Capítulo 10

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Las columnas marchan hacia el trabajo La sangrienta bebida de mi compañero El salto al pozo profundo

Nos cuentan rápidamente como de costumbre, abren el portón y nos dejan salir: primero emerge un grupo que trabaja en las máquinas. Son cerrajeros que trabajan en el motor que produce los gases que introducen en las cámaras. Se dirigen rápidamente al trabajo, porque ha llegado un nuevo transporte y deben prepararse para recibir a las víctimas.

Después dejan salir al grupo de los «dentistas». Corren apresuradamente a sus celdas. Deben apresurarse a tomar sus tenazas de dentistas y correr a su lugar para examinar a los muertos y extraer los dientes postizos.

Después de los dentistas hacen salir a los carpinteros. Su trabajo consiste en edificar barracones y estructuras interiores.

Después de ellos, va el grupo llamado de la «manguera». Su tarea consiste en limpiar la sangre que dejan los muertos. Todo es cubierto con arena, porque no puede quedar ninguna marca. Tras limpiar el camino, entran en las cámaras de gas y lavan las paredes y los suelos. No puede quedar ningún rastro de sangre. Abren las aberturas de las cámaras y un pintor vuelve a pintar las paredes. Todo debe estar limpio para poder recibir nuevas víctimas.

Después de los trabajadores de la «manguera» va el grupo llamado de la «rampa». Estos son los judíos que trabajan en las cámaras de gas una vez que el transporte ya ha sido exterminado. Hay uno que indica el momento adecuado para abrir las puertas y, entonces, los trabajadores de la «rampa» deben sacar los cadáveres. Esta tarea es especialmente difícil, porque los muertos están apretujados uno contra el otro.

Después de los trabajadores de la «rampa» marcha el grupo de los trabajadores de la cocina. Luego se cuenta a los prisioneros restantes. Una parte de ellos es llevada a acarrear los muertos. El resto, la arena. Observo que los trabajadores que ya están allí desde unos días atrás tratan de evitar la carga de arena. Porque el jefe de esos trabajadores, al que llaman «el Blanco», es un especialista en disparar. Al recuento a menudo se presenta solo, porque ha asesinado hasta el último de sus prisioneros.

Mi compañero y yo trabajamos como acarreadores. El día, como de costumbre, es especialmente duro. Recibimos tantos latigazos que ya no nos podemos mantener en pie. No se puede recibir ni un trago de agua. Los labios arden de sed. No sirve de nada rogar ni llorar, solo tenemos los golpes, que recibimos sin cesar.

Mi compañero observa que en una escudilla, en la que el dentista arroja los dientes ensangrentados, hay un poco de agua. Se lanza al suelo y bebe el agua sanguinolenta. Recibe latigazos, pero sigue bebiendo.


El día es especialmente duro. Hoy hay un transporte de dieciocho mil personas y todas las cámaras de gas están funcionando constantemente.

Trabajamos. Cada tanto ocurre que los trabajadores dejan caer las carretillas y se arrojan en el profundo pozo de agua que está junto a las cámaras de la muerte, poniendo así fin a su maldita vida.

Finalmente, el reloj da las seis de la tarde. Un grito: «¡Presentaos!». Todos se apresuran a salir y nuestro Scharführer, el comandante Matthias, nos ordena cantar una bonita canción. Todos deben cantar. Pasa casi una hora hasta que entramos en el barracón.

TreblinkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora