20. Menos mal

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Cepeda

Acaricié la mano de Aitana por debajo de la mesa, disimuladamente. Sentí su cuerpo tensarse, sus ojos mirarme con pánico; cientos de interrogantes reflejados en sus pupilas.

- Estáis muy callados, ¿estáis bien? – Amaia se acercó por detrás, sosteniendo una copa entre sus manos.

- Sí, solo estamos descansando. – Aitana apartó su mano de la mía, retocándose el flequillo en un ademán nervioso. – Hacía mucho calor en la pista.

- Joder que sí hacia calor. – sonreí sin poder evitarlo. – Hace 6 meses que no tenía tanto calor.

Aitana murmuró un "te voy a matar" entre dientes, mientras evitaba mirarme.

- Ala – Amaia se tapó la boca intentando disimular su sonrisa. – Bueno, voy a pedir otra copa, que me muero de sed.

No pude evitar volver a sonreír al notar que la copa de Amaia estaba llena, intacta.

- Bueno, ya está bien ¿no? – el rostro de Aitana estaba serio cuando se levanto y me cogió de la mano, obligándome a levantarme – No aguanto más esta situación.

- ¿Qué dices? – nuestras manos aún estaban entrelazadas cuando paré en seco, en medio de aquel reservado. – No te entiendo, Aitana.

- Calla y sígueme.

Sin decir una palabra más, Aitana salió del reservado. La seguí rápidamente, con miedo a perderla entre la multitud. Con miedo a no volver a sentir su tacto en mi piel; miedo a que estas últimas horas hubieran sido un sueño.

Aitana se detuvo en una puerta, miró hacia ambos lados, y tirando de mi mano fuertemente, entró. Cerró la puerta con pestillo rápidamente.

- Aitana, creo que nos hemos metido en los servicios de tías. ¿Qué coño...? – no pude acabar la frase cuando sentí los labios de Aitana sobre los míos; sus manos levantando mi camisa.

Tarde unos segundos en poder reaccionar. Los suficientes para que Aitana se deshiciera de mi camisa y pasara sus manos por mi pecho, deteniéndose en cada lunar que encontraba.

Las piernas de Aitana se encontraban en torno a mi cintura, y en un ágil movimiento, conseguí subirla encima del lavamanos. Nuestras lenguas, inseparables. Nuestras manos rondando cada recoveco posible de nuestros cuerpos.

Un golpe en la puerta, seguido de otro más fuerte, nos sobresaltó. Nos miramos alarmados, pero no pude evitar sonreír tímidamente y apoyar mi frente en la suya.

- ¡Aquí la gente queremos utilizar el baño para mear, joder! – una voz desde fuera gritó, de mala gana, sin dejar de aporrear la puerta.

- ¡Ya va! – grité, maldiciendo entre dientes a quien fuese que nos había interrumpido.

- Vístete rápido, pequeñaja. – besé sus labios por última vez, mientras me abotonaba los botones de la camisa.

Salimos del cuarto de baño con las mejillas sonrosadas, con una sonrisa de idiotas adornando nuestros rostros. Nuestras manos se rozaban, sin poder evitar tocarse después de seis meses echándose de menos.

- ¿Dónde vas? – dije, viendo como Aitana se dirigía al reservado, donde antes nos encontrábamos.

- Al reservado. – Aitana se encogió de hombros.

- ¿De verdad, Aiti? – suspiré, sin poder creer que después de todo no fuésemos a hablar. Sin poder admitir que me moría por abrazarla, por impregnarme de su olor.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now