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—<<Agarró por un extremo la trenza que había cortado a Rapunzel y la dejó caer por la ventana. El inocente Alexander empezó a subir, y cuando estaba a punto de alcanzar el hueco, la malévola bruja gritó con áspera voz de grajo: "No busques a tu amada porque no está aquí... ¡Tu osadía será tu ruina!". Y en un terrible acto de maldad, soltó la trenza para que el príncipe cayera al vacío y se estampara contra el suelo como un muñeco de trapo>>.

Alicia Blair leía en voz alta sentada en las rocas del pozo. Llevaba días practicando su habilidad en la lectura sin parar, y cada vez se le daba mejor, hasta tal punto, que en menos de una semana iba por la mitad de la recopilación de cuentos de los hermanos Grimm.

—¡Que horror! ¿Lo ha matado?— Pero enseguida se dio cuenta de que estaba sola. El señor Hatchard estaba en la librería y había confiado suficiente en ella como para dejarla sola—. <<"¡Esto por querer arrebatarme lo que es mío, niñato engreído!" Gothel había llevado a cabo su venganza, y como ya no le quedaba nada más que hacer en la torre, bajó por la escalera de lana y se fue dejando al príncipe inconsciente, completamente inmóvil sobre la hierba>>.

Por un momento se imaginó la escena en su mente, vislumbrando al príncipe tirado en el suelo, con las piernas rotas y los ojos y la boca abierta. Mientras en su imaginación se iba acercando a él, podía distinguir un rostro. Le era familiar...

Alicia Blair cerró el libro de golpe, junto con un suspiro ahogado. Era la cara de Ingrid, tendida en el suelo como ese muñeco de trapo el cual describía el cuento. Cerró los ojos con fuerza para deshacerse de esa imagen y después miró la fuente, como caía el agua y como consecuentemente impactaba suavemente contra las piedras. La puerta se abrió con un ligero crujido y escuchó los pasos de la señora Yail.

—Alicia, llevas todo el día leyendo.

—Esta historia es increíble. Estoy enganchada— Le dijo, deshaciendose de sus pensamientos—. Aunque ahora ha pasado algo malo— Frunció el ceño.

—¿Qué lees?— Le preguntó mientras se acercaba a ella.

—Rapunzel, ¿la conoces?— Alicia le tendió el libro.

—No... No se leer...— Le dijo, y la niña abrió un poco la boca—. Tengo que ir al centro, a hacer unas compras, ¿quieres acompañarme? Puedo llevarte con el señor Hatchard, si quieres.

—¿Él está en la librería?— Yail asintió afirmativamente—. De acuerdo, vendré contigo.

—Voy a buscarte el sombrero.

Dio media vuelta y se fue en busca del sombrero amarillo a juego con el vestido del mismo color que Alicia llevaba hoy. Ella, por su parte, entró en casa y dejó el libro en el sitio de siempre. Miró por la ventana una última vez la fuente, pensativa. Iba a ir al centro. Pensó que tal vez podría acercarse al lugar donde solía vivir hasta hace unos días. Por si acaso, arrancó un trozo de papel de un cuaderno con apuntes varios que había sobre la mesa y una mina, y se los escondió en el escote. Con inseguridad y el pensamiento de que tal vez estaba haciendo algo malo, se dirigió a la puerta de entrada para encontrarse con la criada, quien sujetaba el sombrero. Alicia lo cogió y se lo puso, frustrándose por su torpeza.

La señora Yail le dijo que normalmente ella iba a pie, pero en el caso de que fuera el señor Hatchard o algún familiar al centro, que tenía que ir a llamar al cochero, quien se encontraba tres calles más allá, al final de su avenida. Pidió a Alicia que esperara mientras lo llamaba y ella acató sin rechistar, quedándose en la puerta de acero con las manos cruzadas y observando la tranquila y limpia calle de ese barrio alejado. En menos de dos minutos apareció un carruaje negro con dos caballos dirigidos por un cochero trajeado. De dentro salió Sasha, que bajó y le ofreció pasar a la niña. Luego, ella volvió a subir y cerró la puerta.

Alicia BlairWhere stories live. Discover now