Capítulo 7

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— Em… no— el color se me subió al rostro al ser sido descubierta en mi análisis visual de aquella maravilla que era su rostro

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— Em… no— el color se me subió al rostro al ser sido descubierta en mi análisis visual de aquella maravilla que era su rostro. Después de un silencio incómodo, en el acomodo de ideas, nuevas sensaciones y miles de cosas que estómago se moviera, una luz llego a mi razón y pudo conectar con mi lengua y hacían que mi hacer salir mi voz— eh, me decías que Stevan había aceptado, ¿cuándo sería?— dije.

— Bueno, si quieres, mañana mismo— comentó animado.

— Mañana, ¿pero qué tal si le dan a Macarena el trabajo?

— Buen punto, entonces sería quizá hasta el domingo—reflexionó.

— No falta mucho, de todas formas— dije, sabiendo que mañana era viernes. El mozo llegó y colocó los platos delante de nosotros. El olor a queso fundido de la lasaña se adentro en mi nariz y mis tripas rugieron. La sonrisa de Santiago apareció fugaz en sus labios y el rubor tímido en mis mejillas.

Mientras comíamos saqué varias fotografías del lugar y justamente como la vez anterior, el rostro de Santiago apareció furtivo entre algunas. No sabía qué pasaba, no sabía por qué cada vez que Santiago hablaba me maravillaba tanto, no sabía tampoco por que cuando me miraba algo se removía en mi estómago, ni tampoco sabía por qué cuando mencionaba mi nombre me sentía especial. Eso me obligó a pensar en Maca, y sin saber tampoco por qué, me sentía culpable de pronto.

Todos mis intentos por hacer que él no pagara mi comida fueron en vano— soy un caballero— terminó por decir y antes de que yo le refuta algo tendió el dinero sobre la mesa.

Me llevó de regreso hasta el departamento de Macarena, mientras que la fierecilla rogaba encontrar alguna manera de extender el tiempo y si era posible hacerlo parar. Aquello me daba miedo, por que yo también lo deseé. Cuando llegamos, él subió conmigo, encaminando sus pasos junto con los míos.

— Espero que a Macarena le hayan dado el trabajo— musité, mientras mis pies medio cansados, subían desganados los escalones del edificio.

— Yo también, sueña con eso desde hace tiempo— concordó.

— Exacto, sé que la haría bastante feliz estar dedicando su tiempo a algo que le gusta bastante hacer— sonreí.

Abrí el departamento y oí el chasquido de la llave al quitar el seguro, entonces Santiago siguió mis pasos y se adentró también. Una rara combinación entre la extrañeza y la emoción creció repentinamente en mi fuero interno, me le quedé mirando cuando cerró la puerta.

— Son las 3:30, seguro que le dieron el empleo— dijo, observando el reloj que colgaba en la pared.

— ¿Tú crees?— pregunté, mientras sentía a la fierecilla celebrar de emoción y no precisamente por una buena razón.

— Si, ¿te molesta si la espero?—preguntó, jugando con una manzana que había tomado de algún lugar de la cocina.

— No, por supuesto que no, siéntate— la fierecilla celebró aún más, el tiempo con Santiago se me había expandido, al menos hasta que Macarena llegará, esa última idea no le agradó del todo a la fierecilla.

Manual de lo Prohibido Where stories live. Discover now