29. Universo

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Aitana

Me miré en el espejo, sintiendo mis manos temblar al recolocarme el velo. La suave tela del vestido se ajustaba a mi cuerpo a la perfección; el encaje haciéndome cosquillas en el escote y las mangas.

Mis ojos brillaban y por primera vez en mi vida, creí sentir esa luz de la que todo el mundo hablaba. Esa luz cegadora, impregnando cada esquina de mi ser, de mis recovecos. Y bendito Luis, que no solo encendía mi luz, sino que en ningún momento pretendía apagarla.

Había llegado el día. El día que llevábamos un año planeando, con mucha ilusión, pero también con muchas dudas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar el día que, en medio de una discusión, Luis me dijo que canceláramos la boda. Un par de gritos y mil lágrimas derramadas en el suelo después, nuestras bocas se buscaron, prometiéndose en silencio todo lo que no éramos capaces de decir en voz alta.

Sentí la puerta abrirse y girándome, observé entrar en la pequeña sala a Miriam, Ana y Amaia, radiantes. Las tres llevaban vestidos rojos, el color que yo misma elegí para mis damas de honor.

- Pero ¡qué guapa estás! –  Miriam corrió a abrazarme, con cuidado de no despeinarme.

- Joder. – Amaia se enjugó una lágrima disimuladamente. – Buah, tía. Que yo no lloro en estas cosas, coño.

Reí mientras las abrazaba una a una, apretando muy fuerte. Agradeciéndoles en silencio su compañía; sus manos siempre tendidas hacia mí, ayudándome.

- Siempre he dicho que no tengo hermanas de sangre porque la vida me tenía preparado encontraros a vosotras. – aguanté las lágrimas en el borde de los ojos, no queriendo arruinar el maquillaje. – Os quiero mucho.

- ¡Aiti, ya vale! – Ana secó con un pañuelo sus mejillas húmedas.

- Joder, no sé como deciros una cosa. – Amaia interrumpió, moviendo sus manos de forma nerviosa. – Bueno, pues que estoy embarazada. Ahí lo lleváis.

Abrí mis ojos como platos, mientras sentí mi corazón acelerarse al máximo. ¿Había escuchado la palabra embarazada?

- ¿Ya estás con tus bromas sin gracia, Amaia? – Miriam la miraba muy seria, recolocándose un rizo.

- ¡Ala! Que no, tía. – Amaia escondió su mirada en el suelo, de repente tímida. – Que es verdad.

La primera en reaccionar fue Ana, que la zarandeó de un lado a otro mientras la abrazaba, tocándole la barriga. Miriam se acercó corriendo, saltando y chillando lo feliz que estaba siendo en este día. Yo lo veía todo como si de una película se tratara, incapaz de reaccionar.

- Yo también estoy embarazada. – solté, tomando aire. – Ahí lo lleváis.

Silencio absoluto.

Un minuto.

Dos.

- ¿Qué coño dices? – Miriam no daba crédito, mientras apretaba la mano de Ana.

- Me hice una prueba de embarazo ayer. – susurré, incapaz de contener las lágrimas. – No sé si es algo bueno teniendo en cuenta la edad que tengo y mi trabajo, pero la verdad es que me siento feliz. No lo teníamos planeado, pero me hace feliz. Y lo quiero tener.

- ¡Ay, mi madre! – Amaia tiró de mí hacia ella, haciéndome tropezar con la cola del vestido. – Perdón. Siempre liándola, Amaia. ¡Tía, que nuestros bebés van a ser de la misma edad! Que igual si son niño y niña hasta se lían y todo.

- ¡Amaia! – Ana reía entre lágrimas, abrazándonos. – Voy a explotar de felicidad. ¿Cepeda lo sabe?

La pregunta del millón. Touché a todas mis inseguridades, mis miedos. Touché a mi punto débil, a mi talón de Aquiles.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now