LXXI. En llamas

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Saliendo de los límites de la ciudad de Pripyat, se detuvieron a descansar entre los matorrales. El recorrido no había sido fácil, Nathan y Jozafat se encargaron de dos radioactivos en el transcurso mientras que, Isabelle y Ana habían vencido a un mutante peculiar con dos cabezas y de cuerpo teñido de un verde asqueroso y fantasmal.

Ambas mujeres, en tan poco tiempo, se entendían perfecto a la hora de luchar. Tan era así que juntas lograban coordinarse y acabar con cual radioactivo se les aproximase. Ambas sentadas en los asientos delanteros del auto descansando después de haber corrido kilómetros mientras sus compañeros descansaban, agotados, en los asientos traseros.

— ¿Cómo llegaron hasta Pripyat? —cuestionó Isabelle al unísono rompiendo el silencio.

—No tengo idea —respondió Jozafat—, sólo conducimos, llegamos y entramos a la ciudad.

—En realidad estábamos buscando a Mendelevio —interrumpió Díaz—. Estábamos de paso, ya sabes, visitando la magnífica Pripyat.

— ¿Cómo diste con ellos? —inquirió Isabelle a Roberth volviendo la mirada hacia él.

—Hubo un momento en que mi búsqueda dejó de ser por Kevin —enunció Black mirando el exterior del vehículo—. Huía —confesó intercambiando mirada con la teniente—. Pero no sé por qué lo hacía. Hasta que me encontré con el auto de Mendelevio en la carretera, lo seguí y encontré a Anna.

—Ahora es fácil encontrar a alguien en la zona de alienación.

— ¿A qué te refieres? —inquirió Díaz con el ceño fruncido.

—Todos los que lograron sobrevivir a la era radioactiva han ido muriendo a lo largo de estos meses: Saleisha, Ree, María, Winnie, Ethan... Johan —aclaró James cabizbajo—, pocos restan vivos.

La teniente comenzó a conducir hacía la base militar mientras el resto aguardaba las indicaciones.

—Sobre esa cena de navidad —habló Schwartz—, ¿Estoy invitada? —preguntó con una media sonrisa.

—No puedo creer que hayas dicho eso —dijo Anna entre risas—, sí lo estás. Planearemos la mejor cena de navidad de nuestras vidas.

Llegaron al kilómetro donde se encontraba la desviación a la base militar. Isabelle detuvo el auto y miró a sus compañeros.

—Esperen aquí, si no regreso en una hora pueden atacar si así lo creen correcto —les dijo—. Puedo arreglarlo sin el uso de armas así será más fácil —asintió y bajaron mientras la teniente condujo sobre el camino blanco dirigente a la base militar.

*****

La chica ingresó a la habitación donde se encontraba su mejor amiga, o al menos eso creía. Asentó la bandeja sobre una mesa al lado de la cama y de inmediato Aimee abrió los ojos al percatarse de la presencia de su amiga.

—Te traje la cena —balbuceó Díaz con cierto nerviosismo –o miedo-.

Aimee asintió con la cabeza y esperó a que la chica se retirase pero no ocurrió, Anna continuaba de pie mirándole.

— ¿Se te ofrece algo más? —cuestionó con el ceño fruncido.

—Me preguntaba —habló Anna con un nudo en la garganta, los nervios la devoraban por dentro—, si puedo sentir al bebé —pidió esperando una respuesta negativa.

—Cada vez era más... rara —farfulló Tommison acomodándose—. ¡Largo! No sé cuándo te volverás fuerte —dijo mientras una decepcionada Anna salía del cuarto.

Radioactivos IV: Infierno Radioactivo.Where stories live. Discover now