14. No es él (Primera parte)

6.9K 619 966
                                    

Al abrir la puerta de vidrio de la cafetería, me surcó un brusco recuerdo de mi primer trabajo. Fue como la tenue y fugaz proyección de una película, de hacía casi un año atrás, en una época distinta. Por un corto y casi doloroso instante, pude apreciar la imagen de la zona de mesas del Monette's Coffee, con Diana ayudando a preparar el mostrador o platicando con otras compañeras. Instintivamente no pude evitar pensar también en David, ambas personas que formaron gran parte de mi vida por largo tiempo y que ahora ninguno de los dos era capaz de recordarme... porque un demonio manipuló sus recuerdos para que así fuera.

Un demonio, así como el que estaba sentado ahora en una de las mesas del fondo, la más apartada.

Nat me apretó el brazo mientras avanzábamos, pero yo no pude prestarle mucha atención a su inquietud porque estaba demasiado asombrada con la imagen de él. Era la primera vez que lo veía así, como estaba en estos momentos: rodeado de personas. De seres humanos. Nunca me había imaginado al apático de Alocer en un escenario como este, estaba demasiado acostumbrada a su apariencia de ermitaño. Claro que nadie, aparte de nosotras, era consciente de qué clase de ser estaba ahí sentado bebiendo café y comiendo lo que parecía ser un trozo de tarta, como cualquiera de ellos. Si lo hubieran sabido, habría sido una historia completamente diferente.

En el instante en que Alocer se percató de nuestra presencia, alzó la vista del libro de cubierta marrón que tenía abierto en su mano, y lo cerró bruscamente. Se metió una mano en el bolsillo y vio la hora en un pequeño reloj que colgaba de una fina cadena, apretó los labios y lo guardó de nuevo.

«Llegué puntual, imbécil», pensé en decirle, pero me limité a tomar asiento en la butaca frente a él en cuanto nos hizo un gesto relajado con una mano.

Nat dejó escapar un suspiro cargado de nerviosismo mientras se sentaba a mi lado, pero Alocer no pareció advertirlo. Clavé los ojos en el libro que él dejó cerrado junto a su taza de café —negro y sin azúcar, como me pedía a mí que se lo preparara—, pero en la cubierta no había ningún título a la vista.

—¿Qué es eso? —inquirí.

—Antes que nada, buenos días —dijo el demonio. Puso los codos encima de la mesa y apoyó la barbilla en las manos entrecruzadas—. Que yo sepa, no dormimos juntos anoche.

—Déjate de tonterías —repliqué algo irritada—. ¿De qué querías hablar? ¿Qué se supone que descubriste? —Dudé un segundo, tratando de recordar con más detalle lo que había ocurrido la noche anterior—. ¿Y cómo diablos me pudiste enviar ese mensaje?

El demonio curvó los labios hacia abajo en un gesto de absoluta despreocupación.

—En primer lugar, te quedas a dormir en mi propia casa. Sacar tu teléfono de tu bolso y buscar tu número para guardarlo en caso de que lo necesitara no fue algo difícil.

—Tú...

—Y en segundo... —me interrumpió alzando un dedo, tomó el libro y lo abrió para enseñármelo abiertamente. No era un libro en sí, como había pensado, porque lo poco que tenía de texto estaba escrito a mano con esa caligrafía cursiva y elegante que solía usar la gente de antes. Era como una especie de libreta—. Ese día que nos vimos me contaste que hubo cierto evento curioso el día de tu nacimiento. Yo encontré pruebas, evidencias del posterior incendio del hospital donde llegaste al mundo. —Se encogió de hombros—. Y me entretuve buscando algunos testigos, al personal involucrado, y los recuerdos que les quedaron de ese día.

No pude evitar la chispa de sorpresa que me surcó. Sostuve la libreta en mis manos y vi los pedazos de periódico antiguo, arrancados y pegados a las páginas. Pertenecían a la noticia local que yo había visto antes, sobre el nacimiento de Anthony y mío. Había otras notas pequeñas escritas con pluma, y esa letra singular parecía ser del propio Alocer; indicaban nombres de personas que yo desconocía por completo.

EtéreoWhere stories live. Discover now