27. Correr

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Cepeda

Abrí los ojos haciendo un esfuerzo sobrehumano al sentir el peso de una manta caer sobre mi cuerpo.

- Lo siento. – Miriam estaba cerca de mí y se disculpó mientras acomodaba la manta de forma que mi piel estuviese completamente cubierta por esta. – Te vas a quedar congelado ahí.

Confundido, miré a mi alrededor y comprobé que me había quedado dormido en el sofá del salón.

- ¿Qué hora es? – maldije entre dientes al darme cuenta de que la realidad al abrir los ojos era apabullante; me ahogaba.

- Las nueve de la noche, dormilón. – Miriam sonrió dulcemente y se sentó en el filo del sofá. – En realidad, esperaba que la manta te despertara. Era mi excusa.

Tuve que reírme. Miriam, tan sincera, tan directa; me había costado entender su forma de ser en la academia, pero una vez que comprendí lo especial que era, no había nada ni nadie que nos pudiera separar.

- Que lagarta eres. – bromeé, guiñándole un ojo.

- Fuera ya de bromas, Aitana acaba de llegar. – su tono de voz adquirió seriedad, en su rostro no quedada rastro alguno de su anterior sonrisa. – No sé que coño ha pasado, pero confío en ti, Cepeda, y sé lo mucho que la quieres.

Las palabras se atoraban en mi garganta y le agradecí su confianza en silencio, acariciando una de sus manos y asintiendo con la cabeza.

Tras dejar un beso en su mejilla, me levanté del sofá y enredándome en la manta, me encaminé a nuestra habitación. ¿Dónde iba a estar ella si no? ¿O era mejor dejar que fuera ella quien viniera a buscarme?

Me sentía un adolescente con todos los interrogantes dando vueltas alrededor en mi cabeza. Y la verdad era que no podía encontrar una respuesta decente a ninguno de ellos.

- Te conozco lo suficiente como para saber que estás pensando si entrar o no. – la puerta de la habitación se abrió y una Aitana con el pelo mojado me miraba burlona apoyada en el quicio del cuarto de baño, justo tras de mí.

- ¿Yo? – mi risa se quedo en un bufido, víctima de mi nerviosismo. – Que va, pasaba por aquí.

Los ojos de Aitana se achinaron al reír, mientras secaba su pelo en una toalla.

- Mira que eres tonto, Luisín.

Al pasar por mi lado, dejo un beso en mi mejilla, provocando un escalofrío recorrer mi columna vertebral y dejarme sin habla.

Y tan fugaz como apareció en el pasillo, desapareció.

Arrastrando tras de sí la misma luz que lo hace una estrella fugaz al pasar.


Aitana

Ana me miraba confusa desde el otro extremo de la cama, mientras Amaia no podía esconder una mueca de confusión que por poco no hizo que estallara en carcajadas.

- ¿En qué situación estáis después de esto? – Ana no paraba de fruncir el ceño.

- Sinceramente, ni idea. – suspiré y cerré mis ojos, inspirando hondo. – Por una parte, estoy enfadada con él y con la situación. Pero, por otra parte, lo que pasó es algo que no me incumbe ya que no estábamos juntos. Y me mintió porque tenía miedo. Es decir, no tenía que haberlo hecho, pero no lo culpo.

- Definitivamente no debería de haberte ocultado eso. – Miriam se peinaba sus rizos mientras me miraba fijamente. – Pero creo que lo vuestro es más bonito que toda esta mierda.

- Totalmente, Aiti. – Amaia trenzaba mi pelo mientras hablaba. – Habéis sufrido tanto para estar juntos y ahora que estáis tan felices, no sé.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now