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RENNAN

Una vuelta más; mi pecho ardía y sentí mi corazón se saldría en cualquier momento pero no podía parar, necesito más. Cada músculo en mi cuerpo dolía y el agotamiento estaba por alcanzarme, pero yo debía ser rápido. Si paro ahora; me quedaré así por siempre, solo debía nadar un poco más. Lo necesito.

Quiero a todos adentro; nada de empujarse, el primero en hacer sus chistes se sale de mi piscina. ¿Entendieron? habló el profesor de natación de la escuela; inmediatamente un coro de niños de entre los 13 y 15 respondió con un "entendido" muy eufóricos.

No los escucho. Dije, ¿Entendieron? "Si profesor" recibió como respuesta. Eso pareció agradarle porque sonó el silbato para que todos entrásemos al agua.

Todos los niños se deshicieron de sus batas o toallas de baño para ingresar a la piscina; mi corazón latía feroz, las manos me sudaban y seguramente mi tartamudeo estaba a todo lo que da. Pude observar como cuchicheaban enviándome miradas para nada discretas; eso solo empeoraba mi estado, no estaba lo suficientemente cerca para escucharlos, pero no lo necesitaba para saber lo que decían de mí.

¡Cooper! Al agua, es para hoy— escuché al entrenador llamarme; pero yo lo sentía tan lejano, solo podía observar mis pies tratando de ocultar el temblor que recorría todo mi cuerpo— ¡Cooper! No me hagas ir por ti

Escuché un par de risas provenientes de los chicos; a regañadientes me encaminé al borde de la piscina, logré ver mi reflejo en el agua; solo observé eso que no me gustaba de mí. Llevé la mirada a los demás, los demás niños de ahí eran delgados, unos incluso daban indicios de irse desarrollando, no era la primera vez que les observaba y sabía bien por qué: me gustaba.

Pero yo; no era como ellos. Mi cuerpo era grasa; mientras ellos se sentían seguros con sus delgados y refinados cuerpos yo estaba escondido bajo esa bata de baño con miedo a exponer mis carnes. Igual, mis inseguridades no le importaron a nadie, mucho menos a mi profesor.

— ¡Cooper! No vamos a iniciar hasta que no entres al agua— mi corazón latió feroz; siempre trato de evitar estos momentos, he faltado en días de natación, he ido a la enfermería fingiendo malestar estomacal, una vez incluso le pedí a Gala fingiera una emergencia para sacarme de ahí. Esos eran días buenos; pero hoy no. No puedo huir por siempre.

Caminé de regreso a las bancas donde descansaban nuestras mochilas; les di la espalda sabiendo que sus ojos se centrarían en mí y poco a poco me deshice de la bata. Todo el tiempo cerré los ojos con fuerza y tomé aire por la boca. Escuché un par de risas por parte de los chicos; les podía oír llamarme por diferentes tipos de apodos, últimamente habían acogido apodarme "Willy"; en un inicio no comprendí, fue hasta que encontré a Gala golpeando en la entrepierna a uno de mis compañeros de clase que comprendí el porqué; se referían a la ballena.

No sabría expresar el sentimiento que me recorría el cuerpo; pero todo mi interior temblaba, sentía un nudo en la garganta, mis puños amenazaban con cerrarse, el pecho me dolía y las ganas de gritar palabrotas incrementaban. Solo debía controlarme y seguir adelante.

Cambié mi preciado gorro rojo por una gorra de baño del mismo color; volví a paso lento evitando la mirada de todos y entré cuidadosamente al agua; aun así ellos creyeron divertido hacer el chiste de que una gran ola los arrastraba a todos. Los detestaba tanto; porque ellos solo lograban que me odiara más a mí, a como me veo.

— Perfecto. Ahora daremos una pacífica carrera. ¿Qué les parece? — eso les emocionó a todos. No tardaron mucho en crear equipos; y como era obvio los excluidos fuimos uno: Andrés, el más flacucho y pequeño de todos que se ve algo enfermizo; Mariano, el rechazado por no ser perteneciente a una familia nuclear y después yo; el gordo y tartamudo.

El planeta de EidenWhere stories live. Discover now