LXVIII. Ciudad Tétrica

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El sigiloso viento se esparcía por los oscuros y tenebrosos corredores de aquel edificio, silbando como una pipa vacía creando una melodía aguda, grotesca y escalofriante que sólo la noche conocía. En los apartamentos se encontraban, entremezclados, piezas de madera, juguetes incompletos, libros y vestimentas con un alto índice de contaminación radioactiva. Aunque a los jóvenes muy poco les importaba porque, su menor problema en aquellos momentos, era la radiación.

Pero ninguno se había hecho una pregunta que marcaría el destino de Pripyat, de Chernóbil, de Kopachi, de Slavutych, de Kiev y de todas las ciudades que pertenecían a la zona de exclusión: ¿Por qué la radiación no les había matado?

Si habían visitado Pripyat antes e incluso pasearon por el interior de la central nuclear. ¿Cómo habían resistido a demasiadas dosis de radiación? Quizá tenían algo en común que les protegía de la destructora de la vida, pero aún no se daban cuenta porque no le tomaban importancia.

Después de un acogedor abrazo entre Anna Díaz y Brad Davis los presentes esperaron las órdenes de alguno pero nadie habló.

— ¿Jozafat? —Inquirió Isabelle tras reconocer al hombre—. ¿Conoces a esta gente?

—Ella es Anna Díaz —presentó James—. Él, Nathan Quijano y el otro Roberth —mencionó—. Ree estaba con nosotros en el auto, pero murió cuando nos estrellamos —informó cabizbajo.

— ¿Aimee está contigo? —preguntó enseguida Brad.

Anna eliminó la sonrisa de su rostro y bajó la mirada unos segundos. Cuando regresó la vista a los ojos marrones del chico lanzó un suspiro para declarar.

— ¡ISABELLE! —Clamó Jarkov interrumpiendo el momento—. ¡ISABELLE! —llamó de nuevo con la respiración entrecortada. La teniente se encaminó hacia él y le palpó la frente comprobando su temperatura.

—Necesita un médico —informó alarmada por la salud del hombre.

—No —refutó Gray—. Sabes lo que necesito, estoy en proceso de convertirme.

Todos arrugaron la frente al escuchar las palabras del Jinete, aunque Jozafat e Isabelle sabían de lo que hablaba aquél.

—Déjate de estupideces —masculló la chica—. No puedes saber eso.

—Lo sé porque así lo sentí aquella vez —comentó ya cesando—, y sabes lo que necesité esa vez. Lo necesito ahora.

—No llegaré a la base militar antes de que te conviertas —dijo la teniente preocupada.

—Es momento de ir a los laboratorios de la ciudad, probablemente él halló la solución.

—Sólo la sustancia RO puede hacer eso.

—No puedes confiar en él —interrumpió James—. Está de parte de Drasten.

— ¡ÉL MATÓ A MI HERMANO! —soltó Nathan tras reconocerlo e intentó atacar al herido pero Jozafat lo interceptó.

—Debes controlarte —pidió James—. Cualquier grito y podríamos morir.

—Sé lo que hice, y también lamento la pérdida de María —comentó Gray entre jadeos—. Ezra y yo planeamos un ataque contra Mendelevio. Quiero corregir mis errores.

—Así como los muertos no pueden revivir, los errores no se pueden corregir —clamó Nathan soltándose de Jozafat—. Sé que el destino se encargará de ti y si no lo hace, yo lo haré.

—Es muy probable que a quien estuvimos buscando el día de la caída de Pripyat halló la solución —dijo Jozafat tras ese capítulo incómodo.

Radioactivos IV: Infierno Radioactivo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora