleo en oficina (lo cual querían también mis padres) y se me hacia fácil.

Muy triste y pobre mi pensamiento, lo sé, pero al menos en su momento me servía, y soy buena haciendo mi trabajo, debo reconocerlo.

-¿Querés un café? te ves fatal-

Ahí está.

Observo al chico moreno que se sienta en el escritorio de al lado con una sonrisa amable como siempre.

Su nombre es Luciano, y es otro compañero de trabajo. Siempre esta ahí, al lado mío para ayudarme en cualquier cosa que necesite.
Desde el comienzo, cuando empecé a trabajar en este lugar, se comportó de esta manera servicial conmigo, pero su interés incrementó cuando nos besamos una noche después de haber celebrado el aumento de popularidad de la empresa. Ambos habíamos bebido un poco y de cierta manera las cosas se dieron.
Pero el tema es que para mi fue tan solo un beso, mientras que para él, al parecer, significó algo más.

-No, gracias, si tomo una taza más voy a explotar- río incómoda.

Entonces me saca una charla.

Dos idiotas enamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora