Capítulo 19

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-Narra María-

El nuevo vecino era alto, de pelo negro y corto y su ajustada camiseta daba a entrever que su cuerpo contaba con varias horas de gimnasio encima.

Me iba el corazón a mil por hora. ¿Qué me estaba pasando? Pensaba (o quería pensar) que eran las hormonas, pero en el fondo sabia que la atracción que estaba empezando a sentir por aquel chico no era nada producido por mi embarazo.

¿Comenzaba a gustarme? Esperaba que no. ¿Qué pasaría con Blas si esto sucediese? Y, lo más importante, ¿qué seria del bebé?

X: ¡Hola! ¿Queríais algo? -nos preguntó con una reluciente y perfecta sonrisa.

Me quede pensativa. Tenía una voz muy bonita, muy... masculina.

Antia me dio un codazo, por lo que volví a la realidad. Tendría que inventarme una buena excusa para que no nos pillase.

María: Eh... sí. ¿Tienes chocolate? Es que estoy embarazada y no me apetece bajar a buscarlo... Por cierto, me llamo María. Soy tu vecina de arriba -dije, y me lancé a darle dos besos.

Su piel era taaaan suave. Me sentí en el cielo cuando sus labios rozaron mi piel. ¡NO! ¡STOP! No podía sentir eso. En mi vida estaba Blas, y punto. El me había salvado la vida y no podía dejarlo así por que si.

Antia se rió en ese momento. Creo que empezó a entender lo que me estaba pasando enseguida.

X: Yo me llamo Alejandro, pero me llaman Álex. Y soy... ¿tu vecino de abajo? -dijo riéndose.

Antia: ¡Pues yo soy Antia! Gran amiga y mejor persona. Me verás mucho por aquí, te lo garantizo...y perdón por lo del tropiezo de antes en las escaleras. Iba completamente en mi mundo y  no te vi bajar.

Acto seguido me dio un codazo y se acercó a darle dos besos. Luego se volvió a poner detrás de mi.

Álex: Creo que me acordaré de vuestros nombres, aunque no garantizo nada. Disculpadme si me olvido, acabo de llegar a Madrid.

Antia: No pasa nada hombre. Si yo también soy muy olvidadiza -respondió dándole una palmadita en el torso, pero la mano se le quedó paralizada cuando tocó sus músculos, así que le tuve que dar con mi mano en su brazo para que se separase de él.

Álex se quedo un poco sorprendido, pero fingió no haber notado nada.

Álex: Bueno, voy a ver si tengo algo de chocolate. Una duda Antia, ¿no podías bajar tu a comprárselo?

Antia se quedó en silencio, pensando en una buena mentira que contarle, mientras yo por dentro me moría de la risa. Era muy listo...

Antia: Es que... al subir... cuando me tropecé contigo... ¡me hice daño en un pie! Y ahora me duele mucho. Pero que quede claro que yo por mi amiga hago lo que sea...

Álex: No lo pongo en duda, se os ve muy unidas...

María: Si. Nos llevamos muy bien -dije abrazándola por la espalda.

Luego él se fue a buscar el chocolate, así que nosotras empezamos a cuchichear en voz baja para que no nos escuchase.

Antia: Te dije que estaba bueno eh...

María: Por nada del mundo me lo hubiese imaginado así. Me iba el corazón a mil cuando me dio los dos besos.

Antia: O cuando se los diste tu, ¿no? Nunca pensé que llegarias a ser tan lanzada eh

María: No pude evitarlo. Es que es taaaan guapo...

Antia: ¡Calla! Que estás embarazada de Blas, que no se te olvide -en ese momento, se quedó en silencio, y me miro con los ojos como platos -. ¿Te gusta?

Pero, de repente, Álex apareció, por lo que Antia se quedó sin su respuesta.

Álex: Solo tengo galletas de chocolate. Si te sirve... -dijo, ofreciéndome el paquete.

María: Sí. No te preocupes. Me conformo con cualquier cosa que lo lleve -y lo cogí.

Álex: En fin, tengo que dejaros. Todavía me quedan muchas cosas por desempaquetar.

Antia: Tranquilo, nosotras ya nos vamos, que también tenemos prisa.

Álex: Bueno, encantado de conoceros. Espero que nos volvamos a ver muy pronto. Hasta luego -dijo cerrando la puerta.

Ambas nos miramos y, acto seguido, nos echamos a reír.

María: ¿Por qué le dijiste que teníamos prisa? ¿A dónde nos vamos a ir?

Antia: A ningún sitio. Solo era para que no pensase que somos unas pesadas.

Empezamos a subir las escaleras, resignadas por no poder haber seguido hablando con él.

Al volver a casa, nos sentamos en el sofá y empezamos a comer las galletas que Álex nos había dado. 

Fue en ese momento cuando me acordé de la sorpresa que le tenía preparada a Antia. Y justo, en el momento en que me iba a levantar para dársela, ella empezó a decir...

Antia: Al final, no me has respondido a la pregunta de si te gusta Álex...


¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora