Capítulo 5.

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Después de mi encuentro con Asier el sábado, Alice me ayudó a limpiarme en la bañera de Will Roberts y poco después nos fuimos a casa. Ella había discutido con John y yo no conseguía que el olor a vómito se fuera de mi cuerpo, así que ninguna de las dos tenía ninguna razón que nos hiciese querer seguir allí.
Cuando llegué a casa, me duché tres veces, y otras tres al día siguiente. Tardé unos días en dejar de oler a vómito, aunque Nick no dejaba de decirme que no olía nada.

Asier no apareció por el instituto en toda la semana hasta el jueves. Lo vi a la hora del recreo en la cafetería. Estaba sentado con varios tíos, y todos eran de ese tipo de chicos de los que intentas mantenerte alejada cuando te encuentras con ellos por el pasillo. Los rumores que corrían no ayudaban a tener una imagen decente de ellos.

-Eh, Leila, ¿me estás escuchando?-me pregunta Elliot agitando su mano delante de mi cara.

-Sí, perdona.-respondo apartando la vista de la mesa de Asier.-¿Qué decías?

Elliot pone los ojos en blanco y se gira para ver hacia dónde estaba mirando.

-¿Ese es el que te vomitó encima? ¿El de la camiseta blanca?-pregunta, y yo asiento.-Es nuevo, creo. El otro día lo vi en el despacho de la directora.

-¿Ah, sí?-pregunto extrañada.-¿Por qué estaba allí?

Se encoge de hombros.

-No lo sé, no me enteré. Solo fui a buscar a la señorita Lawrence para preguntarle una cosa sobre el examen de la semana que viene. Cuando vi que no estaba allí, me fui.

Unos minutos después suena el timbre. Me despido de Elliot y me voy a clase de Inglés. Por desgracia, la gente se suele sentar en todas las clases con la misma persona, por lo que, excepto en las asignaturas donde nos ponen por orden alfabético, estoy en todas las clases al lado de Asier. 

La cuarta hora transcurre con normalidad. Asier no me dirige la palabra y yo lo agradezco, porque es la persona con la que menos me apetece hablar ahora mismo. Aún no sé qué pasará con el trabajo de Literatura, pero de momento me estoy leyendo <<Romeo y Julieta>> para empezar a hacer el trabajo sobre él. Lo más probable es que lo haga sola y me limite a dar mi punto de vista en la exposición. Cuando el señor Andrews pregunte, le diré que Asier y yo simplemente no coincidíamos en nuestras ideas para el trabajo y que decidimos hacerlo por separado. Sé que no le va a gustar, pero es lo único que puedo hacer.

A última hora toca Matemáticas, y cuando llego al aula Asier no está. Me siento en mi sitio y el profesor entra unos segundos después. Empieza a escribir en la pizarra y nos dice que durante esta clase explicará las integrales. Saco todo lo que necesito y lo reparto entre las dos mesas. Pero cuando empiezo a escribir, alguien llama a la puerta.

-¿Puedo?-pregunta Asier. El profesor asiente y vuelve su atención a la pizarra. Me sorprende que ni siquiera le haya pedido una explicación de por qué llega tarde, pues en este instituto los profesores siempre han sido duros a la hora de dejarte entrar en clase cuando no llegas a la hora. Una vez una profesora me hizo tener que explicar delante de toda la clase que esa mañana a mi madre no le había sonado el despertador y se había levantado después de lo que debía, despertándome a mí tarde también. A pesar de que solo tenía 12 años, me dijo que ya era mayorcita para levantarme yo sola. Intenté explicarle que mi madre me dejaba en el instituto de camino al trabajo y por eso era ella quien me despertaba, pero no me escuchó. Intentó dejarme en ridículo y debido a mis contestaciones, estuve una semana en la sala de castigo.

Asier atraviesa el aula y se sienta a mi lado sin apenas mirarme. Recojo todo lo que había puesto en su mesa y vuelvo a centrarme en lo que dice el profesor.

-Voy a poner unos ejercicios en la pizarra para que los hagáis y los corrijamos en un rato.-dice el señor Matthews. Copio lo que escribe y me quedo un rato mirando el papel. No me he enterado de nada de lo que ha explicado y no tengo ni idea de cómo se hace esto.
Miro hacia los lados e intento ver cómo lo están haciendo los compañeros que tengo cerca, pero no alcanzo a ver nada. Cuando me giro, Asier aparta la vista de mí e intenta aguantarse la risa.

-¿De qué te ríes?-le pregunto en un tono serio.

-De nada.-responde negando con la cabeza. Baja la vista al papel que tiene delante y veo como una a una, va haciendo todas las integrales que el profesor ha puesto en la pizarra. Cuando está a punto de empezar la última, levanta la vista y me mira.

-¿Quieres una foto?-pregunta irónicamente. Pongo los ojos en blanco y miro hacia delante.

De repente, noto su brazo encima de mi mesa y veo como gira mi libreta para mirarla.

-¿No sabes hacerlo?

Resoplo.

-No te importa.-respondo tirando de la libreta hacia mí. Se queda mirándome.

-¿Quieres que te ayude?-pregunta, y aunque me sorprende, no parece que lo diga para reírse de mí o vacilarme.

-Depende, ¿vas a vomitarme encima otra vez si me acerco a ti?

Pone los ojos en blanco.

-Eres rencorosa, ¿eh?

-Más bien tengo autoestima. No voy a aceptar ayuda de alguien que lo primero que me dice al conocerme es que no va a hacer un trabajo conmigo y que me mira como si le hubiera hecho algo cuando ni siquiera me conoce.-su expresión cambia por completo y me mira con el semblante serio.

-Tengo mis razones para no querer hacer ese trabajo contigo.-responde de forma cortante.

-Y yo tengo las mías para no querer que me ayudes a hacer integrales.

Me mira con una mezcla de sorpresa y enfado. Levanta las manos y vuelve a centrarse en sus ejercicios. No vuelve a dirigirme la palabra en el resto de la hora.

La distancia entre tú y yoWhere stories live. Discover now