Capítulo 50

2.1K 106 10
                                    

-Narra María-

Blas: ¿Quieres pasar a... la "siguiente fase"... conmigo?

Esa pregunta... la temida cuestión...

Sexo...

Llevaba ya mucho tiempo pensando en eso. En que tarde o temprano, si quería seguir con el, tendríamos que hacerlo.

Tenía miedo, y mucho.

Sabía que él jamás me haría daño, que me respetaría ante todo, pero miles de recuerdos asomaron por mi cabeza en el momento en el que dijo esas palabras.

Me quedé en silencio, buscando el modo de responderle.

Blas: Si no quieres... no... pasa nada... -me dijo, agachando la cabeza, avergonzado.

Así todavía me ponía las cosas peor. Yo no quería verlo triste...

María: No... no es eso... Sólo es que...

No quería defraudarle. El había hecho muchas cosas por mi, y yo debía hacer algo por él a cambio, algo que le hiciera feliz.

Blas: ¿Qué?

María: Vamos a... hacerlo...

Me maldice por aquellas palabras, pero debía aguantar. Por Blas.

Se acercó a mi, y empezó a besarme.

Yo le seguí, todavía asustada, y me tumbó sobre la cama.

No sabía qué hacer, estaba  desconcertada por la situación, con los ojos puestos en el techo, deseando que todo acabara lo más pronto posible.

Empezó a desnudarme, y a desnudarse, y los recuerdos empezaron a regresar a mi mente.

Médicos que me decían que no me pasaría nada, y que acababan mintiéndome; que me iban quitando la ropa, poco a poco, como Blas lo estaba haciendo ahora conmigo; que me pegaban bofetadas y puñetazos; me arañaban todo el cuerpo, para que sufriera todavía más por todo lo que les había hecho...

No... no... no...no, no, no, no... ¡No!

Comencé a chillar y a pegar patadas, con toda la fuerza que me era posible utilizar.

El se quitó de encima de mi, y yo me levante rápidamente, para ir a refugiarme a mi esquina, aquel lugar que tanto me protegía en situaciones como esta...

Me senté sobre el suelo, con las rodillas flexionadas y pegadas a mi cuerpo, mientras comenzaba a llorar y temblar.

Blas: Ehhh... pequeña... -dijo mientras se bajaba de la cama, para acercarse a mi.

Se sentó a mi lado, también sobre el suelo pero, al contrario que las otras veces, no dijo nada, sino que se limitó a mirar "hacia el infinito".

Tras varios minutos de agonía, en los que casi no era capaz de respirar por culpa de las lágrimas que caían por mis mejillas, conseguí hablar.

María: Lo... siento... -sollocé.

Me miró a los ojos, muy fijamente y, entre la oscuridad de la noche, conseguí atisbar que él también estaba llorando.

Blas: No... tú no debes de sentirlo... jamás... -me contestó entre sollozos.

Jamás lo había visto así, tan hundido y destrozado, sin casi poder articular palabra...

Sus lágrimas le caían por las mejillas de una forma casi descomunal y eso hacía que yo también me pusiera todavía peor.

Blas: Te han hecho creer que el sexo es algo malo, que tu sólo eres un juguete, y que tus sentimientos no importan para la persona que esté disfrutando contigo... Que todo lo que te pasa es por algo que has hecho, aunque sea en defensa propia... Y que jamás debes confiar en nadie, porque siempre te van a acabar traicionando...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora