Capítulo 10

6.1K 301 7
                                    

Narra Emma...

−Te daré tres segundos para que me golpees, si es que puedes.

−Tres segundos para... – Me interrumpe y se abalanza sobre mis labios robándome un beso

−Uno, dos, tres ¿por qué no lo haces? - Pregunta alejándose.

Me quedo sin palabras por segundos.

<<Pensé que se rendiría de estar conmigo, pero no es así. Qué es para él rendirse>>

Presa de mis pensamientos, no me doy cuenta de que nuevamente sus labios se acercan como un par de lobos acechadores.

La fuerza de su beso hace que mi espalda se planche más con el espaldar del asiento.

Duele.

–Chris...mi espalda.

−Vamos al hospital. - La punta de su lengua rosa su labio inferior como si lo estuviera saboreando.

− ¿Por qué ...lo hiciste? –Pregunto desconcertada.

−¿Pensaste que me rendiría y te dejaría sola?

−Sí. – Le asegure.

−Eso no va a pasar. Eres descuidada, tonta, tienes mal sentido de la ubicación y peleona.

−¿Mal sentido de la ubicación? Oye, si tanto soy así ¿por qué no me dejas?

−Porque también eres inteligente, fuerte, amable, –sigue enumerando en sus dedos las cosas buenas que miraba según él, en mí –; te pones en riesgo para ayudar, linda y mil cosas más. Así que no te voy a dejar tan fácil y menos ahora que te he besado. Es un primer paso para mí y un castigo para ti.

−¿Besar? ¿Castigo? ¡¿Estás demente?! No eres mi padre –refunfuñe.

−Pero si tú prometido.

−Aún no lo eres.

− Bien lo dices...aún.

En el hospital me toman unas cuantas radiografías sin antes pasar por una buena hablada de mi madre, que por mala suerte estaba ahí.

−No tienes facturas, ni daños internos, tienes suerte. – Dice mi madre mientras mira las radiografías –. Ahora sácate la blusa quiero ver tus hematomas.

−No son tan graves. ¿Sabes? Yo también tengo el conocimiento. – Me saco completamente la blusa y al voltear Chris entra – ¡Fuera de aquí! – Demando.

−No, es una buena vista.

−¡Largo!

−¡Por Dios, hija! Un día te va a ver desnuda y no vas a estar así. Date la vuelta tienes dos hematomas que no son tan graves, pero serán dolorosos.

−No va a verme desnuda.

−Sí claro. Chris, quiero que apliques esta crema en los hematomas.

−Yo puedo hacerlo. Tengo dos brazos en buen estado.

− Soy consciente de ello, pero tampoco puedes alcanzarlos. –Pone su atención en Chris, quien se ha negado rotundamente es salir –. Estas cremas solo en las noches al igual que éstas pastillas antes de dormir. – Le entrega las cosas sin regresarme a ver.

−¿En serio le entregaste todo a Chris como si fuera mi padre?

−Es tu esposo.

−¡Mamá! –Repliqué.

−Tranquila señora White, me haré cargo de todo.

−Gracias. Comunícame si sucede algo.

Cuando llegamos a casa tomo un baño. Admito que me duele, pero es mejor eso antes que tener un hueso roto.

Salgo y Chris está sentado en el filo de mi cama.

−Te voy a poner la crema, sácate tu camisón.

No suena demandante, lo que pasa es que suena como si lo estuviera disfrutando y lo digo por sus labios torcidos a un lado.

−Suenas como pervertido. ¿Lo sabías?

− ¿En qué parte sueno como un pervertido? No haré nada a menos que tú quieres hacer otra cosa.

−Dame las cremas yo puedo hacerlo. – Trato de alcanzarlas.

− ¿A las malas o las buenas?

−¿Qué sucede si escojo a las malas? –Lo encaro sin retroceder.

−Lo podemos descubrir muy placenteramente.

−No molestes, solo ponlas y vete de mi habitación.

−Entendido.

Siento como la tela empieza a subir dejando mi piel a la vista. Su mano es suave, pero por el simple rose también siento que son fuertes y grandes. Me hace sentir un mar de sensaciones extrañas.

Muy extrañas, casi puedo asegurar que son placenteras.

−Auch....

−Lo siento, avísame si te hago daño.

Sus masajes son un tanto placenteros. Si no fuera por el leve dolor diría que estoy en un spa.

–Listo. Eso todo por hoy, ahora toma tu pastilla. – Me la entrega junto con una botella de agua.

−Gracias.

Tomó el medicamento. Sin previo aviso siento como sus brazos rodean mi vientre. Es un tanto incomodo si viene así de repente.

−Si te mueves te va a doler.

−Entonces quítate.

−Me asusté cuando Martín dijo que no despertabas. Pensé que morirías.

−¿Morir, yo? No lo creo, soy como la hierba mala –le aseguré.

−No es así, más bien eres una rosa salvaje.

−Lo siento por tener espinas grandes. Además, quería ayudarlo; cuando lo vi no dudé en seguirlo. Jamás lo hago.

−Sólo me importa que tú estés bien, eso es todo.

−Le prometí llevarlo a la cascada después de su castigo. –Lo dije sin ni siquiera medir lo que diría a continuación.

−No prometas a otros hombres nada.

−Es un niño, pero a pesar de su edad me propuso que sea su novia. − Suelto una carcajada.

La primera reacción de Chris fue alejarse de golpe.

−Ese niño, necesita unas nalgadas mas que un simple castigo.

−Y tú un psicólogo. En toda mi vida, no, en todo el mundo no creó que exista un hombre tan celoso como tú.

No aguantó más tener una conversación con un hombre celoso, así que lo empiezo a empujar en dirección a la salida.

−Espera un momento.

−No, y gracias por todo. – Cierro la puerta con seguro.

−Emma. – Dice por detrás de la puerta.

−¿Qué sucede?

−Sabes que no me rendiré fácilmente.

−Lo sé, pero de eso me encargaré yo. Tú sólo espera.

−Quiero ver eso. Hoy te bese, mañana puede ser otra cosa.

−Mejor ve a dormir.

−¿Quieres dormir conmigo?

−¿Quieres que llame a la policía?

−Llámalos y diles que te presten su uniforme. Para mí los uniformes de las mujeres son candentes. – Lo aclaro como si fuera algo de lo más normal, bueno, en otros casos y en otras personas tal vez lo eran.

<<En que está pensando este hombre.>>

−¿Candente? ¡Qué tiene de candente un uniforme maldito pervertido!

– Porque se viera perfecto en ti. Me gustas. Buenas noches.

Después de eso no escucho nada más que a mi propio corazón, como si hubieran apostatado que corazón late más por unas simples palabras. 

Matrimonio PredestinadoWhere stories live. Discover now