11. Trust.

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Marco.

Salí de casa con mis vaqueros y una camisa blanca recién estrenada, había perdido la cuenta de los días que llevaba en mi armario con la etiqueta puesta. Ni si quiera recuerdo el momento en el que la compré. Me monté en el coche y cuando fui a arrancar mi móvil sonó.

-Hola mi vida ¿cómo estás? - respondió Valentina nada más cogerle el teléfono.

-Muy bien, estoy a punto de irme a cenar. ¿Y tú? ¿Qué tal por Ibiza?

Sí, se había ido a Ibiza sin mirar atrás. Me lo dijo exactamente un día antes de marcharse, habían surgidos unos negocios de su padre y tenía que acompañarle. Por una parte me alegré, necesitaba unos días solo para poder relajarme y dejar de estar dando explicaciones por todo. Pero por otra parte echaba de menos llegar a casa y que no estuviera ella.

-Muy bien, hoy hemos tenido una reunión y esta noche una cena. Por aquí no paramos. - No estaba muy segura de lo que estaba diciendo, podía sentirlo en su voz. - ¿Con quién hablas?

Una voz masculina se escuchó al otro lado del teléfono, pero no me dio tiempo a reaccionar.

-Mañana hablamos cariño, te quiero.

Me colgó inmediatamente. ¿Qué acababa de pasar?

Decidí dejarlo pasar, no tenía ganas de comerme la cabeza ahora. Arranqué y conduje hasta nuestro restaurante favorito que estaba cerca del Bernabéu. Cuando llegué ya habían llegado todos los que estuvimos la última vez, pero sin niños.

-¿Por qué siempre tienes que llegar el último? - me preguntó Paddy para picarme, la última vez que cenamos en casa de Nacho también llegué tarde.

-Deja al pobre muchacho, se le ha pegado la costumbre de Valentina - la broma de Isco hizo que todos rieran, incluido Emma que lo hizo de una forma más tímida.

-Hoy te la ganas Isco - dije acercándome a él y revolviéndole el pelo.

Saludé a todos y entramos dentro. El ambiente estaba tranquilo para ser un viernes por la noche. Nuestras mini vacaciones se acababan el martes cuando a algunos de nosotros nos concentraran para la selección.

No sé si lo hicieron a posta o por casualidad, pero el único sitio que quedó libre fue en la esquina, en frente de una Emma que estaba preciosa. Su sonrisa contagiaba a cualquiera.

-¿Y Valentina? - me preguntó Carla que estaba al lado de Emma.

-Una larga historia, está en Ibiza - pude ver como Emma abrió los ojos sorprendida, pero supo disimularlo bastante bien.

-¿Vuelves a estar soltero? - preguntó Carla esperanzada con que la respuesta fuera sí.

-No seas exagerada Carla, no ha pasado nada, negocios de su padre.

-Sí, claro, negocios - dijo con ironía, y decidí pasar del tema.

Miré a Emma que me devolvió una sonrisa y se me olvidaron todos los problemas.

-¿Ya han empezado tus vacaciones? - pregunté con el fin de sacar un tema de conversación.

-No es que vaya a tener muchas este verano, pero se hace lo que se puede.

Iba a preguntarle más cosas, pero llegó el camarero y nos tomó nota a todos. Nos trajeron la comida en seguida y la cena transcurrió con una normalidad que me sorprendió. Todos reíamos, contábamos anécdotas y descubríamos nuestros momentos más vergonzosos.

-¡Ay! Ya sé cuál fue nuestro momento más vergonzoso en la universidad - dijo Carla emocionada mientras miraba a Emma.

-No, no, no, ni se te ocurra Carla - dijo ella mientras el rojo teñía sus mejillas.

-Fue nada más empezar las clases - Carla hizo caso omiso a la negativa de Emma y se puso a relatar la historia - Llevábamos un par de semanas juntas y un día después de comer subimos a los baño de la última planta porque íbamos a... ¿A qué íbamos Emma?

Todos estallamos en carcajadas, Carla y la memoria no son buenas amigas.

-Mejor lo cuento yo - Emma se puso cómoda y continuó con la historia - íbamos a una tutoría con un profesor. Entramos al baño y al abrir la puerta de uno de los baños nos encontramos a una profesora nuestra con un compañero de nuestra clase.

-Lo peor fue que estaban completamente desnudos - añadió Carla.

-La profesora nos mandó un correo por la tarde disculpándose y pidiendo que no dijéramos nada a nadie. Al final de curso tuvimos una matrícula cada una - Emma bebió agua de su vaso al terminar la historia y no pude evitar mirarla.

Se pasó uno de sus dedos por su boca para quitar una gota que iba de la comisura de sus labios hasta la barbilla. Ella me vio cómo la observaba, y no me importó. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos sin importar nada ni nadie. Su mirada desprendía fuerza y debilidad a partes iguales, pero dominaba esa dulzura que era característica de ella.

-¿Quién se viene a tomar algo? - dijo Reguilón que estaba a mi lado. Se había parado el tiempo y no había sido consciente.

-Nosotras - dijo Carla señalando a Emma y a ella misma.

-Nosotros nos vamos a casa que tenemos a los pequeños con los abuelos - Nacho se levantó junto a María para despedirse de los demás.

-Yo estoy un poco cansada y este pequeño no deja de dar guerra - Sara e Isco también se levantaron y se despidieron dejándonos a los demás en la mesa.

-¿Tú que vas hacer? - me preguntó Marcos antes de volver la vista a su novia.

-Por favor, no me dejas sola de sujetavelas - me dijo Emma mientras los demás estaban preocupados en darse muestras de cariño. Me reí ante su comentario.

-Tranquila, lo que menos quiero ahora es encerrarme en mi casa.

Y era verdad, si me quedaba en casa acabaría pensando en la voz que había escuchado al otro lado del teléfono cuando hablaba con Valentina. Nos levantamos todos y decidimos ir a la discoteca más cercana. Nos quedaba poco para volver al terreno de juego, así que había que disfrutarlo.

Hacía siglos que no visitaba una discoteca y no me encontraba demasiado a gusto hasta que Carla me cogió de la mano y me llevó directamente a la pista.

-Está sonando nuestra canción del verano - gritó emocionada mientras daba saltos al rededor de mí. Afiné el oído y comencé a cantar "Zapatillas" de El Canto del Loco. Fue la primera canción que sonó cuando salió conmigo y con todos mis amigos por primera vez.

Los demás se unieron a nosotros, menos Emma. Se quedó parada justo antes de pisar la pista de baile, nos observaba tímida, con una sonrisa en la boca e insegura. Debía ser demasiado raro llegar a un grupo de la noche a la mañana y actuar cómo si nos conociéramos de toda la vida.

Así que tomé la iniciativa, no me lo pensé dos veces y fui hacia ella. La tendí la mano seguro de lo que estaba haciendo, pero ella no lo parecía.

-¿Confías en mí?

-Por supuesto - ni si quiera dudó al responder.

-Entonces cógeme de la mano.

-No me van mucho las aglomeraciones - dijo mientras inspeccionaba toda la sala.

-No te soltaré.

Su respiración se aceleró y la mía con ella. No sé qué era lo que se veía desde fuera, pero desde aquí estaba experimentando unas sensaciones que nunca antes había tenido. Me sentí expuesto a ella, a esos ojos azules que me examinaban y de los cuáles me había empezado a enamorar sin yo saberlo.

Mentiras. // Marco Asensio //Where stories live. Discover now