LIV. El Primero

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Cada otoño las hojas cambiaban de verde a rojo-naranja, sin embargo, ese otoño que se vivía en la zona de alienación era diferente a los del resto del mundo. Las hojas eran incoloras, los cielos y bosques naranjas eran fúnebres y oscuros mientras que la brisa fría y cálida a la vez, contradictorio, era mortal; preparándose para el invierno infernal que estaba por llegar.

El equipo de Slavutych permaneció en aquella ciudad tres días, hasta que el joven Davis se repuso completamente. Aunque todos le tenían un minúsculo temor a Brad, pues el joven confesó, dentro de sus sueños mientras dormía, haber asesinado a su pariente más cercano, Bernardo. Sin embargo, nadie podía asegurar que él fue el asesino y decidieron dejar en el olvido ese asunto.

Davis fue, por tercera vez, al cementerio general de la ciudad de Slavutych pues ahí enterraron a su tío. Al llegar se colocó en cuclillas frente a la tumba de Bernardo y asentó un par de flores blancas sobre la sepultura de cemento.

—Llegó la hora —le dijo a la lápida—. Hoy partiremos a Pripyat y te prometo acabar con esta maldición, con este apocalipsis que mi padre, tu hermano, creo. Pronto acabaré con este infierno radioactivo —prometió soltando un par de lágrimas llenas de nostalgia e impotencia.

*****

Los soldados y todo el equipo se preparaban para zarpar, después de ingresar a Pripyat irían a la base militar localizada al sur de dicha ciudad, donde permanecerían hasta cumplir la misión.

Sebastián corrió hacia un árbol para expulsar todo lo que hubo comido. Pero notó que además de vomitar el arroz también expulsó líquido rojo que supuso era sangre. El chico vivía con la incertidumbre de cuál sería su último día pues lo único seguro para él era la muerte ya que la radiación le selló una patología de por vida, el cáncer.

Exploró un hematoma en su brazo e igualmente en su mejilla derecha, sin embargo, pensó que eran moretones, por los golpes que se llevó al intentar asesinar a un radioactivo que se cruzó por la ciudad, y no le tomó importancia.

Llegó entonces con el resto del grupo, quienes esperaban impacientes a alguien.

—Con esas caras que traen parece que algo malo ocurrió —mencionó riendo.

—Brad ha tardado demasiado —informó Clarck un poco preocupado.

—Iré por él —dijo Isabelle encaminándose hacia el cementerio.

— ¡NO! —Detuvo Roberth—. Si yo hubiera tenido la oportunidad de sepultar a mi hermano —dijo mirando a Clarck bajar la cabeza—, les aseguro que también estaría un buen tiempo junto a su tumba. Vamos a darle un poco más de tiempo.

Parecía que el joven Black entendía la situación por la cual Brad estaba cruzando. El sol salía cada vez más rápido por el extenso cielo iluminando cada rincón de la ciudad y de los bosques ucranianos.

Por sobre la avenida notaron una sombra caminar hacia ellos y no tardaron en notar que se trataba de Brad, cuya expresión facial intimidaba al resto. Probablemente dentro del joven algo se rompió, por lo cual ya no volvió a ser el mismo de antes, aunque lo dejó de ser al convertirse en un asesino. Esa sólo era una faceta más de él.

—Acabemos con esto de una vez —mencionó al resto sin detenerse.

Así, se encaminaron hacia la sombría necrópolis atravesando parte del bosque muerto de la zona de alienación. Finalmente arribaron al atardecer, el sol todavía ofrecía fuertes rayos de luz por lo que debían aprovechar el tiempo.

—Buena suerte compañeros —decretó François dirigiendo a un grupo de alrededor diez soldados.

— ¿A dónde van ellos? —preguntó Dmytro.

Radioactivos IV: Infierno Radioactivo.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora