XIV. Chispas

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Eliott Geest
Ubicación desconocida


Cuando Wivenn salió corriendo en busca de Renee para poder ayudarla con su hombro, Eliott supo que no podía huir de su destino: tendría que enfrentarse con Kybett. De nuevo.

Esperaba que hubiese otro ataque o que la rubia recién agregada al equipo provocara otro problema para poder evitar a Kybett y servir de niñera con la chica Belrie. Tampoco le gustaba tener que cuidarla como si ella no fuese suficientemente mayor para hacerlo, no obstante, cualquier cosa era mejor que tener que discutir con Kybett sobre lo que sucedía entre ellos.

Eliott sabía que no era ninguna coincidencia que Hazz le hubiera ordenado que fuera con Kybett. La líder del equipo estaba al tanto de muchas situaciones que Eliott prefería no compartir con el resto.

Entre sus secretos se encontraba lo que sentía por Kybett: nada. Ni una pizca de amor, si hablaba románticamente. Él la adoraba como su mejor amiga, no como nada más. Aun así tenía que obligarse a sí mismo a sentir algo gracias al deber con el que tenía que cumplir.

—... siete, cero, treinta, cero, noventa y uno, cero...

Eliott llegó a la sala donde se encontraba Kybett. Intentó caminar lo más lento posible, pero cuando menos se lo imaginó ya estaba escuchando sus balbuceos de números en árabe. Cuando ninguno de los otros integrantes estaba cerca, tanto Kybett como Eliott hablaban en su idioma natal: árabe. Pocas personas seguían hablándolo, no obstante, ellos, por ley, debían saberlo, así como también debían hablar los idiomas universales.

Eliott sabía que Kybett era una de las mujeres más brillantes que existían. Ella relacionaba sus memorias con números, así lograba tener buena retención sobre la información de tecnología. Claro que no tenía la memoria de Belrie, pero sí que sabía cómo sorprender a las personas con sus habilidades matemáticas.

Al no querer entrar con Kybett, Eliott se quedó recargado en el umbral de la puerta. Observaba sus rizos bailar de un lado a otro gracias a la prisa con la que se dedicaba a reparar las cosas. Kybett era alguien alta, pasando a Eliott por un par de milímetros. Sus ojos azules siempre contrastaban de su piel pálida, aunque bronceada. Tenía la nariz larga, con un arco sobresaliente. Sus labios rellenos usualmente los traía secos, ella no le daba mucha importancia al cuidado estético, aunque Eliott ya varias veces la había reprendido por no beber suficiente agua. Sus facciones eran enmarcadas por un rostro ovalado que le daba la elegancia digna de una miembro de la realeza.

Kybett era una mujer realmente hermosa y Eliott no temía de admitirlo, mientras no se malinterpretara por algo más que algo amistoso. Eliott no podría mirarla de otra manera ni aunque lo intentase. Había demasiado pasado entre ellos dos. Mucho de ello era bueno a pesar de que últimamente las cosas se habían complicado.

Como era de costumbre, Kybett no tardó en notar la presencia de su compañero de vida. Apenas lanzó una mirada de reojo a Eliott, quien se dio cuenta inmediatamente. La situación entre ellos era tensa desde antes, pero haber sido reclutados por Hazz en esa misión la volvió aún peor.

Él no habló. Entró a ayudar con lo que podía. No tenía tantos conocimientos sobre máquinas, todos sabían que ese no era su fuerte ni su rol en el equipo. Hazz lo sabía. Pensar en eso sencillamente aseguró a Eliott que la castaña los había reunido sabiendo exactamente lo que iba a suceder después. Hazz nunca hacía nada al azar, siempre tenía un plan.

—¿No deberías estar cuidando a Renee?

Kybett continuaba con sus movimientos veloces para arreglar todo lo que estuviera sacando chispas. Eliott notó que sus palabras desbordaban sarcasmo. No quiso comentar al respecto y siguió conectando cables donde sabía que iban. Lo poco que sabía se lo debía a las noches donde él se había desvelado para ayudar a Kybett con sus tareas y estudios de exámenes.

Expediente 512 (I)Där berättelser lever. Upptäck nu