❂ CAPÍTULO XXVI ❂ Despojos Mortales

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Valeska no tenía idea de cuantos días habían pasado desde que fue comprada. Viggo la encerró en una torre desde que alertaron sobre una invasión de bestias en medio de la conquista de Hardenya. La habitación no era diferente de un calabozo, se trataba de un espacio muy pequeño que disponía de un montículo de paja donde podía dormir, pero el suelo mohoso le quitaba todas las ganas de descansar y ya le resultaba difícil mantener la cordura.

Por más que gritara que la sacaran de allí, no había respuesta y no podía evitar llorar por la impotencia. «¡Maldito collar!», pensó impulsándose contra la puerta de madera, pero el impacto le ocasionó un fuerte dolor, incluso obtuvo un raspón. Estaba al borde de la desesperación mientras golpeaba la puerta con las manos.

—¡Auxilio! —gritó a quien fuera que estuviera afuera y no había respuesta alguna.

Las lágrimas se deslizaban por su rostro curtido en tierra, ese lugar tenía un hedor insoportable, debido a que debía hacer sus necesidades allí mismo. De un momento a otro se escucharon gritos angustiosos que sugerían que el territorio estaba bajo ataque. Entonces siguió gritando mientras golpeaba la puerta, tal vez si hubiese huido de Kasch no estuviera pasando por esa situación, y es que los hechos ocurridos no hacían más que desanimarla. «¿Qué clase de vida tuvo que experimentar papá? ¿Por qué no aceptar a mi madre como concubina? ¿Cómo es que tiene el cabello blanco y ése aspecto tan bestial?», tantas cosas pasaban por su mente y de pronto escuchó voces, cada vez más cerca.

—"Señor, aquí hay una habitación" —era una voz masculina que se escuchaba al otro lado de la puerta.

—¡Ayuda! —gritó Valeska llorando.

La puerta fue golpeada y ella se apartó rápidamente. Nuevamente la golpearon más fuerte tres veces más, ésta cedió cayendo contra el suelo y levantó una cortina de polvo. A Valeska le costó distinguir quienes eran, pero debido a las sombras que generaban cada uno de sus cuerpos, pudo percatarse que había cuatro personas.

El líder se abrió paso entre los otros hombres que parecían ser sus secuaces y al reconocer a ése señor, su expresión se ensombreció. Recordaba bastante bien al Blyuzkirn de la nación de hierro, entre su padre y sus amigas se las arreglaron para que la hermandad blanca lo expulsara de la alianza. Sin embargo, allí en ese lugar remoto, estaba ésa persona de facciones afiladas como un cuchillo, sus labios finos se curvaron en una cruel sonrisa al reconocerla. Fue allí que Valeska dedujo que si no escapaba, estaría perdida.

—Pero que pequeño es Ilihthyos, mira a quien he encontrado. La mismísima hija de Zhaon y parece que no tienes a esas sabandijas revoloteando a tu alrededor —se refería a sus amigas.

El miedo la inundó, no podía usar sus poderes debido al collar, así que se las arregló para empujar a uno de sus secuaces abriéndose camino. Corrió lo más rápido que pudo a través de los pasillos de esa fortaleza. Era imposible para ella no recordar a ese hombre de cabello castaño enmarañado que caía a la altura de su clavícula, la barba que siempre mantenía con un corte habitual para que le diera una apariencia más imponente con esos ojos profundos que poseía.

Bargghan el Blyuzkirn del astro vecino Varos, monarca de la nación del hierro. Cuando apenas era una adolescente, él le insistía a su padre que la quería de esposa, tanto era su enfermo deseo que la acosó por mucho tiempo en las diversas celebraciones que hubo en WaterWing. Con la ayuda de Darkmolet y su padre se deshicieron de esa persona o al menos eso creía. Entonces Ilihthyos era el lugar a donde eran exiliados, era algo que no tenía sentido para ella. A lo largo de su angustiante recorrido, trastabilló y cayó sobre su pecho.

La Caída De Absalón Station ©Where stories live. Discover now