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RENNAN

Dolor; era lo único que lograba percibir habitaba mi cuerpo. Por alguna extraña razón las lágrimas no dejaban de salir y yo no hacía esfuerzo alguno por retenerlas, me sentía perdido. Mi cabeza descansaba en el vidrio del auto, mi mano derecha sostenía una cerveza y mi corazón parecía haber desaparecido, al igual que la razón.

Bach no dejaba de sonar a un volumen bajo en el auto acompañando mi agonía y aumentando mi pena; si mis ojos se cerraban la conversación mantenida en esa gran mansión volvía a mi mente, mentiría si niego el hecho de que imaginé cada suceso que era narrado por esa gente que se hacía llamar mi familia.

No supe por cuanto tiempo permanecí en el mismo lugar, solo me quedaba sentado en el auto dejando que mi cuerpo expulse el dolor mientras mis ojos buscan lo que mi boca se niega a decir. Mi teléfono había sonado un par de veces durante la noche y hoy en el día interrumpió mi llanto dos veces más; sabía que se trataba de Gala, y no tenía intención alguna de hablar con ella.

Hubiese permanecido en esa posición aumentando mi pena de no haber observado a alguien entrar en esa vieja casa; solo así sentí como mi corazón desaparecía en lo más profundo de mi ser dejándome como una persona gris. Me sentía como un astronauta el cual pierde su nave y orbita en la nada sintiendo es espacio tan inmenso que en un segundo podría perderse en él.

Una grieta se formó en mi planeta, solo así me vi obligado a tomar el teléfono hasta llevarlo a mi oreja y suplicar en voz baja alguien contestara en la otra línea; constaron de tres o cuatro tonos para que el receptor tomase su celular y atendiese a mi llamado, una vez escuché su voz mi llanto aumentó.

— ¿Rennan? ¿Reno, estás bien? — Eiden Price logró darme un poco de paz con un par de palabras, pero en este momento eso no era suficiente; llegué a un punto donde yo pedía cada vez más de él.

— Te necesito — sollocé, por un momento olvidé el hecho de que él posiblemente tenía mayores problemas— Eiddie, por favor...

—Voy para tu casa— negué a pesar de saber no podía observarme

— No estoy en casa, yo...yo estoy lejos— tragué duro tras asimilar la decisión que había tomado al salir de mi casa la noche anterior.

— Rennan... ¿Dónde estás exactamente? — sonaba preocupado, no sabía dónde se encontraba él, pero susurraba así que supuse lo debí interrumpir en algo importante.

— Fue estúpido llamar, no tienes que venir si...—me interrumpió

— Rennan, ¿Dónde estás? Sabes que iré de todas formas —No podía discutir contra él, nadie en este mundo podría llevarle la contraria a Eiden Price, así que solo lo hice, le dije exactamente donde me encontraba.

[...]

Un par de horas después escuché el golpeteo sobre el cristal así que quité el seguro y dejé que él entrase al auto en el asiento de copiloto. No lo miré, no así, no quería que Eiden Price me mirase siendo miserable, mis ojos se mantuvieron fijos al frente observando unos metros más allá.

— Rennan... ¿Qué haces aquí? — susurró, supongo yo debía verme de la mierda para que usase un tono tan sutil conmigo.

— Bueno, yo estaba frente a la casa...mi primer plan era ese. Bueno, no existía un plan, yo solo...—dejé escapar un par de lágrimas y me encogí de hombros al sentir esa presión en mi pecho— no sabía a donde ir. Pero después le vi...

Miré de reojo a Eiden; portaba sus características ropas negras y con ese cabello platinado lucía radiante. Él ya no me observaba a mí, ahora había dirigido la mirada a donde yo la tenía segundos antes.

El planeta de EidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora