Capítulo 1

1.3K 66 7
                                    

A pesar de todo tipo de intento, la llave no entraba en la cerradura, haciéndome formular en la mente una buena lista de maldiciones

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

A pesar de todo tipo de intento, la llave no entraba en la cerradura, haciéndome formular en la mente una buena lista de maldiciones. Bufé frustrada y le metí un buen puntapié a la puerta provocando solamente que los dedos debajo del converse negro me dolieran.

Empezaba a extrañar México— no creo que se abra así— musitó una voz divertida, tan suave como el terciopelo, detrás de mí.

Me giré avergonzada y me encaré con la perfección en persona, noté cómo la boca se me abrió lentamente y cómo los ojos me destellaron de encanto.

Un joven delgado pero fornido, revestido de una piel suave y ojos azules con un toque verde, con un cabello castaño claro, corto pero un poco alborotado se situaba detrás de mí y de mi desordenado par de maletas rojas que había dejado tiradas en el piso junto a mis pies— eh— genial, no pude articular nada inteligible o que tuviese significado alguno.

— Déjame adivinar, eres Alejandra ¿cierto?— me sonrió mostrándome la perfecta hilera de dientes blancos, deslumbrandome. Vaya, una perfecta sonrisa era enmarcada por unos labios aparentemente suaves y rosados, aquello era lo más bello que había visto en lo que había llegado a Venecia— ¿la amiga de Macarena?— preguntó, ahora dudoso.

¡Maldición! ¿Era necesario pegarme una bofetada para reaccionar? Sí, quizá sí, pero solo me limité a sacudir ligeramente mi cabeza—sí me aclaré disimuladamente la garganta— a las dos preguntas, sí.

Me sonrió con más ganas, como si me conociera de hace años y me desarmó por completo, algo nuevo para mí— ¿la puerta no abre?— quiso saber.

— ¿Ah? No— bajé la cabeza para ocultar el traicionero rubor de mis mejillas la llave no entra— expliqué.

— ¿No entra? Hum, ¿me permites?— estiró la mano con la palma extendida hacia arriba.

¿Qué me creía? ¿Una tonta? Me atreví a levantar la vista para mirarle, era dueño de unos bellos ojos donde parecía que el mismísimo Picasso había creado una obra de arte en diferentes tonos de verde.

Le di la llave confiando completamente en aquel hermoso extraño, se acercó a la puerta de aquel departamento e intentó sólo una vez meter la llave a la cerradura, cosa que no funcionó— hum— la miró— creo que te dieron la llave equivocada.

— ¿Tú crees?— pregunté sarcástica, el río y el soplo de su risa me acarició el rostro, me obliga a aterrizar de nuevo en la tierra puesto que había volado más allá de la última nube del cielo, qué emociones tan extrañas estaba experimentando— ¿eres.vecino?— pregunté esperanzada, anhelando realmente que dijera que sí, que era dueño de algunos de los otros departamentos que había en este edificio.

— No.

— Entonces, ¿cómo sabes mi nombre y que soy amiga de la chica que vive aquí?— hice pausa frunciendo el ceño —Macarena García vive aquí, ¿cierto?— pregunté recelosa.

El río aún más, cómo si mi ingenuidad resultara graciosa, bueno, quizá para él sí— sí, Macarena vive aquí— señaló el departamento marcado con el 312 en el que antes había intentado meter la llave— es raro que no se encuentre dijo sorprendido— y bueno, ella me hablo de tí, me dijo que esta noche llegarías y estaba muy emocionada con la noticia— me sonrió.

— ¿Y tú eres?— entrecerré los ojos.

— Oh, perdón que descortés, me llamo Santi, Santiago Achaga— me extendió la mano para saludar.

Miré su palma esperando que yo la tomase y así lo hice— bueno, Santi, ya sabes mi nombre— uní mi mano a la suya y éstas se fusionaron como dos engranes hechos a la medida.

El calor corporal de su mano y la varonil suavidad de su piel hicieron que el rumor corriera travieso de nuevo por mis mejillas— muy bonito, por cierto— sonrió haciendo referencia al nombre, el rojo se intensificó más— ¿qué tal el viaje?— preguntó.

— Cansado— suspiré— así que si no te molesta, me sentaré a esperar a Maca— dije y dejé resbalar mi cuerpo por la pared beige hasta llegar al gris piso alfombrado, vaya que era un lugar triste para vivir.

— ¿Te molesta que la espere contigo?— musitó.

— Por supuesto que no— traté de sonar casual, me sonrió y se sentó a mi lado recargando su espalda en aquella pared y cruzando sus piernas en el suelo, los jeans que traía se le ajustaron más.

Desvié mi mirada ignorando el puño de pensamientos poco coherentes que mi mente había producido, sentí hambre y busqué en mi bolso alguna comida chatarra que no me haya terminado en el vuelo, afortunadamente encontré un paquetito de galletas de chocolate con un par— ¿gustas?— le ofrecí.

— No gracias, provecho— me sonrió.

Me miraba como si fuese algo poco común, pero divertido— tengo hambre me encogí de hombros, un tanto cohibida.

— Adelante— me animó a morder la galleta, me la comí una de forma rápida y me sacudí las migas que habían caído de ellas, noté que Santi me miraba— ¿extrañas México?— me preguntó.

— Un poco admití— pero siempre es bueno un cambio— dije mientras comenzaba a morder otra galleta— espera, ¿cómo sabes que vengo de México?— exigí saber.

Éste chico sí que conocía mucho de mi cuando para mi era un total desconocido, sin embargo no me asustó en lo absoluto— Maca me lo dijo, me habló tanto de ti— respondió.

— Oh— reí— espero que hayan sido cosas buenas.

— No te preocupes— sonrió— eres su mejor amiga, ¿que cosas malas podría decir de ti?

— No sé, quizás que… Me gusta desayunar en pijama— me encogí de hombros— o que me encantan las galletas de chocolates con mantequilla de maní.

— Desayunar en pijama es cómodo— admitió— y cada quien tiene sus gustos raros, a mi me encantan los chocolates con menta.

— Eso no es tan raro.

Ambos reímos entre tanto que yo aplacaba mi hambre mordiendo de nuevo la galleta, el sonido de nuestras risas ya no tuvo cabida de ser opacado por el grito de júbilo de una voz familiar.

Hola de nuevo💙

Manual de lo Prohibido Where stories live. Discover now