23. Pez

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Cepeda

Me froté las manos y las introduje en mi chaqueta, en un intento de calentarlas. Era 29 de Noviembre, la oscuridad me saludaba desde el cielo y el frío acechaba Madrid; bufandas en torno al cuello y vaho saliendo de entre los labios.

Suspiré y me paré frente a una puerta verde oscuro que se encontraba a escasos minutos del piso de Aitana. Saqué la llave y pude notar que mis manos temblaban levemente; estaba nervioso.

Conseguí abrir tras varios intentos y entré en el conocido local donde había pasado la anterior semana planeándolo todo, mientras Aitana estaba de promoción por Barcelona, Sevilla, Valencia y parte del norte de España.

Había conseguido el local gracias a un amigo de Javi, uno de mis mejores amigos desde mi infancia. Me lo había alquilado un par de semanas con la condición de que le firmará un autógrafo a su hija y le cantara un par de canciones, ya que era fan mía. Algo a lo que yo había accedido encantado; la música era el motor que me movía.

Miré mi reloj y comprobé que quedaban unos escasos diez minutos para que Aitana llegara.

Y es que, en esos diez minutos, serían las doce de la madrugada, y un nuevo día comenzaría. Y con la llegada de este, se lanzaría al mercado el disco de Aitana.

El cohete despegaría.

Aitana y su música lo harían.


Aitana

- ¡Abre! Me estoy congelando. – llamé repetidamente a la puerta, mientras mi cuerpo temblaba debido al viento que arreciaba.

- ¡Voy, pequeñaja! – escuché el grito de Luis desde dentro del edificio.

Sonreí, deseando hundir mi cabeza en su pecho y rodear su cuerpo con mis brazos. Una semana sin Luis era falta de oxígeno; falta de magia, de calor.

Abrió la puerta y me lancé a sus brazos, inspirando su olor y quedándome en el hueco de su cuello. Pude sentir sus manos apretar mi cintura y sus labios rozar mi frente repetidamente, parando su recorrido para despeinar mi flequillo.

- No te imaginas la falta que me haces. – susurró en mi oído y sentí mi cuerpo reaccionar ante sus palabras; escalofríos en mi piel.

- Te he echado de menos, Luisín. – mis palabras siendo acortadas cuando nuestros ojos hicieron contacto y nuestras frentes se encontraron.

Busqué sus labios con desesperación; mis pies abandonando el suelo. Mis piernas se cerraron en torno a su cintura y sentí a Luis sonreír y bajar sus manos hasta mi culo.

Su lengua rozó mi labio inferior, pidiendo permiso para entrar. Se encontraron en una lucha; la guerra de sentimientos, guerra de hambre, guerra de ganas.

- Aitana. – su tono de voz se había convertido en un tono ronco y sus manos se cerraron en torno a las mías, que se habían dirigido a su bragueta. – Estamos en medio de la calle.

Reí y asentí, soltando el agarre de mis piernas y recogiendo el gorro que se había resbalado de mi cabeza.

- ¿Ya no tienes frío? – su sonrisa de lado volvió a encender cada combinación nerviosa dentro de mí.

- Deja de calentarme, Luis Cepeda. – susurré, acercándome a él y mordiendo el lóbulo de su oreja. – Porque aquí nos quemamos los dos.

- Me cago en la puta. – Luis cerró la puerta y se volvió hacia mí. – Date la vuelta y entenderás porque cojones no estás sobre mí ahora mismo, que créeme, es lo que más me apetece en el mundo.

Sonreí juguetona y me volví, frunciendo el ceño sin saber que esperar.

Abrí la boca y sentí las lágrimas en los ojos al ver reflejado en la pared totalmente descubierta de la habitación un proyector; un sinfín de imágenes y vídeos míos se entremezclaban.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now