Capítulo 44

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-Narra Blas-

Tras dos semanas más en el hospital, nos dieron la mejor noticia que nos podían haber dado en muchos meses: pronto le darían el alta a María.

Para eso, tenían que hacerle un escáner general de todo el cuerpo, por si todavía pudiera haber alguna zona dañada.

Por suerte, la doctora no parecía estar preocupada por la prueba, pero todo cambió el día de los resultados.

Su cara al venir a buscarme a la  habitación para llevar a su despacho lo decía todo, aunque María no se dio cuenta de nada.

La seguí por los pasillos nervioso, intentado buscar una explicación a su rostro, pero no se me ocurría nada.

Doctora: Pasa -dijo mientras me abría la puerta.

Me senté en una de las sillas que había al lado de su escritorio sin mediar palabra, y lo mismo hizo ella.

Cruzó los brazos por encima de la mesa, y se me quedó mirando fijamente.

Era hora de actuar.

Blas: ¿Que pasa? -dije mientras también me apoyaba sobre la mesa.

Doctora: Ojalá lo supiera...

Me sorprendió esa respuesta, pero tenía que conseguir averiguar qué era lo que le pasaba a mi ángel.

Blas: Expliquese, por favor

Doctora: ¿Recuerdas las pruebas que le hicimos la semana pasada? -asentí con la cabeza-. Pues hay una zona que no sale escaneada.

Blas: Pues a lo mejor es la máquina que está estropeada. ¿No cree?

Doctora: No. Funciona en todos los pacientes menos en ella y además le hicimos dos radiografías para cerciorarnos. Pero nada... -dijo apenada.

Blas: ¿Y que zona es?

Doctora: El brazo derecho. ¿Recuerdas si ella te mencionó alguna vez un problema con esta articulación?

Pensé durante unos segundos. Sin resultado.

Blas: No. Nunca me dijo nada.

Doctora: Pues algo pasa. Esto no es normal. Podríamos... -se quedó un rato en silencio-. Podríamos preguntarle y sino le haremos más pruebas. ¿Te parece bien?

Blas: Claro. No tengo ningún problema.

Doctora: Pues vamos -dijo levantándose de su silla.

La seguí hasta la puerta.

Doctora: Vete ya para la habitación. Yo voy a llamar a su psicológo por si necesitamos su ayuda -asentí con la cabeza, mientras yo emprendia mi camino.

Su psicológo se llamaba Juan, y era un hombre de unos 60 años. La verdad, era majisimo, y te hacía sentir completamente en familia cuando hablabas con  el.

Al llegar a la habitación María me miró con curiosidad.

María: ¿Todo bien?

Genial. ¿Y ahora que le decía? Debía mentirle, aunque me sintiera culpable.

¡No! ¡No podía hacerlo!

Blas: Mira... -dije mientras me sentaba a su lado-, va a venir la doctora a hablar contigo ahora, ¿vale? Sólo quiere preguntarte una cosa.

María: ¿Es malo?

Se le empezaron a nublar los ojos, y su rostro cambió por completo.

Blas: Eh, mirame -dije levantandole la barbilla-. No pasa nada. Voy a estar contigo, no debes tener miedo

María: Vale... -dijo no muy convencida mientras se abrazaba a mi con fuerza.

Tras unos segundos, entraron los médicos.

Psicólogo: A ver parejita...

María se echó a reír nada más escucharlo.

Doctora: ¿Que tal estás? -dijo acercandose a ella.

María: Bien. Como siempre

Psicólogo: Te has olvidado el "muy" ehhh

Ella le asesinó con la mirada, pero de forma divertida.

Doctora: Bueno. Vamos a lo que vamos...

Ella nos empezó a ver con desconfianza.

María: Me estáis asustando...

Psicólogo: Es que está mujer siempre es así. ¡Pues ahora hablo yo!

Doctora: Que paciencia tempo que tener contigo, madre mía... Adelante

Daba risa sólo de verles. Parecían un matrimonio cincuentón.

Psicólogo: A ver cielo... ¿Recuerdas algo que te pudieron hacer en el pasado en el brazo?

María agachó la cabeza.

Doctora: Dinoslo. No va a pasar nada. Tranquila.... -y le cogió la mano.

Blas: Estoy contigo. No te preocupes.

Psicólogo: ¿Te podían haber... inyectado algo?

Ella respiró profundamente.

María: No... No me han hecho nada en los brazos. Nunca...

Blas: No mientas. Por favor -dije acariciandole la espalda.

Ella se quedó en silencio, entonces el psicólogo se alejó a hablar con la doctora.

-Narra la doctora-

La verdad, cada día María me daba más pena.

Estaba bien hasta que le preguntaban algo de su pasado.

Era cierto que lo había pasado muy mal, pero ya le habíamos excitado cientos de veces que ya no le pasaría más nada por que estaban, o bien muertos, o en la cárcel.

Después de que ella agachar la cabeza, intuí que, por mucho que le forzaramos, ella no iba a decir nada.

Psicólogo: Dejémosla un rato tranquila. Si no quiere responder, no le podemos forzar. Algún día lo dirá, no te preocupes... -me dijo en voz baja, a lo que yo asentí.

Noam despedimos de ellos y, tras un rato hablando sobre los progresos de la chica, cada uno siguió con su trabajo.

-Narra Blas-

Sabía perfectamente que María escondía algo, así que ahora sólo era cuestión de tiempo que lo soltara.

El problema era cuándo, porque mientras ella no lo dijera, no podríamos salir del hospital.

Estuvimos hablando un rato, entre risas, bromas y besos, hasta que ella decidió parar, porque "estaba cansada", aunque yo eso no me lo creía.

Me senté en el sofá, y empecé a jugar con mi iPhone.

Twitter, instagram, facebook... Después de investigar un poco por todas las redes sociales, comencé a aburrirme.

Abrí el Whatsapp, y comencé a hablar un poco con los chicos, que sólo me preguntaban por  cómo estaba ella.

¿Que cómo estaba? Sentada como un indio sobre la camilla, con la cabeza agachada, y mirando hacia el infinito.

A los pocos minutos, escuché sus sollozos.

Blas: Ehhh, ¿que pasa? -dije acercándome a ella para abrazarla.

María seguía sin responder.

Blas: Sabes perfectamente que sino quieres decir lo que te pasa no te vamos a obligar, ¿vale?

María: Me duele... -dijo soltando un alarido, entre lágrimas.

Blas: ¿El brazo? -comencé a asustarme, mientras ella asentía con la cabeza-. ¿Me dejas verlo?

María: Si...

Lo levantó poco a poco, y comencé a inapeccionarselo centímetro a centímetro.

En la parte trasera, cerca de la axila, tenía un pequeño bulto.

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora