La verdad de tus ojos

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— Danos a los elfos. Esto se termina aquí.

La sirena apoya su tridente en el suelo para sacar su celular y llama a las autoridades de las profundidades de mar Olthlan.

— ¿Por qué terminar si aún no iniciamos?

La sirena pega un respingo al sentir la voz provenir de su espalda. Voltea con la parte de tres cuchillas del tridente apuntando directo al cuello de Zu.

— Déjate de juegos, niñita. Estoy hablando en serio.

La sirena baja la mano en busca del látigo que camufla en su cintura como cinturón.

—¿Buscas esto?

Dice Zu mostrando el látigo a la altura de su sonrisa torcida.

La sirena baja el arma rápidamente, disparando una bola de energía proveniente de la punta del tridente hacia la pierna del elfo. Solo que la princesa atrapa la bola de energía en el aire.

— Dime, pececita, por qué tan impaciente — deja caer el látigo al suelo mientras levita a la altura del rostro de la criatura acuática, con sus manos apoyadas en la espalda.

La sirena intenta dar un paso hacia delante pero su cuerpo queda paralizado al instante.

—No sea impaciente. Si apenas iniciamos.

La princesa levita mas cerca para hablarle al oído.

—¿Qué sintió el Leviatán cuando le quitaron su libertad?

El silencio por parte del ser marino hace que Zu vuelva su mirada a los ojos de espirales negros y azules.

Anya intenta acercase a su amiga, pero los tritones y sirenas en guardia cortan el camino.

—Si le ponen sus asquerosas manos en mi sol, todos mueren. ¿Entiendes? — dice Zu.

Deshace el hechizo, viendo como la sirena Asherah respira agitada por falta de oxígeno.

Esa acción solo provoca enojo en la princesa del mar. Acostumbrada al respeto y honor en su linaje. Aprovecha que Zu desvía la mirada a su amiga, toma al elfo por la coleta, jalando con fuerza para dejar el cuello expuesto al filo del tridente.

—A mí nadie me habla de esa forma.

—A mí tampoco. Qué coincidencia, ¿no?

La sirena parpadea confusa por sus palabras, solo que al tercer parpadeo no es el elfo a quien tiene por el cabello, sino a uno de sus compañeros tritones.

—Asherah no vinimos a soportar tus caprichos. — vocifera el alfa cansado de tanto drama.

—¡La historia y sus consecuencias no son caprichos! — le grita mientras tira al suelo al hombre.

—No vamos a repetir esa escena.

El alfa sigue su camino, ofreciendo su mano a la pequeña Anya que se siente atemorizada por los tritones que le apuntan con sus armas.

—¡Es por esto que terminamos!, como crees que todo debe quedar en el pasado si en el presente están las consecuencias de todo el conflicto. Los corazones de quienes la vivieron siguen aquí, en su minoría, pero continúan aquí esperando justicia.

—No hay justicia en tus acciones, Asherah.

—¿Cómo qué no?

El alfa deja de caminar. Con furiosa contenida, mantiene su rostro impávido.

—Dime, si crees que es la solución, llevar al tribunal a estas dos jóvenes que no estuvieron en la guerra. Ellas ni siquiera habían nacido para cuando se terminó.

Mi pequeña ZuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora