Capítulo VIII. Prohibido inmovilizar mi cuerpo

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—¿Ah, sí? ¿Y cuál es?

—«Yuki».

Había llegado al límite de su tolerancia.

—Vete a la mierda.

Se incorporó como pudo.

Hacía una semana y un día, le exigió claramente que no entrometiera a su novia, y de nuevo él insistía con pronunciar su nombre. ¿Qué no el mismo Iori mencionaba que él era incapaz de mezclar la vida personal con la laboral?

Lo hiciera o no, Kyo sabía perfecto lo que tramaba su enemigo. Nunca tuvo la intención de otorgarle una estúpida palabra de seguridad, solo quería provocar que se enojara más de lo que ya estaba. Por otra parte, jamás utilizaría aquella palabra para pedirle que se detuviera. Al hacerlo, le recordaría a la muchacha y él quería evitarlo a toda costa. Por tal razón, decidió que «Yuki» era la más adecuada (para Iori mismo). Al fin de cuentas, Kyo no la emplearía por más que decidiera detener alguna práctica incómoda.

Se abalanzó contra él, abasteciéndole un par de patadas que lógicamente fueron contrarrestadas con facilidad.

El no tan espacioso lugar, la entrada noche y las esposas, eran su principal desventaja. Su misma impulsividad le obligaba a ir en contra de él.

Intercambios inútiles de ataques y varios objetos rotos, fue el único resultado que obtuvo.

Su oponente no deseaba combatir con él en ese momento, de un golpe directo sobre su pecho lo envió al suelo. Era difícil poder defenderse con sus brazos inmovilizados.

Kyo, se levantó de nuevo y examinó de manera rápida la situación, al ver que sus movimientos no lo llevarían a nada, utilizó su voz de la forma que menos tenía planeada.

—Quítame tu maldito juguete.

—No lo voy a hacer.

Esperaba esa respuesta, al pedirlo de aquella manera era evidente que jamás lo haría.

—Te arrepentirás si no lo haces.

—¿Qué puedes hacer? ¿Irte y azotar la puerta?

El castaño tragó saliva y suspiró profundo, tratando de mantener una postura serena, nuevamente. No hizo nada, no dijo nada. Se mantuvo ahí, de pie.

Iori se acercó hacia él con pasos lentos. En ningún instante, Kyo despegó la mirada de su oponente, claramente los signos de agotamiento se reflejaban en el pelirrojo.

Cuando éste último estuvo cerca del moreno, le acomodó hacia un lado el cabello desordenado que caía sobre su rostro por todo lo acontecido.

Kyo no lo apartó de sí, se dejó hacer aquello. Recordó la razón por la cual aceptó la invitación de Iori. Una nueva idea se incrustaba en su mente y para llevarla a cabo, debía retomar su previa actitud, aunque le costara mantenerla en el presente.

—¿Por qué a una persona que no le gusta el S/M le especificaría a sus clientes que está dispuesta a hacerlo? Si no es de tu agrado ciertamente lo omitirías.

Tal vez sus palabras tenían un poco de razón, pero Kyo no tenía por qué darle explicaciones. Simple, no quería responder. Menos aún, si Iori siempre trataba de justificar sus acciones; deslindaba su responsabilidad y la adjudicaba a la otra persona creando pretextos para culpabilizar al otro por sus actos.

—¿No es algo incoherente de tu parte, Kusanagi?

El castaño musitó una risa ligera.

—Puede ser.

El contrato┊IorixKyoWhere stories live. Discover now