—¿Quieres ser mi pareja, Harry? —pregunta Megan con un tono de voz que solo hace que quiera meterle una piedra en la boca para que se calle.

Harry me echa una rápida mirada y duda un segundo antes de aceptar. No sé qué ni por qué, pero algo dentro de mí hace que me sienta decepcionado de que haya escogido a Megan de entre todos. Me parece una mierda que solo se quiera aprovechar de la poca ropa que va a haber entre ellos. Ruedo los ojos y me giro para buscar a alguien que pueda ser mi pareja. Como si me hubiera leído la mente, un chico rubio y claramente en forma se acerca hacia mí.

—Hola, me llamo Noah, ¿tienes pareja para el ejercicio? —me pregunta.

Me ruborizo un poco por el hecho de que un chico como Noah se haya acercado a un chico como yo para ofrecerse a ser su compañero. Niego con la cabeza, me presento, y le sonrío tímidamente, aceptando ir con él.

En el primer ejercicio, uno de los dos tenemos que entrar al agua —a una zona que solo cubre hasta las rodillas— y tumbarnos ahí a la espera de que el otro nos socorra. El profesor insiste en que la víctima no debe hacer más que dejarse arrastrar para no molestar al socorrista, que es lo que pasaría en un caso real.

Así pues, cuando Noah me agarra por debajo de los brazos y tira de mí para llevarme de vuelta a la orilla, yo me quedo quieto.

No puedo evitar mirar a Megan y Harry, que están unos metros más allá de nosotros. Por supuesto, ella se ha agarrado como una loca al cuello de Harry, pretendiendo que el la agarre como si fuera una princesa en apuros. Resoplo y aparto la mirada.

—Bien hecho —le digo a Noah cuando estoy "a salvo" en la orilla.

Él me sonríe y me fijo por primera vez en los primeros rasgos de su rostro. Tiene los ojos de un color avellana y una sonrisa encantadora, aunque no tan hipnotizante como la de Harry. Dios, Louis, ¿por qué siempre tienes que pensar en él? Niego de un lado a otro para apartar la cara de Harry con su maravillosa sonrisa que ha aparecido por arte de magia en mi mente.

Ahora tenemos que hacer el mismo ejercicio pero al revés, así que Noah entra al agua y espera a que vaya a por él. Corro en su hipotética ayuda y lo saco del agua fácilmente. De repente, oigo cómo Megan lanza unos leves chillidos de frustración y miro a ver qué está pasando. La veo luchar consigo misma intentando agarrar a Harry de alguna manera para salvarlo, y me río para mí cuando compruebo que no tiene ni idea de cómo hacerlo. Antes de darme cuenta, mis piernas me están volviendo a meter en el agua y en seguida he llegado a la altura de ellos.

—Vas a conseguir que se ahogue —le digo a Megan y, sin pedir permiso, paso las manos por debajo de los brazos de Harry y lo arrastro fuera del agua.

Una vez se pone de pie, me mira un poco sorprendido y da un paso atrás para dejar una distancia entre nosotros.

—Pensaba que no querías ir conmigo.

Busco alguna señal de maldad en su voz o en su rostro, pero no encuentro ninguna.

—Sí, bueno, al contrario que tú, yo no quiero que nadie se ahogue —le contesto recordando cómo ayer me agarró del tobillo y casi me trago todo el agua de la piscina por su culpa.
Harry se rasca el cuello y hace una mueca.

—Respecto a eso... te quería pedir perdón —empieza.

—Ahórrate tus disculpas —le corto—. Sé que en realidad no lo sientes.

Me vuelvo con Noah y terminamos con los ejercicios que nos mandan a realizar.

~~~

Después de natación me toca cocina. Hoy vamos a probar los cupcakes que hicimos ayer y elaboraremos un nuevo plato. La profesora los saca cuidadosamente del frigorífico y coloca las bandejas sobre la mesa. La masa solo dio para que hiciéramos tres o cuatro por persona, que están agrupados cor un cartelito que lleva nuestros respectivos nombres para saber quién ha hecho qué. Me acerco al que pone Louis y cojo mis cuatro cupcakes.

Cuando estamos todos listos, cada uno se lleva un bocado del suyo propio a la boca. He de admitir que está realmente bueno, el sabor del chocolate blanco mezclado con un toque de fresa me encanta.

Llevo un par de bocados cuando me empieza a arder la barriga. Es una especie de dolor agudo que me empieza a pinchar en cada centímetro del estómago, así que dejo lo que queda de cupcake sobre la mesa y me pongo disimuladamente una mano sobre el vientre. Sin embargo, cuando los retortijones se hacen cada vez más fuertes, me llevo la otra mano también a la barriga y aprieto con fuerza los ojos para contener las lágrimas. Al volver a abrirlos, veo que Harry me está observando fijamente, como si hubiera estado esperando mi reacción.

Y entonces lo entiendo: ha hecho algo con mis cupcakes. Debe de haberles echado laxante esta noche, además, los cartelitos con nuestros nombres le han sido de gran ayuda para distinguir los míos y asegurarse de que solo yo sufriera este terrible dolor de barriga. Sin aguantarlo más, salgo corriendo de la cocina y me dirijo al primer baño que encuentro, donde me encierro y no salgo hasta cinco minutos después. Me encuentro mejor, pero sé que en un rato volverán los retortijones, así que decido volver a la clase para avisar a la profesora de que me voy a excusar.

Al entrar de nuevo, veo que la mujer se está llevando uno de mis cupcakes a su boca. Abro mucho los ojos y voy a gritarle que se detenga, pero Harry se me adelanta quitándoselo de la mano. De repente se me ocurre una idea.

—Vaya, Harry, veo que quieres probarlos —digo haciendo una mueca que provocan los pinchazos que ya están volviendo.

Me acerco hasta quedar muy cerca de él.

—La verdad es que... —empieza.

No le da tiempo a acabar la frase, porque en seguida envuelvo su mano con la mía —la que lleva el cupcake — y la dirijo hasta su boca. Se apresura a cerrarla, pero un poco de masa sí que ha entrado en ella. Noto cómo se pone nervioso porque no se atreve a escupir delante de todos, más que nada porque le preguntarán por qué lo ha hecho y no puede confesar que ha hechado laxante. Así que hace lo mismo que yo un rato antes: sale corriendo.

Lo imito y voy detrás de él para asegurarme de que no escupa fuera. Veo que se acerca a una papelera y que se va a inclinar sobre ella, así que voy lo más de prisa que puedo y me lanzo contra él. Le doy la vuelta rápidamente y le pongo una mano en la boca, impidiéndole que escupa. Lo empujo contra la pared y él pierde toda la fuerza, mi mano todavía contra su boca mientras la otra lo sujeta de la cintura para que no se escape.

Lo fulmino con la mirada hasta que noto cómo traga cuando no tiene más remedio y todavía tardo un poco en retirar la mano. La limpio en su camiseta sin romper el contacto visual que nos une.

—Te jodes —le digo en un susurro.

Con toda la dignidad que me queda —no es mucha, pero al menos él tampoco es que desborde dignidad— me alejo y vuelvo a entrar al baño.

this is our summer | larry stylinsonWhere stories live. Discover now