Capítulo 24

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Esa noche dormimos juntos en su cama.

No hicimos nada sexual ni incorrecto, sólo dormimos juntos, abrazados y al despertar todo fue... normal. Quizás la verdad que me estaba guardando era lo que había estado apartándome de él poco a poco, el abismo que se estaba creando entre nosotros era por culpa del enorme e indebido amor que le tengo. ¿Es eso normal?

Los días comenzaron a deslizarse lentamente... nuestro panorama no cambió en lo absoluto. El que ahora durmamos juntos en mi cama no cambió nada, el que hayamos vuelto a tener sexo hace dos noches tampoco cambió nada... y el que esta mañana al despertar me haya besado en los labios y me haya recordado lo mucho que me ama tampoco cambió nada, espero.

Y es que después de la inconsecuente euforia que soltar la verdad me trajo, volvió la duda. Y la culpa en proporciones abismales. Porque Frank ha decidido que ya no quiere salir más con su novio y aunque eso me haga inmensamente feliz, también me hace sentir culpa. Demasiada culpa. No quiero ser yo quien lo aparte de una relación normal para hundirlo conmigo en esta depravación... pero aquí estoy, y aunque diga mil cosas en contra, realmente estoy disfrutándolo. Es algo así como la vida en pareja que siempre deseé, y todo es risas y felicidad hasta que recuerdo que tengo casi cuarenta años y él tiene diecisiete. Eso es terrible, y cuando le agrego el mínimo detalle de que somos padre e hijo... se vuelve horroroso.

Tengo ambos pies en el camino que me llevará directamente al infierno, pero cuando veo sus ojos, cuando beso sus labios, cuando toco su piel... todo lo malo que hay en torno a nosotros se disipa. Sólo existe él y el amor que le profeso.

A la mierda el mundo, Frank es mío.

Relamo mis labios pesadamente y levanto los ojos de la pantalla del portátil, la mayoría de los alumnos han terminado sus deberes así que cuando aclaro mi garganta logro captar la atención de cada uno de ellos, lentamente me pongo de pie y giro el escritorio para darles un primer plano. Siento mi cabeza pesadísima por culpa de todas mis complicadas conjeturas, y con algo de dificultad logro encontrar el hilo de mis palabras de hace algunos minutos.

— Como decía... —suspiro, parpadeando un par de veces antes de enfocar la mirada, con todos los muchachos mirándome fijamente. En uno de los asientos delanteros me encuentro con la mirada de mi hijo, parece estar disfrutando el ponerme nervioso y aunque sé que no debo sostenerle la mirada en el colegio porque posiblemente me descubra yo solo, lo miro a los ojos— Deben... deben... leer los primeros diez capítulos de... La Celestina y la siguiente clase los comentaremos, ¿Okay?

Una serie de murmullos de aprobación se hacen escuchar al interior del aula.

— Ahora pueden irse. Hasta el lunes.

Los muchachos comienzan a irse poco a poco, los amigos de Frank se despiden de él y luego de un intercambio de palabras se marchan también, y luego de un par de segundos sólo quedamos él y yo.

Cuando regreso a mi escritorio a guardar mis cosas siento sus ojos fijos en mí, incluso cuando borro la pizarra y luego tomo mis pertenencias para acercarme a él, sigue ahí, sentando, mirándome fijamente... y sus labios sonríen, porque sabe que de ese modo me incomoda.

— ¿Nos vamos? —pregunto distraídamente.

— Eres tan sexy... me encanta como luce tu bonito trasero en esos pantalones y tus brazos... si estos imbéciles tuvieran la oportunidad de verte sin ropa dejarían de pensar que eres un aburrido —murmura Frank, relamiendo sus labios lentamente.

— Cállate.

Siento mis mejillas colorearse de forma involuntaria y no es por culpa de sus palabras, sino que por el tono y el lugar. Desvío la mirada hacia la puerta y luego a cada rincón en la sala de clases buscando a alguien, pero estamos solos y posiblemente nadie lo escuchó. La paranoia está ganando campo en mi cabeza, pienso mientras camino por el pasillo con Frank a mi lado. En silencio llegamos al estacionamiento y le quito la alarma al vehículo. Abro la puerta trasera y lanzo ahí mis cosas antes de subir tal y como hizo Frank. Cuando tomo asiento ante el volante me encuentro con que ya escogió qué vamos a escuchar durante el viaje, y aunque no sea de mi total agrado, una canción de Green Day comienza a sonar a un volumen demasiado alto para un establecimiento escolar.

our blood • frerardWhere stories live. Discover now