2. SUEÑO DE VERANO

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La mitad superior de su cuerpo desapareció dentro, mientras exploraba en el mundo de mi ropa nada a la moda, según su ojo experto.

-Pero no pienso bailar, estoy demasiado cansada.-dije a su espalda cruzándome de brazos.

-Con que vengas conmigo, estoy más que bien.- su voz salió amortiguada por las prendas. - ¡Acá, lo tengo! - se incorporó, y casi parecía que había encontrado a Narnia. Volviéndose me mostró lo que encontró. Un top sin breteles negro complementado con una mini falda cruzada de cuerina sintética elástica. En la otra mano, encima de su hombro colgaban mis tacos de presilla cruzada a juego con el conjunto. Me negué. - Sí, sí, sí.-añadió rápidamente sonriendo, y lo empujó hacia mí, pero no lo tomé.

-No, en serio, es muy corto y ajustado, y ya no me queda, tengo rollitos...-balbuceé, y puso mala cara.

-Boberías.-espetó frunciendo el ceño.

-No lo creo, Mika, de haber sabido que salíamos me habría puesto en la dieta, no puedo, me va a quedar horri...-me interrumpió nuevamente: -...hermoso, te queda pre-ci-o-so.- Deletreó cada silaba afirmándolo. Hice una mueca. -Y no tienes rollitos. Mételo en la cabeza.-

Respiré hondo y como último recurso dije: -Es para esos días que hace demasiado calor.- Hizo sonar otra vez su lengua disconforme.

-Hoy es ese día. Pruébatelo, y veamos, si no te gusta, buscamos otra cosa, ¿sí? ¿Porfis? -suplicó pestañando como una niña de 7 años. - ¿Porfis, porfis, porfis? –

-Bien.-cedí, y sin muchas ganas tomé la percha de su mano. Ya no estaba con energías de contrarrestar sus argumentos. Su cara de triunfo era realmente molesta. Me dirigí al baño dejando la puerta entreabierta. Colgué el conjunto sobre el marco de la puerta de la ducha y comencé a desvestirme.

Honestamente, debería haberme puesto a dieta, no había manera de que me quedara bien, digo, entrar va a entrar, la cuestión es que sea agradable a la vista.

Podía escucharla moverse en mi cuarto mientras me descambiaba. Me saqué toda la ropa interior, y deslicé la falda por mis largas piernas, subiéndola hasta que se aferró a mis caderas, que en realidad eran más hueso que grasa allí. Cuando subí el cierre en el costado, la tela se estrechó a mi cuerpo a la perfección. Ahora, era el turno del top.

Lo pasé encima de mi cabeza, y finalmente lo bajé por mis brazos ubicándolo sobre mis pechos.

Se ciñó a ellos, y con mis manos los acomodé dentro del brasier. Mi pulsera de dijes de plata en mi muñeca derecha no cesaba de tintinear. Jamás me la sacaba, mamá me la regaló a los quince junto con los dije de mi inicial, una piedra de cuarzo trasparente diciendo que su dureza y trasparente como el agua me reflejaba, y cada año sucesivo en mi cumpleaños añadía uno. Una corona de espigas, un reloj de arena con polvo que oscilaba de un lado a otro, y el último que lo encontré entre sus cosas cuando murió, el símbolo de infinito. Enterré ese pensamiento antes de que las lágrimas empañaran este momento.

Eché sobre mi espalda mi melena recta de rizos largos, y sin dar más vueltas, salí.

Mis zapatos de tacón estaban a los pies de mi cama. La espalda de Mika me miraba mientras rebuscaba dentro de mi bolso de maquillaje sobre el escritorio. Ya se había preparado algunas cosas sobre el escritorio: delineador, sombra, rímel y pinceletas.

Se volteó con un labial con capuzón negro en su mano, y una sonrisa se expandió por su rostro.

Oh, cielos. Sería su conejito de indias.

- ¡Estás preciosa! No, no, no. ¡Estás increíblemente sexy! Ves, que no necesitabas hacer dieta.-dijo acercándose, y tomándome de los hombros me llevó de nuevo frente al espejo. -Mírate.-

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora