Capítulo 22 (smut)

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— Hasta luego, Stump. Recuerda traer tu diccionario el próximo miércoles.

Sonrío en respuesta al muchacho de cabellos rubios y sonrisa fácil, y sentado sobre mi escritorio lo veo salir con su grupito de amigos, dejándome completamente solo en el aula de clases. Un suspiro escapa de mis labios cuando el silencio comienza a inundarme. Digamos que tengo algo de miedo de volver a casa, porque entonces tendré que encarar a Frank por lo que pasó ayer. Y no me siento preparado. Porque siento que diga lo que diga terminaré hundiéndome un poco más en este lodazal.

Al cerrar mis ojos veo como salió de casa esta misma mañana, y el cómo me ignoró cuando de camino a la escuela le toqué la bocina para traerlo conmigo. En ningún receso me lo encontré, aunque mis ojos vagaban entre su grupito de amigos y Pedicone, a quien me topé un par de veces en el pasillo... pero estaba completamente solo. Incluso pregunté en la oficina principal si es que lo habían visto abandonar la escuela, pero al parecer Frank seguía aquí.

Simplemente jugando a ignorarme.

Decidí no enojarme cuando tuve que ir a almorzar solo al Subway junto a la gasolinera cerca de la escuela. Posiblemente es solo otro de sus berrinches, me dije, pero esta vez sé qué lo ocasionó. Aunque nuevamente no sé cómo arreglar las cosas.

De un salto me bajo del escritorio y comienzo a ordenar mis cosas. Tengo una montaña de exámenes sin calificar y un par de clases sin programar, así que parece una buena excepción para quedarme en la sala de profesores en lugar de ir a casa. Con la tranquilidad que éste hecho me provoca abandono la sala de clases y en total silencio comienzo a atravesar la institución ya casi vacía. Me encuentro con algunos colegas y estudiantes rezagados, y cuando doblo el pasillo que lleva a la sala de profesores... lo veo a él. Está parado afuera de la sala, con la vista fija en su calzado, los enormes audífonos puestos y la mochila en el suelo. Está esperándome.

Eso de la invisibilidad parece ser un excelente súper poder ahora mismo.

— Papá —dice en cuanto me ve aparecer en su campo de visión. Tengo las manos demasiado cargadas, así que no me esfuerzo por hacer un gesto que me haga ver menos estúpido, aunque de todos modos intento sonreírle—, te estaba esperando.

— Eso veo. —Murmuro pasando a su lado por la puerta abierta que da a la ya desierta sala de profesores. Avanzo a dejar mis pertenencias sobre mi escritorio particular y luego me giro sobre mí mismo, él ya está dentro y camina hacia mí. De pronto la música de la película Tiburón empieza a sonar en el ambiente, o quizás está solo en mi cabeza. — Tengo algo de trabajo pendiente, si gustas puedes esperarme... o puedes irte para no aburrirte.

— Me quedaré, tengo mi celular —dice enseñándome el aparatito y no puedo negarme, así que asiento torpemente.

Tomo asiento frente a mi escritorio y enciendo mi portátil, por el rabillo del ojo lo veo empujar una silla hasta el costado de mi escritorio y toma asiento ahí, balanceándose en la silla, con los pies en mi escritorio y la cabeza recargada distraídamente hacia atrás mientras presiona de forma increíblemente rápida sus dedos contra la pantalla táctil del teléfono móvil.

— Hola Gerard —escucho una voz masculina llamarme, alzo la cabeza y veo al profesor Urie entrando a la sala de profesores, y probablemente sea esta la primera vez que me alegro de verlo. Sonrío y asiento la cabeza, más pronto vuelvo a mi trabajo. Unos instantes después lo escucho de nuevo, esta vez despidiéndose—. Hasta mañana y procura no irte demasiado tarde... después de todo no nos pagan horas extras.

— Lo sé, pero estos son los resultados de dejar todo para última hora —murmuro encogiéndome de hombros, recibo otra de sus sonrisas y luego agrego—. Y hasta mañana.

our blood • frerardWhere stories live. Discover now