Capítulo XV. Prohibido incitarme

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Escalofríos, dolor de cabeza, nariz constipada, estornudos... Fue el pequeño obsequio de la anterior madrugada. Aun así, trató de aclarar su garganta y limpiar su nariz lo mejor que pudo para escucharse creíble.

Su pecho recostado sobre el sofá, una frazada rodeando su cuerpo, pañuelos desechables a la mano, y el oído al teléfono.

Iori observándolo desde el umbral de la puerta, con una ligera sonrisa por la charlatanería que salía de sus labios. Sosteniendo con sus manos el estuche con su bajo adentro.

—Claro. Ella estará bien a mi lado, viejo. ¿Qué tiene que nada más seamos ella y yo? ¿Shizu... Mi madre quiere hablar conmigo? Está bien, dale el teléfono —resopló.

Kyo se reacomodó, enredando sus dedos en el cordón. Hasta que la voz de Shizuka se escuchó tenuemente.

—No pasará nada. No seré imprudente —esperó contestación—. Sí, Yuki les avisará a sus padres; de hecho, lo está haciendo en este momento... Ajá, sí —se incorporó de sobresalto—. ¡Por supuesto que no! No haré cosas indebidas. ¿Por qué piensas mal de mí? Es un viaje no una luna de miel por adelantado —respiró hondo para relajarse—. Te lo aseguro, no haré nada extraño. No entre nosotros...

Luego de colgar, Kyo marcó la última combinación numérica.

—...No, su hija fue quien tuvo la idea. Estará bien. ¿Quiere hablarle? Está muy ocupada, me dijo que le avisara por ella.

Finalizó con las llamadas.

—No sé cómo sus padres dejan a su hija en tus manos.

Kyo tomó uno de los pañuelos y oprimió su nariz con él.

—Yo tampoco. Solo confían y ya —respondió sin mirarlo, mientras posicionaba el teléfono en su lugar—. Me pregunto si Yuki estará enferma como yo.

—No creo que te preocupe.

—Claro que sí —volteó a verlo—. Me preocupa.

—Y a mí me preocupa lo mentiroso que puedes llegar a ser —sonrió de lado.

—No acostumbro hacerl... —suspiró—. ¿Sabes? Yuki fue la que empezó con la mentira. Ella es la responsable de todo esto. Incluso de que hoy esté aquí, contigo —rascó debajo de su nariz luego de estornudar—. Deberías agradecerle.

—¿Ah, sí? —burló—. ¿Qué harás si te descubren?

Iori se colocó el estuche en su espalda.

—No lo harán —aseguró—. ¿Te vas?

—Tengo que trabajar, Kyo.

—Está bien.

—Solo no hagas tantos destrozos.

—Bien, solo haré pocos —sonrió, con una de esas sonrisas que demostraban lo contrario—. Confía en mí, Yagami.

—Después de lo que acabo de escuchar, lo dudo.

El mayor salió, dejando a Kyo a solas dentro de su casa.

El Kusanagi tenía el espacio a su merced, podía hurgar entre sus cosas y divertirse un poco; pero no lo haría, el malestar lo obligó a pasar la mayor parte del día recostado en la cama. La principal, por supuesto.

Tomó un baño, desayunó, y buscó alguna prenda ligera del otro hombre (con la cual estuviera cómodo). No hizo nada más.

Al caer la noche, logró apreciar el tintinear de las llaves abriendo el cerrojo —a pesar de la distancia—, pues el silencio era el protagonista del hogar.

El contrato┊IorixKyoWhere stories live. Discover now