Capítulo once - Hajime Iwaizumi

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Otra mañana más, sin deseo alguno de volverme a levantar. Al parecer estoy en modo sad on. Después de haberme despertado en la madrugada a causa de una improvista llovizna, no pude volver a conciliar el sueño a raíz de mis pensamientos sucesivos por Tooru.

Realmente fue muy encantador durante la tarde de ayer, y sin ese contexto de estrella de vóleibol que siempre lo envuelve, agregando a su club de fans indispensables, Tooru Oikawa mayormente trata de hacerme sentir bien de alguna manera. Obviamente su forma de ser no es la mejor, es irritante y funesto con sus adversarios o aquellos que pueda ver como una amenaza o competencia por algo que cree suyo, sin embargo, si alguien es parte de su grupo, logra realzar las proezas que lo definen. Simplemente tiene el don de hacer mejor a los demás sin mucho esfuerzo, ya sea por motivación directa o porque inspira a superarlo, aunque él no lo quiera.

Eran las 6:30 a. m cuando vi por última vez el reloj. No tengo muchas cosas por hacer ya que no quiero ir al club de vóley un sábado, además de que siento que solo estorbaría. Tsukki, Tadashi, Tobio y Shouyou que son los únicos cercanos con los que podría hacer algo, están ahí. Así que tendré todo el día para vaguear por la casa. Quizá también pueda ir por chuches a donde Ukai y pasear por las calles mientras los disfruto o tal vez ir al centro y tener un día de compras, aunque eso es poco probable.

Cuando decido bajar a desayunar, escucho ruidos provenientes de la cocina ¿así que Mitsuki vino este fin de semana? ¡Genial! Corro hacia allá entre tropiezos cortos y ansias por verla, abro de golpe la puerta corrediza y grito.

—¡Mitsuki-san! —el grito fue perdiendo intensidad a mitad de camino.

—Buen día para ti también, Hotaru —respondió sin mirarme.

—¿Viniste? —todavía no creía lo que veía, pero es que o sea, tiene dos meses sin venir y está ahí parado como si nada, como si nos viéramos todas las putas mañanas.

—No, soy un holograma diseñado para cocinar y atenderte, mocosa —increpó.

Su sarcasmo y mal genio fueron características principales de él desde que comenzó la secundaria. El efusivo y dulce niño había pasado a la historia para darle paso a esta agria copia de quién se dice, es mi hermano. Extrañaré toda la vida a aquel chiquillo que alguna vez fue.

—A mí también me alegra verte, hermanito —mi última palabra iba cargada de rencor.

Me dedicó una mirada de soslayo y siguió en lo suyo. Nunca he podido negar que Aomine tiene un gran don en la cocina, no creo poder superarlo jamás, nació con la sazón de mamá. Al verlo, no pude evitar recordarla y de un momento a otro la situación me superó. Salí de allí, sentía que a pesar de lo espacioso que era el lugar, me estaba ahogando con nuestras dos presencias.

De regreso en mi habitación coloqué música mientras me bañaba, ahora sí que estaba decidida a salir. Con Coldplay de fondo, me vestí. Mi cabeza palpitaba un poco, seguramente por la falta de descanso. Tomé la pastilla recetada y comencé a maquillarme un poco. Solucioné mi look con un lindo conjunto underground más el cabello suelto. Agarré mi bolso más todo lo necesario y salí de casa sin avisar nada, tampoco es como si a mi hermano le importara.

Pasé por la tienda de Ukai pero él no estaba, me atendió una linda anciana que me regaló más golosinas a parte de las que compré. Al estar en medio de la calle, se acabaron mis planes. ¿Qué podría hacer? A lo largo de mi vida no he sido sociable, así que no cuento con un repertorio de amigos a quiénes llamar. Siempre he sido más introvertida, lo cual estoy tratando de cambiar este año. Desde que Oikawa e Iwaizumi se graduaron de Kitagawa, aunque me exasperaban, vivía esperando en la semana cada bendito jueves o viernes por sus apariciones, y algún que otro fin de semana al mes que se dejaron ver por la casa familiar Hayashi, en Tokio. Ellos eran tratados como la realeza, escuché comentar a mi abuela una vez que les iban a dar una llave para que pudieran estar como dueños, realmente ella los apreciaba, eso me fastidiaba porque todo era gracias a esa maldita sonrisa de Tooru y la impecable educación de Iwaizumi. Parecía la mala en ese trío.

LUZ DE LUCIÉRNAGA » ʰᵃⁱᵏʸᵘᵘ✔︎Where stories live. Discover now