- No. – cerré los ojos, intentando no romperme en pedazos allí mismo. – Me da miedo de que no quiera. O de que se sienta en la obligación de tenerlo porque yo quiero. Me da miedo joder todo el día en que nos casamos.

- Madre mía, Aitana. – Miriam cogió mi cara entre sus manos. - ¿Todavía no te das cuenta de lo perdido que está Cepeda por ti? Lo vas a hacer el hombre más feliz del mundo.

- Tienes que decírselo hoy. – Amaia me miró, seria por primera vez en toda la noche.

Ana suspiró y asintió. Yo también lo hice, mirándolas a todas y fundiéndonos en un abrazo, entre chillidos. Mezcla de nervios y felicidad.

Iba a decírselo hoy.

En nuestra boda.

Cepeda

Roi y Alfred no paraban de bromear sobre lo cursi que era mi corbata roja y yo quería matarlos. Si juntamos a un Cepeda nervioso con uno emocionado y unos amigos tocapelotas aquí tenéis el resultado.

- Que pesaditos estáis, ¿no? - bromeé, dándoles una palmada cariñosa en el brazo.

Alfred nos había comunicado entre tartamudeos que iba a ser padre unos minutos antes y aún sentía en mi pecho la emoción. El día no podía ir mejor.

- Te lo vuelvo a repetir Alfred, estoy muy feliz por vosotros. - Roi asintió, acorde a mis palabras. - Os lo merecéis como nadie.

Los ojos de Alfred eran el espejo del alma, denotando lo afortunado que se sentía. El pensamiento de que ojalá Aitana y yo fuéramos ellos algún día paso rápidamente por mi mente, como una estrella fugaz.

- Siento interrumpir, pero cariño, tienes que venir al altar ya. - mi madre apareció de repente, provocando que mis manos se llenaran de sudor.

- Ya voy, mamá. - Roi y Alfred me dieron ánimos con un breve abrazo, mientras mi madre me acariciaba la mejilla y me instaba a salir de la sala.

Realmente iba a hacerlo, ¿no? Si alguien me hubiera dicho hace unos años que iba a casarme con alguien diez años menor que yo, y que ambos íbamos a ser cantantes destacados en la industria de la música española, me hubiera reído a carcajadas. Y es que a veces los sueños se quedan cortos para lo que acabamos consiguiendo.

Porque Aitana sobrepasaba totalmente mis sueños. No había límites con ella, éramos dos pájaros libres que habían decidido unir su vuelo para volar juntos. Y muy alto.

Me encaminé al altar temblando, con la mirada de todos mis seres queridos sobre mí. Apenas éramos sesenta personas y he de reconocer que la mayoría eran nuestros compañeros de OT y la familia de Aitana. Aún me costaba recordar los nombres de todos los primos que tenía.

Mis padres me hablaban pero yo no escuchaba nada. Todos me sonreían y me dedicaban bonitas palabras pero yo no podía ni quería escuchar. Y es que de reojo pude ver como Aitana aparecía en la pequeña iglesia, acompañada de su padre, Cosme.

Mis ojos se empañaron automáticamente. Las palabras quedaron atascadas en mi garganta y no fue hasta que la tuve delante, cuando tuve fuerzas para decir algo.

- Estás absolutamente preciosa. - susurré en su oído, queriendo que la ceremonia acabara ya para poder besarla.

- Bonita corbata, Luisín. - bromeó, apretando mi mano muy fuerte.

Y no la solté en ningún momento. Nuestras manos quedaron unidas durante toda la ceremonia. Cuando me di cuenta, estábamos poniéndonos nuestros anillos y declarándonos marido y mujer ante el resto del universo.

- Yo os declaro marido y mujer. - el cura sonrió cálidamente. - Puede besar a la novia.

Joder, que si la besé. Sus labios uniéndose a los míos siempre será la sensación más mágica. Aitana sonrió aún con su boca pegada a la mía, haciéndome a mí sonreír. Los invitados no paraban de gritar y de vitorearnos pero digamos que yo no quería separarme de ella.

- Te quiero mucho, Luis. - las palabras deslizándose de su boca como la miel de los labios.

- Yo te cuero más. - una carcajada compartida antes de unir nuestros labios fugazmente.

Aitana

La ceremonia había concluido entre risas, besos, comida y mucha música. Luis había cantado varias canciones de su nuevo disco en primicia y yo lo había imitado, compartiendo trozos de aquellas letras escritas en mi cuaderno, guardadas en un cajón.

Las lágrimas de emoción habían llenado el salón donde habíamos celebrado la boda cuando nuestros compañeros de OT proyectaron un vídeo de nuestra historia tanto dentro como fuera de la academia. Y aunque nadie sabía por todo lo que habíamos pasado, fue el regalo más bonito que nos podrían haber hecho. Una aproximación a la realidad que nos hacía recordar lo bonito y difícil que fue nuestro comienzo, así como todo lo que habíamos tenido que luchar por darnos cuenta de que no podíamos vivir el uno sin el otro.

Y ya eran las siete de la mañana, la fiesta había terminado y Luis y yo nos encontrábamos en la habitación de hotel. Y más allá de desear con todas mis fuerzas olvidarme de todo y culminar la noche, era consciente de que tenía que hablar con él. Tenía que decirle que estaba embarazada.

- Luis. - susurré su nombre con miedo. - Tengo que hablar contigo.

- Joder, mi amor. - Luis rio, cogiéndome y sentándome encima de él, aún con el vestido puesto. - Nos acabamos de casar y ya estás pronunciando esa frase.

- Ay, Luis, que no estoy de broma. - la voz me temblaba. - Lo primero de todo, lo siento por no habértelo dicho antes. A ver, que yo lo sé desde ayer, no te creas que llevo un mes sabiéndolo y no te lo he contado pero me siento mal porque debería de habértelo dicho hoy antes de casarnos y...

- Eh, respira. - cogió mi cara entre sus manos y me acarició las mejillas, parándose en mis labios. - ¿Qué pasa? Me estás asustando.

- Estoy embarazada, Luis.

Cepeda

- ¿Vas a decir algo?

Podría haber estado soñando y hubiera reaccionado igual. El mundo se paró, sentí como dejaba de dar vueltas.

- Joder, lo siento, Luis. - su voz se quebró y varias lágrimas resbalaron por su mejilla. - Sé que no era lo que queríamos y lo siento muchísimo.

Un momento... ¿qué?

- ¿Estás de puta coña? - chille, cogiéndola en brazos y dando vueltas, mientras las lágrimas escapaban de mis ojos. - ¡Vamos a ser padres!

- ¿Estás feliz? - los ojos de Aitana estaban muy abiertos y se bajó de mis brazos, su semblante serio.

- ¡Soy el hombre más feliz del mundo entero! - grite, atrayéndola hacia mí y agachándome, quedando a la altura de su barriga. - Eh, pequeño o pequeña, soy tu papi. Y ya te quiero muchísimo.

Aitana cayó al suelo, abrazada a mi, acariciando mi pelo mientras lloraba desconsoladamente.

- ¿Tú estás feliz, Aiti? - susurré, besando su pelo y su frente.

- Más de lo que nunca pensé que era posible.- la besé y sentí nuestras lágrimas mezclándose, nuestros corazones uniéndose en un solo latido.

Aitana había quemado mi reino.

Y ahora ella y nuestro pequeñín eran mi universo.

——————————

Hola!!!!!

Os traído un capítulo muchísimo más largo y con muchísima emoción. No puedo parar de emocionarme con esto, no puedo creer que estemos llegando al final 😭

Gracias por llevar esta historia hasta donde ha llegado, que es mucho más de lo nunca imaginé.

Comentad y votad mucho porque ya solo quedan un par de capítulos más para cerrar esta historia ❤️

GRACIAS💫

Yo quiero más || AitedaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon