Capítulo 1

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-Narra Blas-

Blas: Buenos días princesa... -le susurré al oído,mientras acariciaba su cuerpo desnudo entre las sábanas.

María se removió a mi lado, hasta abrir sus preciosos ojos verdes.

María: Déjame dormir un poquito más... -me rogó.

Se volvió a girar dándome la espalda y se tapó con las mantas de nuevo. A los pocos minutos, ya estaba durmiendo.

Verla así, sólo conseguía sacarme una sonrisa todavía más grande de la que ya tenía.

Respiré aliviado. Me encantaba en todos sus aspectos.

Adoraba su recién estrenada personalidad, sus mejillas sonrosadas cuando se avergonzaba de algo o sus pequeños enfados cuando le decía que no tenía razón. Sus siestecitas en el sofá cuando no le interesaba la película que estábamos viendo, sus puñetazos amistosos sobre mi pecho cuando conseguíamos otro pequeño logro juntos o sus gemidos cuando le hacía el amor.

Lo adoraba todo de ella. TODO.

Me levanté sin hacer ruido y descorrí las cortinas. Esa mañana, resaca del Día de los Enamorados, unas grandes nubes tapaban los rayos del sol, que intentaba entre ellas brillar con todo su esplendor. El frío todavía era palpable en el ambiente y el cielo anunciaba pequeñas gotas de lluvia en las próximas horas.

Pero el mal tiempo también se notaba en la habitación. Sentía como la humedad se me metía dentro de los poros de la piel, así que encendí la calefacción y me volví a meter en la cama.

Le di un suave beso en la cabeza a María y me volví a dormir. A los pocos minutos, sentí como ella se abrazaba a mí.

Me estremecí ante el contacto de nuestros cuerpos desnudos. Ya me estaba excitando...

María: Vamos princeso... ¡levántate! -susurró dándome pequeñas palmaditas en la cara.

Blas: Mira que eres mala ehhh... -le respodí con una sonrisa.

María: ¿¡¿Yo?!? ¡Pero si fuiste tú el que ha empezado!

Su nueva frase sólo consiguió una nueva carcajada por mi parte. Abrí los ojos y descubrí que estaba a escasos centímetros de mí.

Buff... imposible no besarla. Acerqué todavía más mi cara a la suya pero... María se echó hacia atrás.

María: No, no, no... -dijo chasqueando la lengua-. Me has despertado. Mereces un castigo.

Blas: ¿Un castigo?

Pensé un poco que podía ser lo que necesitaba, pero no se me ocurría nada.

Blas: A ver... ¿que quieres?

María: Nada. ¿Qué quieres tú?

Blas: Darte un beso. Solo eso.

María: Yo solo quiero darte un beso... Regalarte todas mis mañanas... -empezó a cantar.

Blas: ¡Que mala eres, madre mía! -dije abrazandola hasta conseguir que se pusiera debajo de mí.

María: No soy mala. Soy realista -explicó esbozando unas sonrisa de oreja a oreja.

Estaba tan guapa cuando sonreía que ... Esta vez sí que se rindió a mi beso.

Me incliné poco a poco sobre ella, hasta conseguir pegar sus finos labios con los míos. Introducí mi lengua en su boca y dejé que ésta jugará con la suya durante los largos dos minutos que duró nuestra declaración de amor.

María: Te quiero... -susurró.

Blas: No...Yo más...

María: Mentiroso

Blas: Mentirosa -dije antes de volver a besarla.

Me encantaba este tipo de contacto con ella. Me hacía sentir vivo. Era como la gasolina que accionaba mi motor interno. La razón por la que seguir luchando a su lado cada día.

María: Ahora creo que ya es hora de levantarse

Blas: Pues ahora a mí no me apetece

María: Me da igual. ¡Yo quiero levantarme! -gritó-  ¡Sácate de encima mía!

Blas: ¡No!

Le empecé a coger las muñecas para que se estuviera quieta, pero fue imposible. A los pocos segundos ya estaba caminando por el pasillo rumbo a la cocina.

Salí de la cama lo más rápido posible y me avalancé sobre ella, cogiendola en brazos.

María: ¿Sabes que? -me dijo muy seria-. Parecemos Adán y Eva, pero en vez de estar en el paraíso, estamos desnudos en un piso jajaja

Blas: Tengo la calefacción puesta. No te preocupes que no te vas a acatarrar

María: Yo no lo decía por eso... -y me agarró del cuello acercándome a su boca, mordiéndome y tirándome del labio.

Sabía perfectamente a lo que se refería.

Blas: ¿¡¿otra vez?!? -le pregunté, sorprendido-. ¿No te llegó con lo de ayer?

Bueno, me explico. Llevábamos un año sin tener sexo, así que esta noche, que había sido el Día de los Enamorados, decidimos hacerlo, celebrando que ella ya estaba recuperada.

María: Eres tan tentador...

Blas: ¿Yo o "mini Blas"? -reí.

María: Las dos cosas -dijo con una sonrisa.

Blas: Mmm... -pensé-. ¿Y dónde te apetece hacerlo?

La pegué contra la pared, poniendo mis brazos a cada uno de los lados de su cabeza, intentando que no pudiera escapar de mi "celda".

María: Me gustaría probar algo diferente...

Madre mía. Fue decir eso y ya tenía la cabeza llena de fantasías. Me daba vergüenza hasta a mi mismo. ¿Desde cuando tenía la mente tan sucia?

La cogí de nuevo y ella rodeó con sus piernas mi cintura, lo que hizo que todavía me excitara más.

María: ¿No te piensas mover de aquí? -susurró a mi oído, mientras yo le mordía delicadamente el cuello.

Blas: ¿No querías algo diferente? Pues es lo que estoy haciendo. Te haré el amor de pié -le expliqué entre besos.

María: Mmm... me gusta la idea...

Volvió a besarme, pero esta vez con más pasión que antes. En pocos minutos, ya me encontraba dentro de ella. Nuestros gemidos ahogaban la casa sin control.

Estaba tan excitado que hasta me tenblaban las piernas, así que caminé con María en brazos hasta la habitación, para después tumbarla sobre la cama.

Ambos estábamos exhaustos, pero había merecido la pena.

María: Deseo número 25...

Blas: Cumplido...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora