Capítulo 18.

63 4 1
                                    

La semana transcurre con normalidad y todo se hace un poco más fácil al no estar viendo a Asier cada día. Aprovecho para ponerme al día con todas las asignaturas y hacer algunos recados que llevaba un tiempo atrasando porque no encontraba el momento para realizarlos. Además, salir a correr con Elliot el domingo me distrae de todo lo que ha pasado y agradezco que no saque el tema, porque ahora mismo es lo último en lo que quiero pensar. 

Cuando llego el lunes al instituto todo parece estar más calmado. Estos últimos días el tema de los tres hombres que vinieron ha ido quedando en el olvido y todo empieza a volver a la normalidad. Aún así, algo se revuelve en mi estómago cada vez que me encuentro por el pasillo a Troy  Gallagher. 

Pero todo empieza a complicarse cuando llego a clase a primera hora. Estoy entrando por la puerta cuando veo a Asier sentado en su sitio y no puedo evitar que el pulso se me acelere. Paro en seco y miro si hay algún sitio libre, pero, como siempre, no lo hay, por lo que lo único que puedo hacer es sentarme junto a él.

Noto como Asier me mira cuando me pongo a su lado, pero yo trato de ignorarlo. Saco mis cosas de la mochila y las pongo sobre la mesa, preparándome para la clase que está a punto de empezar. El profesor entra por la puerta y tras darnos los buenos días, empieza a escribir en la pizarra.                                                                                                                                                                                  

El señor Andrews pasa una hora hablando sobre los movimientos literarios del último siglo y nos manda un par de ejercicios para corregirlos al día siguiente todos juntos. Cuando da la clase por terminada, recojo todo rápidamente y me cuelgo la mochila al hombro para intentar salir de allí cuanto antes. Pero no he llegado ni siquiera a la puerta cuando alguien me coge suavemente del brazo. Cuando me giro, Asier está mirándome con una expresión que no sé descifrar.

-¿Qué?-pregunto intentando aparentar indiferencia.

-¿Pasa algo?-dice mirándome con preocupación. El señor Andrews pasa por nuestro lado y tras salir por la puerta, Asier y yo nos quedamos solos en el aula. Cierra la puerta y me mira confuso.-¿Te han dicho algo? ¿Se han enterado de que fuimos nosotros?

-No.-contesto. Su cuerpo parece relajarse ante mi respuesta.-Al menos no que yo sepa.

-¿Entonces qué pasa?-pregunta dando un paso hacia mí.

-¿Quién ha dicho que pase algo?

Se cruza de brazos y me mira con una ceja levantada.

-¿Estás de broma? No me has dirigido la palabra en toda la hora.-me dice molesto. ¿Por qué le da tanta importancia? Hace un mes ni siquiera podíamos ni mirarnos, ¿y ahora me reprocha que no le hable?

-¿Por qué debería hacerlo?-pregunto enfadada.-No somos amigos.

Veo el dolor en sus ojos al escuchar mis palabras, pero trata de disimularlo. Se pasa las manos por el pelo y da otro paso hacia mí.

-¿Qué ha pasado estos días que ha hecho que ni siquiera seas capaz de mirarme a los ojos?-pregunta levantándome la barbilla con el dedo índice. Por primera vez desde que empezamos a hablar, lo miro a los ojos durante más de medio segundo.

-No ha pasado nada.-digo con el corazón a punto de salirse de mi pecho.

-¿Entonces?

Con todo el dolor del mundo, me aparto y quito su dedo de mi barbilla. Lo miro a los ojos desafiante, intentando aparentar que no me está empezando a temblar todo el cuerpo.

-Llego tarde a clase.-le digo cambiando de tema. Estiro el brazo para agarrar el pomo de la puerta, pero Asier se interpone en mi camino y no me deja abrir.-Apártate.

-Solo cuando me digas qué está pasando.-responde con rostro serio. 

-No está pasando nada.-digo evitando mirarlo a los ojos. Intento coger el pomo otra vez, pero vuelve a impedírmelo.-Te juro que como no me dejes salir en menos de cinco segundos voy a empezar a chillar.

Mi compañero de clase sonríe sin creerse lo que le digo. 

-No lo harás.-contesta.-No te gusta llamar la atención y sabes que si chillas todo el mundo va a hablar de ti.

-¡Deja de hacer eso!-exclamo dándome la vuelta y andando hacia el otro lado de la clase. 

-¿Qué es lo que estoy haciendo?-escucho como se va acercando a mí. Enfadada, me giro y lo miro a la cara.

-¡Hacer como si me conocieras! ¡Como si supieras como soy o como me comporto!-digo furiosa.-No sabes nada de mí, no somos ni amigos, ¡deja de fingir que me conoces!

-No estoy fingiendo que te conozco.-responde acercándose a mí. Mi corazón se acelera y siento que mi pecho está a punto de explotar.-Sé que te conozco. Eres transparente, Leila. Cualquiera que se fije un poco en ti podría descifrarte.

-Me da igual cómo creas que soy, ¡no me conoces de nada!-digo.-Solo eres un idiota que va por ahí pensando que puede comportarse como un cabrón con todo el mundo sin esperar que nadie le reproche nada. Y lo siento por ti, pero yo no lo voy a permitir. No voy a dejar que me arrastres a tus mierdas ni que eches a perder todo lo que he conseguido estos últimos años. No eres nadie y no voy a dejar que entres a mi vida para que destroces todo.

Asier me mira estupefacto, como si no creyera que puediese decir todo lo que le acabo de decirle. Da otro paso hacia mi y está tan cerca que tengo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.

-¿Y por qué iba a entrar yo en tu vida?-pregunta. Por la velocidad con la que su pecho sube y baja ante mí sé que está, al menos, igual de nervioso que yo.-¿O es que tú quieres dejarme entrar?

Me quedo en silencio y me limito a mirarlo a los ojos. Sus pupilas de clavan en las mías y todo el cuerpo me tiembla. Se acerca más a mí y nuestras narices casi pueden tocarse.

-¿De qué tienes miedo, Leila?-pregunta en un susurro. Levanta el brazo y me pasa un mechón de pelo por detrás de la oreja sin dejar de mirarme. Yo siento como si estuviera a punto de desmayarme.

-Voy a chillar.-es lo único que digo, y estoy a punto de hacerlo cuando Asier rompe la poca distancia que nos separaba y estampa sus labios contra los míos. 

Su beso me pilla por sorpresa y durante un instante me quedo inmóvil. Pero, acabando con  la poca fuerza de voluntad que me queda, le devuelvo el beso. Coloca sus manos a ambos lados de mi cara y me besa con cuidado, como si tuviese miedo de que me apartara. Pero no lo hago, y le beso con fuerza. Sus labios son cálidos, suaves, y un cosquilleo me recorre de arriba a abajo. Su boca sabe a todo lo que siempre he intentado evitar, aquello de lo que he estado toda la vida huyendo. Sabe a libertad y a todo lo que siempre he deseado hacer.

Sus manos descienden por mi cuerpo hasta llegar a mis caderas y yo entrelazo mis dedos en su nuca. El beso se vuelve más intenso y los labios de Asier se mueven sobre los míos con fuerza. Me levanta del suelo y yo rodeo su cintura con mis piernas, dejándome llevar por su tacto sobre mi cuerpo. Pero de repente sus labios dejan de moverse y se separa de mí, dejando su frente apoyada sobre la mía. Me deja en el suelo con cuidado y se pasa las manos por el pelo, separándose del todo de mí.

-Lo siento.-se disculpa. Estoy a punto de preguntarle por qué, pero habla antes de que yo pueda hacerlo.-Lo he jodido todo, Leila. Lo siento muchísimo, no debería haberte besado.

-No tienes...-comienzo a decir, pero me interrumpe.

-Tengo que irme.-dice dándose la vuelta y dirigiéndose hacia la puerta. La abre y justo antes de irse, se para de espaldas a mí. Agacha la cabeza y, sin decir más, vuelve a ponerse en marcha y cierra  tras él, dejándome sola en el aula y sin ser capaz de encontrar una explicación razonable a lo que acaba de ocurrir.

La distancia entre tú y yoWhere stories live. Discover now