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RENNAN

Recuerdo el día en que conocí a Eiden. La escuela había dado inicio hace un par de semanas atrás y él era el chico nuevo ya que estaba adelantado un grado, por lo cual era el menor en toda la habitación. Eiden siempre se daba a notar; esa mañana entró al salón de clases portando una playera tallo largo color morado y un short rosa que dejaba al descubierto sus pequeñas y flacuchas piernas. Pero no fue eso lo que captó mi atención, sino el aro de hula hula que sujetaba con ambas manos mientras regalaba al grupo una sonrisa de oreja a oreja.

Era el primer año de primaria; todos los niños parecían no querer ser catalogados como eso así que el hecho de que alguien llevase un "juguete" fue objeto de burlas; burlas en las cuales yo no participé por miedo a hacer sentir mal al niño. Él soltó una mueca, pero eso no bastó para que se deshiciera de su aro de hula ese día ni las semanas siguientes.

Si bien el niño había captado mi atención como si fuese un cono de helado en un día de verano no fue hasta el 5 de Octubre que me atrapó por completo. Día de muertos se aproximaba y la maestra nos había pedido escribir una historia relacionada para contar frente a toda la clase. Eiden como siempre fue el centro de todo, mientras todos pasábamos a contar cuentos burdos e incoherentes a nuestra corta edad, él hizo todo lo contrario.

Relató una historia (en mi perspectiva de niño) digna de película la cual relataba como los niños cada día de muertos se convertían en un alebrije listos para custodiar su casa de los entes malvados. Ese día descubrí la imaginación tan desbordante que posee; a los 5 años Eiden ya creaba todo un mundo en su cabeza que cualquier persona desearía tener. Pero ellos no podían apreciarlo, nadie podía. Tras culminar su relato recibió burlas nuevamente, eso me hizo sentir mal hasta a mí, pero era tan tímido que no pude decirle ni una palabra.

Los primeros días no tuve el valor para hablar con Eiden; aun no comprendo el porqué, siempre he pensado que emana algo que lo hace verse imponente a pesar de medir apenas un metro y cargar una cara llena de dulzura. Me gustaba observarlo durante las clases ya que se encontraba ubicado un asiento adelante en la fila de mi derecha. Me gustaba ver como balanceaba las piernas ya que eran tan cortas que no tocaban el piso, ver como se reía o hablaba solo en la hora de receso o los ruidos extraños que soltaba por la boca al escribir.

Mi curiosidad con respecto a Eiden iba creciendo con las semanas; sin embargo, él parecía no notarme, quizá no notaba a nadie, estaba atrapado en su propio mundo, en su propio planeta.

Hablamos por primera vez el 17 de Octubre; podría recordar esa conversación establecida con él miles de veces sin olvidar detalle alguno, lo sé porque desde ese día toda mi vida pareció cambiar. Dejé de vivir en la tierra y me mudé a un nuevo planeta, al planeta de Eiden.

-Oh rayos...- soltó una risa cantarina una vez vio cómo su aro de hula hula el cual había salido despedido en el aire cayó en mí. Me atrapó literalmente-Quedaste atrapado niño...

Se aproximó a mí dando pequeños saltos; siempre se destacaba por tener esa actitud tan alegre. Yo solo pude tomar el aro que me tenía preso entre mis manos para observarlo; era color rosa con brillos que lo hacían más llamativo.

- ¿Te gusta? Es muy bonito ¿No? - al levantar la mirada él ya estaba frente a mí regalándome una sonrisa sincera mientras mantenía las manos tras su espalda y se balanceaba de un lado a otro. Al establecer contacto visual sus ojos se abrieron más de lo normal y su sonrisa se ensanchó - ¡Wow! Tus ojos...

No pude evitar sonrojarme un poco al ver como se acercaba más a mi rostro para poder observar mejor mis ojos. La razón por la cual llamaron su atención es porque son de dos colores diferentes; el derecho es café y el izquierdo azul. Es solo heterocromía. Al verme por primera vez la gente normalmente solo se extraña, pero Eiden parecía fascinado con lo que veía.

El planeta de EidenWhere stories live. Discover now