Viaje de Zuriel y África - Parte 1-

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En el océano atlántico, el barco Nostelle navega tranquilamente después de peligrosa tormenta librada por los navegantes al iniciar la travesía entre mal tiempo y olas arremetiendo en gran tamaño. La tripulación y los clientes que pagaron para ser transportados de forma discreta hacia África, se compone de bandidos, ladrones, e inocentes.

Llegada la tarde cálida, uno de los ayudantes del capitán anuncia que se adentraran al continente por el río Senegal esa misma noche. La cabecera del río durante la noche es más fácil de ingresar sin los ojos curiosos de sus habitantes humanos.

En la baranda del barco se encuentran apoyados el equipo de Zuriel y el representante de África. El lobo se mantiene de pie detrás de la silueta de la demonio, preocupado de que al movimiento del navío la reina pueda caer de la baranda, donde se mantiene sentada y su la mirada perdida en el horizonte interminable, ignorando su alrededor.

Durante esos días de viaje, el lobo no habló más que para informar a la demonio sobre el recorrido y preguntar si necesitaba algo. Las respuestas de ella apenas eran palabras monosílabas. Sin embargo, la incomodad no forma parte de su atmósfera. Es como si los dos están tan familiarizados con la presencia del otro que se complementa en un silencio pacificador.

Desgraciadamente, ante los ojos de algunos bucaneros bandidos los habían observado con ojos codiciosos. Aburridos por el largo viaje, sin nadie que torturar o aprovecharse, además del mas nuevo integrante de su banda del cual ya habían golpeado, humillado y degradado a lava botas del jefe; deciden que es hora de tomar a la mujer de silueta esbelta y atrayente para su diversión. Lo que no les permitió acercase desde el inicio fue la figura musculosa del lobo. Mas alto que ellos, saben que tienen de las de perder.

El lobo se mantiene de pie para tapar lo que más puede la figura de la demonio, dispuesto a dar su vida por aquel ser oscuro. Algo le atrae con un fervor grande. Aquello no se puede deducir como amor, pero algo en su ser le grita que debe serle fiel hasta el último momento. Motivo por el cual se mantiene cerca sin tocarla, como si hacerlo es motivo de ofensa de algún tipo. Cree que, al ser una persona casada, debe respetar ese vínculo que aún no conoce.

Sin embargo, para su corazón bondadoso, no pasa desapercibido el maltrato al chico de aspecto lánguido, de endeble paso. Entre las conversaciones que pudo escuchar de los infames perpetradores del abuso, entiende que el pobre joven fue vendido a cambio de una deuda. Para el lobo no es nuevo, en África esto es común. El tritón no tendrá mucho que vivir si no es soltado al mar, donde sus heridas sanarían, sus azules ojos recobrarían luz y su piel blanca como la leche retomaría esa belleza exorbitante de las escamas.

Acostumbrado a pasar la tarde en aquella posición, desvía su vista hacia Zu al sentir como unos mechones rebeldes que se escaparon de la larga trenza rozan en su pectoral descubierto. Se percata que la demonio sonríe hacia el mar, motivo de su interés al deducir de acuerdo a los días de viaje, ella no cambia su expresión imparcial sino es por hermosos acontecimientos de la naturaleza.

El sonido de agua expulsada hacia el aire le hace volver su mirada a las ballenas que nadan cerca del barco, ofreciendo un espectáculo hermoso.

Sin previo aviso, la demonio se coloca de pie sobre la barandilla, retirando la falda de su vestuario. El lobo atrapa la tela en el aire como reflejo. Los chiflidos y cumplidos morbosos de los tripulantes se hacen escuchar, haciendo que el lobo les gruña con mirada amenazante.

Zu se deja caer al agua en un clavado perfecto. Nada con la habilidad de una sirena hasta las ballenas. Para ella no es nuevo acercarse a majestuosas criaturas. Se acerca al ojo de la ballena más cercana, acariciando despacio su piel. El animal se inclina hacia ella, esperando caricias y juegos.

Mi pequeña ZuWhere stories live. Discover now