Capítulo 8

3.7K 503 399
                                    

Durante los cinco días que Frank estuvo en ese coma inducido pensé mucho. Decir que dormí sería una pésima mentira. Decir que comí sería una mentira todavía peor y es cuando llego a la  certeza de que efectivamente se puede vivir a base de café y cigarrillos. Afeitarse y ducharse también pasan a segundo plano cuando estás en momentos así. Momentos críticos. Esperando a que tu único hijo salga por fin de aquel maldito coma.

En el segundo día de su sueño pregunté por qué tenía que estar dormido siendo que había salido bien de la operación, o al menos eso me habían dicho. La respuesta fue simple, pero dolorosa:

“Su corazón está demasiado frágil ahora mismo. Estar despierto es un gran riesgo para él, necesita recuperarse por completo antes de despertar”

Cuando pregunté por el tiempo necesario, la respuesta fue todavía más simple:

“Cuando el médico estime conveniente”

Y eso era todo. Había visto a aquel médico dos veces. La primera para firmar las formas después de la operación. La segunda para explicarle por qué estaba cuidándolo y pagando su estadía en el hospital siendo que no teníamos apellidos en común.

Después de las preguntas del doctor vinieron las preguntas de mamá. Ella y papá habían decidido venir a saludarnos al tercer día y al parecer, esperaba encontrar a Frank completamente recuperado y a mi convertido en alguna suerte de supermodelo. Porque al momento de verme con aquel aspecto y luego a Frank entubado, comatoso y luciendo tan frágil la sorpresa y preocupación se dibujó en su rostro.

Frank estaba mal… y mamá no hacía más que preguntar por su otro padre. Otro padre… es increíble que un  hombre al que ni siquiera conozco haya sido el encargado de formar como persona y como hombre a mi hijo. Mirándolo dormir en esa camilla me encontré formulando la tentativa conversación con aquel extraño de rostro desconocido. Un “gracias por cuidar de Frank, pero ahora él se irá conmigo” sonaba simple. Demasiado simple como para ser una buena idea. ¿Y si no quería dejarlo ir? ¿Y si se negaba a cedérmelo como hijo?

Su nombre no es un gran problema. Puedo aceptar que Frank tenga el apellido de alguien más mientras sea menor de edad. Frank Iero hasta los 21 años. Y luego, cuando sea legalmente mayor de edad él puede cambiarse el apellido por sí mismo. Si es que quiere. Y si soy un buen padre… posiblemente quiera pasar a llamarse Frank Way. ¿Y si no quiere ocupar mi apellido?  

Sacudo la cabeza un par de veces. Es la mañana del día número seis. ¿Por qué no querría ocupar el apellido de su padre? Me sorprendo a mí mismo pensando, pero los sonido ya memorizados cambian, Frank está emitiendo nuevos sonidos, las máquinas de Frank están emitiendo nuevos sonidos.

El monitor cardiaco muestra actividad y antes de permitirme entrar en el embriagante fulgor de los rezos escuchados y la gloriosa venia de Dios dándole una nueva oportunidad a mi primogénito, recuerdo a nuestro verdadero héroe y sus claras órdenes. Con los músculos de las piernas agarrotados me empujo hacia la puerta de la habitación y con los ojos todavía fijos sobre mi hijo, alzo la voz en una única frase que tanto he estado deseando pronunciar:

— ¡Frank despertó!

Mi voz se escucha ronca, agrietada. El café que Mikey me trajo la noche anterior parece haber sido consumido hace días, o siglos. Pero aún a pesar de eso el doctor me escucha. Así como también nuestra enfermera. Los veo a ambos acercarse con paso raudo a la habitación y yo regreso a mi eterno  lugar junto a la cama. El rostro de Frank parece haber adquirido color, sus labios ya no están amoratados y sus párpados parecen querer abrirse en cualquier momento.

Mi corazón galopa acelerado al interior de mi pecho y por instantes me siento mal por eso. ¿Por qué mi corazón funciona perfectamente siendo que el suyo, aún a su pequeña edad ya está comenzando a fallar?

our blood • frerardWhere stories live. Discover now