LIX. Luz en las tinieblas

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Un viento frívolo azotó los muros de caoba que rodeaban la comunidad de los Tarrets, las parcelas de cultivo danzaron al mismo ritmo y la leña de las fogatas de cada noche terminó en cenizas debido al miedo. El pánico se apoderó de los habitantes cuando los mutantes aguardaban en la entrada principal iniciando así, un griterío que terminaría por delatar su posición.

— ¡SILENCIO! —ordenó Jozafat a todos.

Inmediatamente Anna corrió junto con Winnie pero la chica estaba no sólo sorprendida por la muerte de Thomas Johnson, sino también por la espera de morir.

—Tranquila —consoló Anna—, estaremos bien. Ya todo acabó.

Winnie la examinó de pies a cabeza, su expresión denotaba nerviosismo y miedo, miedo por algo desconocido.

—Confía en mí —pidió Díaz—. Thomas está muerto, tú, Alyssa y yo estaremos a salvo.

De pronto algunos berridos de agonía retumbaron en los alrededores, el pavor inundó la habitación y la gente, desesperada, comenzó a salir corriendo del sitio formando un tumulto en el angosto pasillo.

Alyssa soltó en llanto debido al ruido, los pequeños lloraban asustados y las madres gritaban despavoridas por sus maridos que vigilaban los muros de la comunidad. María cogió una pañalera llenándola con todo tipo de objetos que necesitaban para la niña.

— ¡ANNA! —llamó Nathan desde la entrada pero la multitud lo acarreaba hacia sentido contrario.

La chica recogió a Alyssa mientras María ayudaba a Winnie, Díaz corrió a la salida, desenterró su navaja del ojo de Johnson y juntas salieron al exterior. La habitación quedó vacía exceptuando el cuerpo de Thomas que yacía en el suelo.

Caminaron por el estrecho corredor precavidas por cualquier cosa, entonces un hombre se les tropezó asustándolas de inmediato.

—Estábamos buscándolas —dijo Ethan con su espada samurái en la mano intimidando a todos.

—Hermano creo que deberías apartar esa espada de nuestras vistas —le comentó Nathan.

—Lo siento —se disculpó enseguida cabizbajo.

Un par de disparos detonaron en las afueras del edificio. En segundos se encaminaron a la salida notando que las cercas de madera ardían en llamas mientras que los habitantes permanecían inertes rodeando la fogata donde María ofrecía sus conciertos melodiosos, observando cada detalle de lo que sucedía.

Sobre las cuatro torres de vigilancia, en cada punta de la comunidad, había dos o más hombres con sus armas apuntando a la oscuridad. Entre ellos estaban Johan y Saleisha.

—No podremos salir —susurró María angustiada.

—No se preocupen, tenemos un plan B —anunció Nathan—, síganme.

Nadie disparaba a menos que un radioactivo se acercase a los muros incandescentes. Anna reconocía que en esos momentos sería difícil sobrevivir en los bosques oscuros y decidió no arriesgar la vida de la niña que dependía de ella.

—Chicos —llamó deteniendo a todos—. No lo lograremos, no así.

— ¿Qué dices?

—Los radioactivos están fuera, ya estudiaron la comunidad y si salimos nos matarán —comentó.

—Yo les ayudaré a salir —mencionaron entre la oscuridad.

El sujeto caminó hacia ellos con una idea frenesí en la mente.

Radioactivos IV: Infierno Radioactivo.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ