30

1.3K 200 89
                                    

Esa noche Paul está sentado en su cama, sin saber si John iba a volver pero confiando en que lo haría, y entonces observa una cabellera castaña asomarse por la ventana abierta. Se miran a los ojos y sienten que todo está bien.

Ambos sienten alivio; John al ver que Paul no está molesto, y Paul al ver que John no está arrepentido. No hace falta que añadan nada más porque han hablado lo suficiente como para saber que ambos necesitaban pensar las cosas después de lo ocurrido el día anterior, y ya no importa si es correcto u incorrecto, porque es lo que los hace felices.

Y esta vez no hablan sobre el tiempo, sus sándwiches favoritos o películas, tampoco sobre sus trabajos soñados ni sobre lugares fantástico a los que fueron, van o quieren ir. Tampoco cuentan ninguna historia infantil para pasar el rato, ni hablan sobre sobre sus familias, exámenes o profesores. Mucho menos se cuentan anécdotas de cuando eran pequeños ni de lo que ha ocurrido hoy en el instituto. No hablan de partidos de baloncesto ganados o perdidos ni de tazas de té rotas, ni siquiera de su color favorito o su mascota ideal. No hablan de todo eso porque están demasiado ocupados diciéndose lo mucho que se quieren y besándose como si no hubiera un mañana.

Y por fin admiten el apego tan fuerte que se tienen, admiten lo felices que están de haber encontrado a alguien con quien compartir sus pensamientos, lo confusos que habían llegado a estar, lo mucho que les gusta la costumbre de hablar cada noche, que les encantaría ir a un montón de lugares juntos, que esos sentimientos extraños ya no son nada raros para ninguno, que siempre hablaron del otro cuando se referían a la persona perfecta y lo felices que se ponían cada vez que el otro daba indicios de sentir lo mismo. Admiten todo lo que no habían podido hasta ahora.

Y esa noche John por fin no tiene que irse por la ventana.

Fin

En tu ventana >>McLennon<<Where stories live. Discover now