Madre, padre, caballero

843 171 38
                                    

    

    La mañana de sábado sumerge a Arthit en un remolino que bien podría dejarlo estresado y ansioso el día entero.

    Acaba de levantarse a las 10 am cuando oye el familiar murmullo del auto de su padre justo fuera de la casa.

    Arthit se pone alerta de inmediato, mirando en el piso la cama improvisada de Kongpob y suspirando de alivio cuando recuerda que el alienígena hoy tiene el turno de la mañana.

    Aún así, eso no lo detiene de entrar en frenesí, lavando rápidamente su cara en el baño antes de saludar a los rostros sonrientes de sus padres en la puerta principal.

    Ellos no le dijeron que irían hoy, así que lo atraparon con la guardia baja. Aunque, pensándolo bien, Arthit no sabe si habría sido mejor que sus padres le hubieran informado que vendrían a visitarlo.

—Oon —saluda su madre, pinchando sus mejillas como solía hacerlo—, ha pasado tanto desde que te vi. Nunca nos visitas desde que te mudaste.

    Arthit, con su mente somnolienta y en pánico, intenta ofrecer una sonrisa y una risa mientras su madre va directo al sofá.

—No estás dando una orgía ahora mismo, ¿o sí, hijo? —El padre de Arthit comenta casualmente mientras sigue a su esposa a la sala.

    Arthit se atraganta, balbuceando a la figura de su padre.

    La cosa es que, siendo hijo único, sus padres lo consintieron a tal punto de que Arthit casi los veía más como mejores amigos que como figuras paternas, lo cual tiene sus respectivas ventajas y desventajas.

    Por una parte, Arthit se siente cómodo hablando de lo que sea con sus padres como con sus amigos, algo que mucha gente podría encontrar extraño, pero eso lo ha hecho más cercano a su madre y padre que la mayoría de la gente con los suyos.

    Por otro lado, los padres de Arthit son mucho más abiertos al hablar de lo que sea, así como se vio por la forma en que el padre de Arthit sugirió que estaba dando fiestas de sexo en su casa.

    Aunque Arthit no tiene problema con eso. Se acostumbró a la falta de filtro de su parte y a la honestidad de su madre que probablemente atraparía a cualquier otra persona con la guardia baja, pero no a él.

—¿Qué los trae por aquí? —Pregunta, encarando las posturas relajadas de sus padres en el sofá.

—No sabía que te conseguiste un gato —su madre lo ignora para acariciar al Señor Risas en el piso y, a él, le dice con un puchero—: ya nunca me dices nada.

—¿No podemos visitar a nuestro hijo de vez en cuando? —Su padre alza una ceja.

    La mente de Arthit va a mil por hora. Acaba de despertarse y ahora tiene que pensar.

    Esto es injusto.

—Su nombre es Señor Risas, es un gato callejero. Nosotros... yo lo adopté —le dice a su madre y gira los ojos hacia su padre y dice—: La única ocasión que vienen a visitarme es cuando alguien muere o cuando van a decirme algo importante.

—Eso es prácticamente lo mismo —murmura su padre.

—Ah —su madre aplaude—, son las fiestas, Oon. No se habla de muerte.

—Ni siquiera somos católicos —murmura Arthit.

    Arthit prepara café para él y para su padre y té para su madre. Mientras se ocupa en la cocina, Arthit no le saca los ojos de encima a la pareja en la sala de estar.

    Es bueno que Kongpob sea un maníaco de la limpieza, por lo que la casa está impecable. Si sus padres vinieran a una casa desordenada, seguramente se llevaría una reprimenda por parte de su madre.

ExtraordinarioOù les histoires vivent. Découvrez maintenant