LXX. Segador

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Caminaron entre los cientos de cuerpos putrefactos que yacían en la extensa terraza de la base militar. Se adentraron a las instalaciones con bastante tranquilidad y cansancio. Demyan se fue, Isabelle se fue, Mendelevio huyó y Anna partió tras él. Pocos restaban dentro de los muros inclusive pocos soldados quienes poco a poco fueron saliendo de la base.

— ¿A dónde van? —preguntó Nathan con incredulidad. 

—No tiene caso seguir aquí, nos iremos a Kiev para regresar con nuestras familias —le respondió uno de los militares—. Esto ya se volvió una mierda —masculló para continuar su camino a la salida.

Emily, junto a Nathan, vio partir a decenas de hombres para siempre. Ya todos habían perdido las esperanzas, ya todos sabían el destino que les esperaba, ya todos sabían sobre la extinción de la zona de alienación.

Por otro lado Clarck Richardson había logrado derribar la puerta del apartamento de Bialas Green, hombre que se encontraba en la esquina de su habitación rezando todo tipo de jaculatorias que formaban una melodía escalofriante.

—Bialas —llamó Clarck desde la puerta de la habitación—. ¿Estás bien? —inquirió con el ceño fruncido al notar la posición y al escuchar la melodía de Green.

El científico no parecía mejorar ni haberlo escuchado, poco a poco el miedo comenzó invadir a Clarck. Paso a paso, lenta y nerviosamente, se acercaba a Bialas, quien estaba de espaldas y encorvado mirando la pared.

— ¿Bialas? —titubeó asustado justo cuando le tocó el hombro. Entonces Green se volvió a mirarlo provocando un respingo aterrador en Clarck—. ¡¿QUÉ DIABLOS?! —exclamó perplejo tras ver el rostro del hombre bañado de una sangre viva y aquellos ojos blancos y vacíos.

Potsilunok —emitió Bialas guturalmente.

Clarck, con los ojos como platos y boquiabierto, se inmutó y se le imposibilitó mover algún músculo. Nada en él le respondía correctamente, le costaba respirar y le costaba creer lo que sus ojos veían. Pensaba que se encontraba en una odisea reanimada de terror.

*****

— ¿Es así como acaba? —inquirió Emily al aire. En su voz se notaba el miedo pero sobretodo, la melancolía—. Sólo nos resta esperar a los demás.

Taras y Andrea intercambiaron miradas mientras que Nathan suspiró. Eso era lo único que debían hacer: esperar. Y la espera sería eterna. Aunque al fin y al cabo Pripyat quedaría, de nuevo, vacía y siniestra.

Clarck entró a la habitación con una cara de desconcierto y pesadez. Estaba realmente confundido y asustado. Miró a todos en la habitación mientras la luz solar se disipaba con el atardecer.

—Algo está ocurriendo con Bialas —informó con una mirada fija en la oscuridad que se aproximaba.

A zancadas llegaron hacia la habitación de Green, encontrándolo recostado en su cama con las piernas y muñecas atadas a los pies de la cama. Taras arrugó la frente por tal acto y miró a Clarck para recibir una explicación.

—Por si las dudas —le dijo con los labios fruncidos.

Emily, Andrea y Nathan se mantuvieron alejados de la cama mientras que Taras y Clarck se acercaron al hombre atado en ella. Bialas sudaba debido a la fiebre, los grandes sacos negros debajo de sus ojos y la palidez en su piel demostraban la debilidad que sufría en aquellos momentos.

—Se está transformando —musitó Andrade con desconcierto—. Necesita sustancia RO —anunció a Richardson.

—Espera, ¿Qué?

Radioactivos IV: Infierno Radioactivo.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang