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Era un nuevo día en París, Nathalie se preparaba para iniciar el día, salió de su habitación, comenzó con los preparativos del desayuno, y luego subió a las habitaciones para despertar a su jefe, y al hijo de este, el segundo era siempre el más problemático a la hora de levantarse, su sueño era muy pesado y la mayoría de las veces quería quedarse más tiempo, hoy fue diferente, el ya estaba levantado, bañado, y sentado frente al escritorio revisando cosas en su computadora, la mujer en completo sigilo se acercó a él para observar lo que veía, este se encontraba buscando direcciones de orfanatos en linea, seguramente el tema de la niña del otro día aún lo atormentaba, el chico tenía un corazón noble pero sus buenas acciones aveces no alcanzaban para arreglar los errores de otros.

─Buenos días Adrien─ saludo y el chico dio un salto en su asiento, se había asustado

─Nathalie, casi me matas del susto─ apaga la computadora y se gira para verla ─Buenos días

─El desayuno está listo─hace una pausa ─Me alegra que hoy estés listo, y no tengamos que batallar como es habitual

─Queria despertarme temprano para investigar algo─ se levanta ─¿Puedo tener el día libre?─ pidió en tono de súplica

─No lo sé Adrien, tu padre no lo aprobaría─ sale de la habitación siendo seguida por el

─Por favor Nathalie, es importante─ musito desesperado

─Esta bien─ suspira

Ambos llegan al comedor y cada uno toma su lugar, el chico en la cabecera de la mesa para ingerir su desayuno, y la mujer parada a un lado de la puerta, para observarlo y luego llevarse el plato una vez este termine sus alimentos; con la rutina cumplida ambos estuvieron libres, la azabache le dio un advertencia al rubio, no volver tarde y llamar urgente a su guardaespaldas si algo malo pasaba, el chico asintió y salió con prisa de aquel lugar, temía que su asistente se arrepienta de la libertad otorgada y terminé con más tareas que lo normal.

─Buenos días Nathalie─ saludo el diseñador entrando en el atelier, la mujer se tensa y no contesta ─¿Todo bien?─ pregunto intrigado, ella no suele estar tan callada

─Le di el día libre a tu hijo─ contesto con temor desviando su mirada, el se acerca

─Nath─ dice delicadamente parado frente a ella ─Deja de temerme como si fuera aquel ogro que se hacía llamar tú jefe─ hace una corta pausa ─Estamos juntos ahora y tus decisiones son igual de importantes que las mías, si consideraste que Adrien necesitaba un día para el, estoy feliz de que se lo hayas dado─ sonríe

─Perdon, me costará acostumbrarme a que ahora tú y yo─ se queda callada, el vuelve a reír

─Estamos juntos─ la toma del mentón ─Y ahora que lo pienso, estamos solos─ comenta pícaro

─Siempre estamos solos─ replicó coqueta

─Pero ahora Adrien no puede entrar de improvisto, y puedo hacer esto sin remordimiento─ la besa ─Extrañaba tus labios─ la vuelve a besar y luego ríe sin dejar de hacer contacto con ella

─Yo también extrañaba tus labios─ ahora la que toma la iniciativa es la azabache, dándole un beso, este más apasionado que los anteriores

─¿Y si nosotros también nos tomamos un día libre?─ pregunto al separarse

─Me encantaría.

Ambos se toman de la mano y salen del atelier, por fin podían tener tiempo para ellos sin tener que esconderse del rubio, pareciera tonta esa decisión, pero los dos habían acordado no mostrarse cariñosos frente a el sin antes decirle la verdad.

Miraculous: Quiero estar contigo. Where stories live. Discover now