30. Finales

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Cepeda

- Quiero agradecer este premio a cada uno de vosotros porque sin vuestra ayuda, yo no estaría aquí. – Aitana brillaba en el centro del escenario mientras sostenía el premio en sus manos. – A mi familia y mis amigos, a mi familia de Operación Triunfo, por nunca dejarme caer.

Los ojos de Aitana brillaban de emoción y los míos iban a explotar de orgullo. Ver a Aitana, con sus recién cumplidos 21 años, tan pequeña y a la vez tan grande en la gala de los GRAMMYs latinos, ganando un premio a la mejor artista española era lo más parecido a tocar el cielo.

- Pero en especial, tengo que agradecer a Luis, mi marido. – su mirada conectó con la mía y una gran sonrisa iluminó su cara. – Jo, que raro decir eso en voz alta.

Todos los presentes rieron ante la inocencia y dulzura de ella, que contrastaba con la madurez y responsabilidad que llevaba en su interior, oculta entre las sombras.

- Gracias por quererme tanto y tan bien, gracias por nuestra familia. – tomó aire, intentando contener las lágrimas. – Y gracias por Pedro, por ser mi hogar y por haberme hecho entender el significado íntegro de la palabra amor.

Aitana levantó el premio ante el público y entre vítores, se sentó en el asiento continuo al mío. Sus labios se posaron en mi mejilla sutilmente; un tímido gesto acompañado de miles de miradas puestas sobre nosotros.

- Eres tan jodidamente blandita que moriría por ti. – susurré en su oído, besando su frente y despeinando su flequillo.

Los ojos de Aitana me sonrieron aún más que su sonrisa, demostrándome a la perfección que la burbuja de felicidad que nos inundaba era real. Llevábamos seis meses rodeados de desajustes, de descontrol, de caos. Pero ojalá quedarme a vivir en ellos porque habían sido los seis meses más felices de mi jodida vida.

Hace seis meses había apretado la mano de Aitana con todas mis fuerzas en una habitación de hospital, besando su flequillo lleno de sudor cada vez que me lo permitían. Queriendo borrar de su rostro cualquier indicio de sufrimiento o dolor.

Todo valió la pena al ver la cara de nuestro bebé, de Pedro. En una milésima de segundo comprendí que el amor puede nacer tan rápido como despega un cohete, tan fugaz como un parpadeo. Cualquier barrera, cualquier límite anterior, quedó reducido a cenizas al ver a Aitana sosteniendo en brazos por primera vez a Pedro. Ya no había rastro de miedos si los tenía a mi lado.

- Eh, ¡Luis! – Aitana me despertó de mis ensoñaciones dándome un leve golpe en el hombro. – Que está acabando ya.

Asentí, levantándome rápidamente y cogiendo su mano, aferrándome a ella como si de un salvavidas se tratara. Al fin y al cabo, seguía siendo Cepeda y no me gustaban estas galas, donde los focos apuntaban y mis nervios aumentaban.

- Cogemos la maleta y nos vamos volando al aeropuerto. ¡Qué ganas tengo de ver a Pedrito! – Aitana corría por los pasillos, su cola ondeando en el aire.

- ¿No te vas a cambiar? – la miré de arriba abajo. – Vas un poquito elegante para coger un vuelo.

- ¿Quieres quitármelo tú? – una pícara Aitana me acorraló contra la pared del baño, buscando mis labios desesperadamente.

- Pero ¿no nos íbamos volando al aeropuerto? – mis manos ya se encontraban en el cierre de la cremallera, ahogadas por la necesidad de tocar su cuerpo, de sentirla mía.

- Hazme volar tú, Luis. – gimió en mi oído, pegándose aún más a mi cuerpo. – Alto.

Y volamos alto.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now