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First day of my life > bright eyes
Paint > the paper kites
Italian summer > brian crain
Hey good lookin' > blonde tongues

Aquél 22 de Julio salí de mi departamento temprano en la mañana, recibiéndome un resplandeciente sol junto con el caluroso y cálido clima de verano. Mi época preferida del año. Una sutil brisa se colaba por la falda de mi vestido veraniego y movía con gentileza algunos mechones de mi oscuro cabello. Caminé hacia mi bicicleta y me subí a ella procurando que mis materiales de pintura y mi bolso estuviesen bien acomodados para evitar que se cayeran en el camino. Recorrí un tramo de mi solitaria calle para luego encontrarme con la movida plaza principal de mi vecindario  y dirigirme a Campo dei Fiori.

La temporada de vacaciones recién empezaba y con ello la llega de muchos turistas a mi amado hogar, Roma. Nunca me cansaba de admirar la arquitectura y paisaje de esta ciudad, aún teniendo tres años viviendo aquí. Roma, Italia en general, era sin duda uno de los lugares más hermoso en el mundo y deseaba conocerlo entero.

La plaza Campo dei Fiori quedaba a unos minutos de mi casa, considerada uno de los mercados hortofrutícola más bonitos y característicos de Roma. El lugar en las mañanas está repleto de puestos de frutas, verduras, carnes y más variedades gastronómicas. A su alrededor hay bastantes cafeterías, restaurantes y teatros, haciéndolo sin duda una zona turística y con historia. Por las noches, los bares y clubs están llenos de jóvenes y adultos.

Me gustaba mucho este lugar. Cada día veía rostros nuevos, exceptuando los propetarios de los puestos y restaurantes que ya conocía. Mis abuelos eran dueños de un pequeño pero acogedor restaurante en la zona, por esa razón estaba también muy familiarizada con la plaza.

Al llegar, detuve mi bicicleta junto a la fuente donde siempre me sentaba. Había tomado la costumbre de venir hacia acá a dibujar el paisaje y las personas que pasaban. Todo comenzó cuando hace unas semanas estaba pintando un retrato y un señor de mediana edad con su nieta me preguntó si los podía dibujar. Me quedé sorprendida, pero acepté con gusto. Él había estado observando mi dibujo con curiosidad y no dudó en preguntar. Me había sentido feliz cuando halagaron mi trabajo y aunque el señor insistió en pagarme, me negué, decidí obsequiarle el cuadro.

Desde entonces, he estado aprovechando mi verano para venir y dibujar el paisaje, personas o simplemente cosas que se me pasen por la mente. Quería tener la mayor cantidad de dibujos posibles para exponerlos en alguna galería o abrir la mía propia, como siempre había deseado.

El arte para mi lo era todo. Desde que comencé a dar mis primeros pasos siempre tenía crayones o colores en las manos. Mis papás me contaron que a medida que crecía se dieron cuenta de mi pasión y no hubo necesidad de inscribirme en algún curso de pintura, el talento había nacido conmigo. Toda mi vida supe a lo que quería dedicarme. Entonces al terminar de la secundaria, comencé a estudiar Bellas Artes. Ya iba por mi tercer año, solo uno más y me graduaba de la universidad.

Di unos pasos hacia el puesto de frutas de Mario y Gloria, una agradable pareja que trabajaba arduamente para mantenerse ellos y a su pequeña hija. Ellos sonrieron al verme y me saludaron con alegría.

—¡Buongiorno, hermosa Gianna! —saludó Mario.

—Buenos días —les devolví la sonrisa.

—¿Temprano a dibujar? —preguntó Gloria risueña mientras acomodaba unas deliciosas fresas.

—Así es, ¿podrían cuidar mis cosas mientras saludó a mis abuelos y desayuno? Por favor. —pedí con una sonrisa señalando hacia la fuente cerca de nosotros.

sparks fly [h.s]Where stories live. Discover now