Capítulo 3.

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La semana pasa rápida y el viernes llega antes de que me dé cuenta. Debido a que he perdido el bus, cuando llego al instituto el timbre ya ha sonado y los pasillos están vacíos. Echo a correr hacia clase y rezo para que el profesor me deje entrar. Llamo a la puerta y cuando la abro toda la clase se gira a mirarme. 

-¿Puedo pasar?-le pregunto al señor Andrews. Él me mira con desaprobación, pero asiente. Cierro y me voy rápida a mi sitio. Sigo estando al lado del chico de los tatuajes, y aunque llevamos toda la semana sentados juntos, no nos hemos dirigido la palabra. Ni siquiera sé cómo se llama.

-Como iba diciendo.-dice el señor Andrews.-Este trimestre tendréis que hacer un trabajo sobre una obra de literatura clásica. Lo haréis por parejas, con la persona que tenéis a vuestro lado, y el trabajo contará un treinta por ciento de vuestra nota del trimestre.

Siento como el corazón se me para en ese instante. Giro la cabeza para mirar al chico que tengo a mi lado, pero este está demasiado ocupado mirándose los tatuajes de su brazo derecho. No puedo hacer el trabajo con él. Ni de coña.

-¿Sobre qué obra, profesor?-pregunta alguien desde el fondo de la clase.

-Sobre la que queráis. Pero no quiero que copiéis todo lo que veáis en internet y lo peguéis. Quiero que leáis la obra, que reflexionéis sobre ella, que habléis de los valores que contiene. Por ello, os voy a dejar siete semanas para hacerlo. Os voy a dar un folio para que vayáis apuntando los nombres de las personas de cada pareja, y al final de la hora lo recogeré.

Las manos empiezan a sudarme y miro a todos lados para ver si encuentro a alguien que esté desparejado, pero no hay nadie. 

-No voy a hacer ese trabajo contigo.-dice de repente el chico que hay a mi lado. Me quedo mirándolo sorprendida, sin saber bien qué decir. ¿Acaso está insinuando que no soy una buena compañera de trabajo? Si ni siquiera me conoce...

-Tranquilo, yo tampoco pensaba hacerlo contigo.-respondo enfadada.

Un rato después, alguien toca su espalda. Cuando se gira, el chico que hay detrás le pasa un folio. Lo mira unos instantes y después me mira a mí. Parece que va a decir algo, pero niega con la cabeza y toca la espalda de la chica que tiene delante, pasándole el folio sin haber escrito nada en él.

Cuarenta minutos más tarde, el timbre que pone fin a la clase suena. Recojo mis cosas rápidamente y me voy directa a la mesa del profesor.

-Señor Andrews...-digo para captar su atención. Levanta la vista de su maletín y me mira con expectación. De reojo veo como el chico que se sienta a mi lado se queda mirándonos desde la puerta unos segundos para después irse.-Quería hablarle sobre el trabajo...creo que prefiero hacerlo sola.

Al señor Andrews parece sorprenderle lo que le digo.

-¿Por qué?

-Es que...no conozco a mi compañero y no me gustaría que mi nota dependiese de un desconocido.-respondo, y él sonríe.

-Bueno, pues así podéis conoceros.

-No, no, es que...me gustaría hacerlo sola, de verdad.

La sonrisa desaparece de su cara y me mira con semblante serio.

-Leila, el trabajo es por parejas y no se puede cambiar. La finalidad de este proyecto es que las dos personas de la pareja expongan sus puntos de vista acerca de la obra y debatan sobre la opinión del otro. Así que, lo siento, pero tienes que hacerlo con tu compañero.

No esperaba que querer hacer el trabajo sola fuera a suponer un problema, y estoy bastante sorprendida con la respuesta del señor Andrews. Tanto, que me quedo unos segundos en silencio sin saber qué decir.

-Me tengo que ir, Leila, tengo otra clase ahora.-dice, y yo asiento.-¿Os habéis apuntado en la lista?

-No.-respondo. El señor Andrews saca el folio de su maletín y me lo tiende junto con un bolígrafo. Cuando termino de escribir mi nombre me quedo quieta y lo miro.-No sé cómo se llama mi compañero.

Levanta las cejas sorprendido. Coge la lista de alumnos que tiene en una carpeta y la observa durante unos segundos.

-Asier.-dice.-Se llama Asier Ryder.


Son las siete cuando llego a casa de Alice. Su madre me abre la puerta y me invita amablemente a pasar. 

-Está en su habitación.-me informa. Le doy las gracias y comienzo a subir las escaleras. Becky G se cuela por mis oídos conforme me acerco al cuarto de Alice. Cuando entro, la veo moviendo las caderas frente al espejo, con un lápiz de ojos en una mano y una brocha en la otra.

-¡Leila!-me saluda animadamente.-¿Ya estás arreglada?-pregunta extrañada mirándome de arriba a abajo. Le dije que me prepararía en su casa, pero he estado tan aburrida toda la tarde que arreglarme para la fiesta era lo único que podía hacer para entretenerme.

-Sí, al final me he preparado en casa.-le informo. Ella asiente y se gira para seguir maquillándose ante el espejo.

-Enseguida estoy.-dice mientras se pinta la raya en el ojo izquierdo. Yo me dejo caer sobre su cama y observo el techo.-¿Viene Elliot a la fiesta?

-No lo sé.-respondo mientras le doy al botón de encendido de mi móvil.-Le mandé un mensaje hace un rato preguntándole si vendría, pero aún no me ha respondido.

-Bueno, no importa.-me dice girándose para mirarme con una sonrisa.-No le necesitamos para pasarlo bien.

Yo sonrío a modo de respuesta, pero conociendo a Alice, seguro que en cuanto lleguemos a la fiesta se pierde por ahí y me quedo sola, por lo que llevo toda la semana rezando mentalmente para que Elliot finalmente venga.

-¿Hoy tampoco te maquillas?-me pregunta dándose la vuelta. Me giro y apoyo la cabeza sobre mis manos, mirándola a través del espejo.

-No, no me apetecía.-respondo viendo como se hace la raya en el ojo derecho.

-¿No quieres que te haga nada? Como puedes ver, la raya me ha quedado muy bien.-dice mirándome a través del espejo con una ceja levantada. Yo sonrío y niego con la cabeza.-Bueno, tú te lo pierdes. Pero tengo un pintalabios que te quedaría genial con lo que llevas puesto. 

-¿Ah, sí?-pregunto intrigada. Alice abre la caja donde guarda todos los pintalabios, y tras unos segundos, se gira y me lanza uno. Lo abro y me doy cuenta que tiene toda la razón. Me pongo de pie y me voy hacia el otro espejo que hay en la habitación. Cuando termino de pintarme los labios, me miro de arriba a abajo. Llevo puesto un top de tirantes rojo, unos pantalones cortos negros y unas sandalias del mismo color, y el pintalabios resulta ser casi del mismo color que el top. 

-Preciosa.-dice Alice poniéndose a mi lado.-Te he dicho que te quedaría perfecto. 

Unos minutos después, Alice y yo salimos de su casa. Su madre le recuerda que no beba si va a conducir, y ella le promete que no lo hará, aunque siempre acaba rompiendo esa promesa. Yo vuelvo a mirar el móvil, pero Elliot sigue sin responder. Alice arranca el coche, y quince minutos después llegamos a casa de Will Roberts.


La distancia entre tú y yoWhere stories live. Discover now