Capítulo 32

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Había visto su fotografía en Internet, pero sin duda de eso ya había pasado algún tiempo. Era un sujeto con escaso pelo, ahora ya gris; su rostro robusto estaba cubierto de una piel expuesta bastante al sol.

Me sonrió— Alejandra Müller— se levantó— qué placer me da conocerte— me extendió la mano y la tomé, recelosa, con mi ceño ligeramente fruncido— siéntate, por favor.

La silla rechinó en el suelo cuando así lo hice— Señor Blade… — empecé.

— Thomas, por favor— me interrumpió, amable.

— Bien, Thomas. Esa fotografía no debió llegar a usted, es que…

— ¿Cómo que no?— se echó para atrás, como sorprendido.

— Es que esa foto era… — luché con mi fuero interno para no decir "prohibida" y buscar la palabra adecuada— era…

— ¿Fenomenal? ¿Excelente? ¿Maravillosa? ¿Cautivadora?— me interrumpió, de nuevo. Y a pesar de todo lo que dijo, aquello no se acercaba ni un poco al significado que yo le daba.

Me reí— no, es que… — resoplé, frustrandome—  esa foto es personal.

— Piénsalo, sería una bellísima exposición fotográfica— gesticuló, como imaginándose la escena, ignorando mi comentario. Luego de un segundo, me miró— y sin duda sería una gran oportunidad para ti. No me digas que no es lo que quieres. Todo fotógrafo lo quiere— presionó, y tenía razón.

— ¿Qué fotografía le dio Bernardo?— inquirí, quería saber cuál era la imagen que le había fascinado tanto.

Suspiró al verme renuente, luego se levantó de su silla de cuero y fue por una carpeta azul de su archivero. Volvió a sentarse y me dio el folder.

Lo tomé y luego lo abrí. El corazón se me expandió por todo el pecho y el estómago se me encogió. Entre mis manos tenía una de mis fotografías, una de tantas imágenes que no había visto hace tiempo. El hermoso rostro de Santiago exponía su perfil izquierdo, y las luces de fondo de aquella feria proyectaban un centelleo en sus ojos. Era hermoso.

— No sé si vea lo mismo que yo veo en esa foto— me dijo Blade— yo veo una frase de alguna canción romántica, un cuento corto para contarles a mis hijas en las noches. No sé si me doy a entender— juntó sus manos sobre el escritorio y se inclinó un poco sobre él— me gustaría ver todas, por favor.

Entonces lo miré. Luego saqué de mi morral el sobre que contenía las demás, y aún medio vacilante, lo deslicé sobre la madera del escritorio hasta las manos de Blade. Él me sonrió y luego abrió el sobre, sacando todas las fotografías.

Cerré los ojos por un momento, bajando la cabeza. No sabía qué estaba haciendo, o mejor dicho, sí sabía pero no estaba segura de hacerlo. Macarena y Santiago vinieron a mi cabeza. Si de alguna manera se dieran cuenta, ¿cuál sería su reacción? ¿lo creerían un abuso o quizá una burla? Sobre todo Santiago, él es quien aparece en las fotos y... ¡Santiago! Por un momento pude ver una cara de la moneda que no había visto. Si Santiago llegase a saber, ¿vendría a buscarme? Al menos para reclamarme, enfadarse o cualquier cosa, y yo... lo volvería a ver. No que eso cambiase las cosas, quizá me odiaba por destruir su relación con Macarena y más aún por publicarlo sin derecho alguno pero... era tanto el anhelo de saber de él que de cierta manera se había convertido en una necesidad. ¿Llegaría la noticia hasta Japón o donde sea que Santiago se encontrase?

Manual de lo Prohibido Where stories live. Discover now