45. Scape.

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Emma.

No sabía cómo reaccionar a lo que me acababa de contar mi abuela. Nunca llegaron a encontrar a mi madre porque se dieron por vencidos. Porque pensaron que era mejor llorar su muerto que la incertidumbre de su desaparición.

-Fue culpa mía - dije automáticamente.

-No. - Negó en rotundo mi abuela.

-No lo niegues ahora, me lo dijiste nada más bajarme del avión.

-Porque estaba dolida, fui testigo de cómo mi hija murió, eso es algo que se te queda grabado en la mente de por vida Emma, había pasado a penas una semana, ni si quiera había salido del shock - cogió una de mis manos. - Pero ahora sé que si yo la hubiera cogido el teléfono a la primera no hubiera estado ha esa hora en ese tramo de la carretera, y ahora no estaría muerta. Así que fue culpa de todos y de ninguno por no retenerla en casa durante unos minutos más.

Me quedé mirando a un punto fijo convenciéndome de que es el destino, de que las cosas pasan por algo y de que no fue culpa mía.

-Yo me siento culpable de no haber cumplido el prometido de mi hija - se lamentó mi abuela. - He estado tres años apartándoos de mi lado y sin daros el cariño que os faltaba. Cuando tu padre vino a mi casa a pedirme ayuda abrí los ojos, y me di cuenta que podíais haber tenido una vida mejor gracias a mí. Fui una egoísta.

Negué con la cabeza.

-Todos hemos cometido errores abuela, yo la primera y es mejor darse cuenta de ellos aunque sea tarde, que no darse cuenta nunca. - Hice una parada y ordené las palabras para que me salieran en un orden coherente. - Creo que ahora es un buen momento para que Sophie y yo nos mudemos contigo y dejemos a papá solo hasta que dejé todo el tema de juegos y busque trabajo. Quiero lo mejor para Sophie.

Mi abuela no se esperaba que fuera a admitir aquello porque me miró con ojos perplejos.

-¿Estás segura cariño?

-Sí, pero primero tienen que pasar unos días para que Sophie se vaya haciendo a la idea. Puedes venir mañana a cenar a casa y que te vea poco a poco.

-Si si, por supuesto, tú llevas el ritmo - pidió la cuenta al camarero que se nos acercó para comprobar si estaba todo bien. - Gracias por haberme escuchado.

Me levanté y le di un abrazo, los abuelos siempre eran especiales, para mí lo fue y no quería que Sophie se perdiera el cariño de la única abuela que teníamos. Quedamos en que mañana le enviaría un mensaje para venir a casa y cogí el tren. Tenía ganas de llegar a casa, de sentarme y asimilar todo lo que me había contado mi abuela. Pero antes tenía que hablar con mi padre seriamente, porque las cosas no podían seguir así.

Llegué a casa sobre las 20:30 de la tarde, le había escrito a Marco que todo había ido bien y que ya le contaría en persona todo detalladamente, no me apetecía ahora recordar cómo había muerto mi madre, porque si lo hacía sabía que acabaría llorando con una magdalena.

Entré por la puerta y me paré en el salón, donde mi hermana estaba con los brazos cruzados y sus morritos de enfadada puesto.

-¿Has entendido lo que te he dicho, verdad? - dijo mi padre muy serio.

Mi hermana ni si quiera le habló, solo asintió con la cabeza. Era la primera vez que veía a mi padre regañar a mi hermana.

-¿Qué ha pasado? - pregunté dejando mis cosas encima de la mesa. Sophie me miró y cambió sus morritos por un puchero, se me contrajo el corazón.

-Nada, simplemente no quería recoger todos los juguetes que tenía por aquí tirados. - En cuanto las palabras de mi padre salieron por la boca sabía que estaba mintiendo, mi hermana nunca dejaba las cosas de por medio, desde bien pequeña colocaba todo. Incluso le parecía más entretenido colocar las cosas que distribuirlas por el suelo y jugar con ellas.

Mi padre estaba mirándome y detrás de él estaba Sophie que negaba lentamente con la cabeza pasando desapercibida.

-Cariño, ve a la habitación ¿vale? - ella asintió con la cabeza y supo que lo había dicho porque en unos segundos iría detrás de ella y me contaría todo. Se fue corriendo y cerró de un portazo. - A lo mejor te has pasado un poco papá.

-¿Vienes a darme ahora clases de cómo educar a mi hija? - me preguntó molesto.

-¿Perdona? Mira papá, no sé que narices te está pasando, pero vengo para decirte que o te centras o Sophie y yo nos vamos de esta casa. No pienso arriesgarme a que cualquiera llame a servicios sociales para ver si la pequeña está bien cuidada y tiene todo lo necesario.

-Si te refieres a la abuela, no te preocupes, ya me aseguraré yo de que no llame - le miré incrédula ¿a caso estaba amenazando? Decidí guardarme para mí que había estado hablando con ella una hora antes de llegar a casa.

-No tienes que asegurarte de nada papá, tienes que buscar un trabajo, ser responsable y ser un buen padre. Solo eso, no te pido nada más.

-No lo entiendes, si gano ahora obtendré una fortuna Emma, seríamos ricos, no necesitaríamos nada más para vivir, estarías a la altura de Marco y no tendrías que salir con él. - Se calló en cuanto fue consciente de lo que había dicho, y de lo mucho que me había dolido.

-¿Crees que tu hija mayor es una cazafortunas? ¿Que soy inferior a él porque tienes más ceros en su cuenta bancaria que yo? Siento decirte que estás muy equivocado, por Marco será rico, pero tiene muchos más principios que tú.

Mi padre nunca en la vida me había levantado la mano, ni si quiera un azote en el culo, ni a mi ni a mi hermana, pero ahora había acabado con su paciencia y él con la mía. Le había dado con la realidad en las narices y le había dolido, tanto como a mí me dolió su bofetada.

-Tendrás 22 años, pero no tienes derecho a hablarme así.

-Y tu serás mi padre, pero no tienes derecho a arruinar la infancia de Sophie de esta manera. - Me giré y fui directa a la habitación de Sophie. En cuanto entré ella se tiró a mi brazos. Me iba a explotar la cabeza, de verdad, parecía que el día iba a acabar bien, pero estaba empeorando a grandes velocidades.

-Tengo que contarte algo - me susurró al oído. - No me ha regañado porque no había recogido mis juguetes.

-Entonces ¿por qué, cariño? - cogí su cara entre mis manos y enjuagué sus lágrimas.

-Para que no te dijera que habían venido dos hombres.

-¿Cómo eran los hombres? - le pregunté cada vez más alarmada.

-No lo sé, solo escuché algo de un "acustes de cuenta", o algo así, no me acuerdo.

-¿Ajuste de cuentas? - dije con el corazón a mil.

-Si, y tenían pinta de ser muy malos tata, tengo miedo de que vengan otra vez.

Joder, joder, mi padre se había metido en un lío por culpa del juego. Dejé a Sophie sentada en la cama, cogí su pequeña maleta y comencé a meter ropa suya.

-No hagas ningún ruido ¿vale, cariño? - ella asintió con la cabeza y se quedó en la cama. Fui a mi habitación y metí lo necesario en una bolsa de deporte. Volví a la habitación y seguía en el mismo sitio en el que la había dejado.

-¿Te apetece dormir en casa de Marco? - pregunté en bajito y a mi hermana se le iluminaron los ojos. - Genial, porque nos está esperando para la fiesta de pijamas.

Me colgué la bolsa al hombro, cogí en brazos a mi hermana y con la otra mano la maleta, quería salir de esa casa lo más rápido posible. Vi que mi padre estaba en el baño porque tenía la puerta cerrada y parecía que se estaba duchando. Genial, momento ideal.

Salimos de allí lo más sigilosamente posible, montamos en el coche y pusimos rumbo a casa de Marco. No me quería imaginar la cara que pondría cuando nos viera llegar con maletas a medio hacer y con una mejilla que poco a poco comenzaba a enrojecerse cada vez más.

Mentiras. // Marco Asensio //Where stories live. Discover now