—Estás loca. Si yo fuese policía y te hiciera una multa por ser tan hermosa, probablemente te haría besarme o algo de eso. Sería el policía más feliz del mundo.

—Ay, Ema, tenés peores ideas que yo —comento entre risas. Miro por la ventanilla y frunzo el ceño—. ¿A dónde vamos?

—Hoy hace un día hermoso, ¿no? —expresa—. Vamos a comer en la costanera.

—¿En la costanera? —repito—. ¿No va a hacer frío al lado del río?

—Probablemente, pero vamos a tener una vista hermosa. Además, hay que disfrutar del día, ya viene invierno y el clima va a ser asqueroso.

—Es cierto —admito.

Continuamos el viaje en silencio. A pesar de que me dan ganas de poner música, no lo hago, se cortaría el ambiente de tranquilidad. Emanuel está atento al camino, así que me pongo a pensar si sería buena idea hablar de lo que me dijo Vanina. Me pongo nerviosa de solo pensar las palabras, pero tengo que hacerlo, tengo que saber si es real. Me aclaro la voz y me remuevo en el asiento para comenzar, pero me interrumpo a mí misma. Creo que voy a hacerlo después del almuerzo, no vaya a ser cosa que le cierre el estómago. Además, tampoco es buena idea hablar de eso mientras maneja, puede ponerse mal y tener un accidente.

Esto es tan difícil. Me arrepiento un montón de haberla enfrentado a esa loca, ahora no puedo sacar sus palabras de mi cabeza. Para colmo, Andrés no tiene ninguna novedad y eso que dijo que tenía ganas de investigar.

Unos diez minutos después llegamos al lugar. Obviamente que hay bastante más viento y hace más frío, pero sí, es un lugar hermoso. El sol se refleja en el agua, haciendo que todo parezca más iluminado. La gente camina y va en bici por el puente, algunas personas están pescando y otras hacen una especie de picnic.

Emanuel abre el baúl del coche y lo veo sacar una pequeña heladera, mantas y una cesta de mimbre. Lo observo con asombro e intento ayudarlo, pero no me deja.

Camina con las manos llenas hasta que encontramos un lugar tranquilo con pasto, donde podemos tener una buena vista del muelle y del agua. Lo ayudo a armar todo sobre el piso y nos sentamos sobre las mantas con comida entre nosotros. Sonrío y lo miro todavía sorprendida.

—No puedo creerlo —manifiesto.

—¿Qué cosa? Admito que soy más fan de comer adentro que afuera, pero esta vez es especial porque es un lugar muy lindo, hay un día precioso y estoy con la mujer más hermosa, entonces esto se va a volver mi actividad favorita solo porque te veo sonreír —dice, provocando que me sonroje.

—Bueno, gracias. Admito que me encantan las cosas espontáneas y las sorpresas —respondo comiendo un sándwich de miga.

—Esa es una buena información. —Él también comienza a comer y mira el paisaje con profundidad y expresión pensativa. Suspira y vuelve sus ojos hacia mí—. Ayer mi hermano estaba raro y me hizo pensar en algo. Él me dijo que sabe que es un mal hermano, y que probablemente no voy a cambiar mi comportamiento reservado hasta que logre hablar de lo que me hace mal.

No sé qué responder, así que solo me quedo esperando a que continúe. ¿Será que me va a contar algo sin que yo se lo pida? Eso sería mucho más fácil.

—Y tiene razón —agrega al ver que no digo nada—. Andrés quiere que se lo cuente a él, pero prefiero empezar por vos, sobre todo porque Ramiro me contó lo que pasó.

Mi estómago da un vuelco y mi corazón comienza a latir con fuerza. Maldito colorado gallina chusma.

—No puede ser, es un buchón —murmuro. Se ríe y niega con la cabeza.

Un flechazo (des)organizadoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora